Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La Constitución y Concha Velasco

06/12/2023

Concha Velasco ha muerto, al filo de la Navidad, al filo también de la celebración de un nuevo día de la Constitución, y van cuarenta y cinco años. Conchita Velasco, tal y como destacaba Mari Cruz Soriano en su redes sociales, fue hija de las dos Españas y a las dos consiguió caerles bien, como la Constitución, ¿no?. El comentario de Mari Cruz, que resalto por lo acertado que me pareció, decía exactamente: "Hija de las eternas dos Españas se hizo querer por ambas, una auténtica proeza al alcance de muy pocos artistas, demostrando así su amplia y abierta inteligencia"

Transversalidad, proeza, amplitud, apertura, inteligencia. ¿Fue la Constitución como Concha Velasco? El hilar muy fino es la clave de tales proezas. La Constitución nació del pacto entre una España que venía del franquismo, en sus estructuras básicas, en sus querencias y sus dirigencias, y la España que permanecía fuera de juego, viva y coleando, expectante. Ninguna de las dos tenía en ese momento el suficiente potencial para imponerse a la otra, y tuvieron que pactar. Al dictador no le hecho nadie, no hubo revuelta significativa, aunque las calles estuvieran cada día más calientes, ni mucho menos revolución. Murió de viejo en la cama de un hospital. La historia es esa y absurdo es quererla reinventar. La oposición, por otra parte, se nucleaba principalmente en torno a la fuerza del PCE a la espera de un PSOE renovado y socialdemócrata, pero no era lo adecuado que un país saliera de una dictadura legalizando, sin más, a un partido cuyo símbolo era el mismo que presidía la URSS, Camboya o China. Había que hacer algo, los comunistas españoles tenían que hacer algo también, y lo hicieron. A lomos de eso que se vino en llamar el "eurocomunismo" se comprometieron a respetar en todo momento el orden democrático (burgués, como ellos calificaban despectivamente en los tiempos más radicales), y hasta la monarquía encarnada en Juan Carlos I ("el breve", como llegó a aseverar Santiago Carrillo años antes, cuando ya estaba claro que Juan Carlos era el sucesor de Franco)

A partir de esos mimbres se construyó un pacto de convivencia inédito que dio resultado, que ha dado resultado hasta que lo hemos comenzado a poner en cuestión. Ahora unos dicen que fue un pacto con fascistas (se lo escuché hace no demasiados años en la tribuna del Congreso de los Diputados a Jaume Asens, uno de los principales mullidores del acuerdo de Pedro Sánchez con el independentismo catalán). Otros consideran que se dejó entrar en la convivencia pública al demonio, a Satán, al comunismo, como si hubiera alguna otra opción si lo que se quería era construir un Estado libre, homologable a cualquier otro país europeo. En esas estamos, y estos son hoy nuestros mimbres, otra vez los viejos mimbres de las dos Españas.

¿Hay futuro? ¿Tiene futuro la Constitución de 1978? Es tanto como decir si tiene futuro el único pacto que al menos durante cuatro décadas ha permitido una convivencia pacífica y fructífera. Es tanto como preguntarse si Concha Velasco era una gran artista o era una simple figurante. Realmente el espíritu de Concha Velasco era el de la Constitución de 1978. Era hija de las dos Españas, era transversal, era querida por todos. Cuando murió Concha Velasco, los que ahora andamos en eso que hemos venido en llamar "la mediana edad", gentes que no tenemos una memoria en primera persona de nada que no haya sido este periodo de nuestra historia, nos volvimos a encontrar con la sensación de que hay una España, en la que hemos crecido y nos hemos desarrollado, que se nos va irremediablemente, y a medida que se nos va, vamos dándonos cuenta del prodigio que ha supuesto, en realidad una excepción que ha confirmado la regla de nuestra atormentada historia, tan grandiosa como cainita. Y queremos que esto, esta Constitución, que nunca a nadie emocionó, porque nunca fue "de parte", y que se valora más desde la razón que desde el corazón, tuviera algún aliento más de vida, es más, tuvieran aún una prolongada vida. Es en ese punto donde nos topamos con la incertidumbre más absoluta, con una nebulosa que no somos capaces de disipar. Porque sabemos que la vida es finita, que necesariamente Concha Velasco tenía que morir, aunque su espíritu y su alma permanezca vivo para siempre. Y eso es lo que nos gustaría pensar de la Constitución, que no muera su espíritu incluso aunque hubiera que cambiar la letra.