Javier Milei tomó posesión como nuevo presidente de la República Argentina y anunció que vienen tiempos duros, debido a la situación límite de la Administración pública del país latinoamericano. El líder populista juró su cargo en una acto de investidura un tanto caótico, ya que, una vez investido presidente de la República, instó a los legisladores a permanecer en sus asientos y, sin ofrecer el tradicional discurso en la Asamblea Legislativa, salió a las puertas del Palacio del Congreso, donde, ante la presencia de los líderes políticos desplazados para la ceremonia, se dirigió a la multitud que le jaleaba como máxima autoridad del país.
En sus palabras, el ya presidente Milei aseguró que «hoy comienza una nueva era en Argentina, hoy damos por terminada una larga era de decadencia y declive, y damos comienzo a la reconstrucción del país». Pero auguró que el camino no será fácil, porque, como ya ha repetido durante la campaña electoral, las arcas públicas están agotadas, o como él mismo grita: «¡No hay plata!». Para reconducir la economía argentina, Milei manifestó que «no existe solución viable en la que se evite atacar al déficit fiscal. La solución implica un ajuste fiscal de cinco puntos del PIB en el sector público nacional, ¡que caerá casi totalmente sobre el Estado, y no sobre el sector privado!», es decir, adelanta que la Administración pública sufrirá un adelgazamiento nunca antes visto.
La tercera economía de América Latina afronta un cambio de modelo y de filosofía en busca de una boyantía vivida hace un siglo. El ascenso al poder del populista Javier Milei ha provocado en los argentinos unas esperanzas perdidas mientras los sucesivos gobiernos de peronistas y pan-radicalistas se ocupaban de engordan el sector público, que ahora se enfrenta a un duro recorte para sortear un episodio de hiperinflación que sumiría al país en la pobreza más absoluta.
Argentina se aferra a los mensajes populistas de Javier Milei como última esperanza para salvar el país. Ahora es el turno de que el exacerbado político, conocido por sus mítines fuera de tono, pongan en práctica sus postulados, sobre todo económicos, para reconducir una situación muy complicada. Si lo consigue, el mapa geopolítico de América Latina puede variar en los próximos años. Las corrientes de ultraizquierda no supieron reflotar al continente, que navega desde hace décadas sin un timón que les guíe a buen puerto, a pesar de contar con recursos económicos suficientes para mejorar sus economías.
Veremos a ver si el efecto Milei es un mero populismo más o si consigue que Argentina vuelva a ser un país envidiado en el resto del mundo.