Como era previsible, España se encuentra dividida ya entre los que señalan a Carlos Mazón como el máximo responsable de las consecuencias nefastas de la DANA sobre Valencia y los que señalan a Pedro Sánchez. De nuevo nos encontramos ante el terreno abonado para la polarización extrema. España vive polarizada a tiempo completo también a cuenta de los grandes dramas sobrevenidos. Lo vimos hace unos años en lo más duro de la pandemia cuya derivación política en la búsqueda de culpables tiene similitudes con la situación actual. Había en ese momento quien cargaba todo el peso de la culpa ante gestiones deficitarias en Sánchez y valoraba positivamente la gestión de tal o cual autonomía, o viceversa.
El pasado fin de semana las calles de Valencia fueron el escenario de una gran manifestación, promovida por colectivos de izquierda en la que lo que se exigía era la dimisión de Mazón, el presidente valenciano. Sin matices, el culpable era él y nada más que él. Los errores, descuidos, y ligerezas de Mazón son evidentes y le colocan en una situación política muy complicada justamente en el momento en el que, tras la ruptura del pacto de gobierno con Vox el pasado verano, se nos presentaba ya como una de las bazas electorales del PP por su talante abierto, simpático y dialogante, pero la DANA lo ha cambiado todo y su futuro político está lleno de nubarrones.
Sin embargo, España, como en los peores momentos de su historia, tiene un problema creciente de anteojeras ideológicas. Si la responsabilidad de Mazón es evidente, de él y de sus colaboradores más inmediatos, no es menos cierto que ante una emergencia colosal y de carácter nacional que, además, afectó a otras comunidades, en menor medida, y amenazó con descargar sobre otras, como Cataluña, debe haber un mando centralizado, que ponga orden, siembre sosiego, en la medida de lo posible, y coordine los esfuerzos. Un mando que asuma el control, enviando al Ejército desde el primer momento a la zona de la calamidad, y resuelva; un mando que haga sentir, en palabras de Felipe VI, «la presencia del Estado en toda su plenitud!»
El problema es hay una buena parte de los españoles que se abonan a la polarización desde del primer momento, y contribuyen con su actitud a desdibujar los contornos precisos de las responsabilidades de cada uno. Porque tan frívolo es estar comiendo con una periodista mientras hay serios indicios de que las lluvias pueden ser torrenciales y tremendas, como plantarse en la postura de «aquí estoy para lo que necesites». Es una frivolidad si quien lo dice es el presidente de la nación. La responsabilidad es de Sánchez y de Mazón, y de telón de fondo tenemos un problema con el funcionamiento del Estado. Posiblemente estamos en una especie de punto hibrido en un Estado que no es ni centralizado ni plenamente federal, pero, ojo, que en cualquiera de estos dos modelos el gobierno central ante una tragedia de carácter nacional hubiese adoptado una posición protagonista, y el gobierno regional hubiera tenido herramientas de coordinación mucho más claras. El desbarajuste ha sido de tal calibre que han aflorado propuestas como la del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, en el sentido de que una autoridad independiente tomara las riendas de la situación en casos como el de la Dana. Eso es tanto como decir que nuestras instituciones políticas están algo carcomidas por la división, el cortoplacismo y el interés electoral llevado a extremos inasumibles.
El caso es que el gran desastre de la DANA deja un agujero negro en nuestro entramado de poder central-territorial que, visto lo visto, solamente puede ser medianamente eficaz desde los parámetros de una mínima honestidad y lealtad institucional, pero en una etapa de máxima politización y crispación como la actual se convierten en un escenario de maniobras grotescas a costa de una desgracia que esta vez se ha llevado por delante vidas humanas, proyectos y expectativas de futuro. Los culpables son todos los que han tenido algo que gestionar en la tragedia, y los culpables podemos comenzar a ser nosotros si nos abonamos tan fácilmente a los interesados juegos de polarización. No se trata de estar con Mazón o con Sánchez, se trata de todo lo contrario.