En la habitual y taurina división de opiniones de gente que se vio obligada a venir a Madrid o incluso de los aquí nacidos a nuestro paisano al multifacético Marto Egido no le alcanza la duda de por cuál definirse. Porque el fundador de Radio Chinchilla hace ya siete lustros lo tiene muy claro con una opinión muy a favor, tanto que es indubitable su admiración en este controvertido asunto, sobre todo por «la inmensa oferta cultural» de la capital de España. Lo que no es óbice ni cortapisa para que los fines de semana, tras cinco días de estancia en Madrid de lunes a viernes por sus variadas actividades profesionales, regrese y disfrute también, de su Chinchilla. Quizás adaptado a la conocida frase borgiana de que la infancia es la patria. Que, puestos a las expresiones tópicas, ya se sabe que lo cortés no quita lo valiente.
En esas cinco jornadas laborables, este doctor en Derecho compagina las clases de esta asignatura y las de Periodismo, tras presentarse y superar las pruebas selectivas de profesorado en la EAE Business Schoool del grupo Planeta y el Centro de Estudios Universitarios de la Universidad Rey Juan Carlos (CEDEU). Además, aprovechando las opciones culturales y de todo tipo que ofrece la capital del Reino. «Madrid me acogió, y me recibió con los brazos abiertos, y yo respondo con la misma gratitud».
Confiesa que siempre le gustó Madrid, su vida, la extraordinaria y variadísima oferta en torno a la cultura «y la posibilidad de poder hacer tantas y tantas cosas». Aunque no por ello oculta que, en principio, en su trayectoria profesional no tenía previsto tal giro de vida. Pero en tal aspecto intervinieron los siempre juguetones hados del destino, eso sí de forma tan inesperada como muy desagradable.
Porque en 2011 se acabó lo que había sido su gran sueño convertido en realidad: su trabajo dirigiendo Radio Chinchilla y sus labores en ella. Una emisora que comenzó a emitir en la Nochebuena de 1988, «tras pelear hasta la extenuación para que los políticos accedieran a ello». Por supuesto unas emisiones alegales y anteriores a la Ley 11/91 que las acabó regulando y en cuya redacción participó personalmente. Aquel nuevo medio, «con un equipo cargado de ilusión y generosidad» que él encabezaba considera que fue un éxito.
Como relata con evidente orgullo y emoción: «Una radio que llegó a tener durante muchos años cobertura provincial y regional. Éramos un equipo profesional que hacíamos informativos locales, provinciales y regionales; se cubrían todas las ruedas de prensa, tenía programación directa, cultural, y en directo de la Feria de Albacete». En definitiva, cual resume, que gracias a todo ello se adquirió un reconocimiento y prestigio asombroso. Lo que permitió que comenzaran a llegar los frutos, y se alcanzaran grandes ingresos por publicidad «consiguiendo ser una radio más entre las grandes cadenas que emitían en Albacete».
Sin olvidar otro detalle de gran relevancia, que Radio Chinchilla se hizo famosa en las facultades de Periodismo como ejemplo de buena gestión de una emisora local. Logrando a la par dar a conocer a Chinchilla hacia el exterior e incluso hasta el punto de que llegó a ser candidata a los prestigiosos Premios Ondas como mejor programa informativo de 2003 por el trágico accidente de tren en la localidad el 3 de junio que costó 19 muertos y más de 50 heridos.
Pero su etapa concluyó de manera abrupta en ese 2011 con la llegada a la Alcaldía del PP, con Pedro Luis Medina al frente. Y en marzo de 2012 lo que le llegó a él fue la orden verbal e incluso escrita de que no sólo no podía entrevistar ni nombrar a la oposición, «sino que ni siquiera podía pisar las instalaciones de la emisora ninguno de sus concejales», recuerda. Y añade que, como es lógico, se opuso, siendo despedido, antes de ganar después en los tribunales. Pero ya no volvió.
Ahora, remacha, le entristece que de aquella radio no queda nada o casi nada: «Ya no aparece en el EGM, no se cubren apenas ruedas de prensa- ni provinciales ni las de Albacete capital-, y las grandes cuentas publicitarias desaparecieron desde el momento que se limitó a ser una radio de murallas hacia dentro, con sólo noticias locales del pueblo».
De modo que tras casi un cuarto de siglo, Marto se vio obligado a reinventarse y comenzar una nueva etapa, tomando el que califica como «el mundo apasionante» del Derecho que había aparcado. Hizo el Máster de Ejercicio de la Abogacía, se colegió y sobre todo, como relata, se le despertó «otra vez el sueño de la enseñanza», que siempre había sido una asignatura pendiente y que le tentó, incluso con una oferta, tras haber realizado en 1999 el Máster de Dirección de la Empresa Audiovisual en la Universidad Carlos III, donde le propusieron dar clases.
La inteligencia artificial. Ajeno entonces al lío posterior con Radio Chinchilla, admite que ya le rondaba la idea de enseñanza y tras su adiós dirigiéndola, se puso «a piñón fijo» con el doctorado, que superó como de inmediato sus exitosas oposiciones cual se expresa líneas arriba. De modo que su profesión, y vocación, continúa dividida entre el mundo de la Radio y Televisión y el Derecho. «Mi principal labor es la Universidad es la docencia, pero sigo interviniendo en diversos programas de tele, y gracias a ello soy Académico de la Academia de TV. O sea que por fortuna el gusanillo de la comunicación continúa, y muy vivo, ahí».
Como es lógico, desde aquel inicio en Radio Chinchilla este medio ha cambiado mucho, y como el resto, más que lo hará en el futuro, ya que apunta que ahora todo es digital e informatizado, y los ordenadores emiten, graban, hacen continuidad, desconectan la señal nacional para la local etc. «Lo peor de todo», acusa, «es que cada vez las emisoras locales de cadena tienen menos horas y todo lo cubre el todopoderoso Madrid». Es evidente, agrega, que el futuro radiofónico, que ya disfruta Europa, es la radio Digital (DAB), que sustituirá pronto a la FM, un aspecto «en el que España va con retraso».
Un futuro tan inmediato que ya está aquí con la inteligencia artificial, aunque estima que por fortuna la normativa aprobada hace dos semanas por la CE es un paso muy importante, puesto que la desregularización ya estaba siendo muy peligrosa. «Nosotros en el Universidad estamos poniendo los cortafuegos correspondientes para que no sustituya un ordenador al trabajo y la dedicación de los alumnos».