Uno siente admiración que permanece tras los años por la figura, la obra y la vida de Juan José García Carbonell, cuyo nombre denomina una calle albaceteña, de la mejor manera posible, por una de las mejores vertientes y cauces existenciales de este hombre entrañable, la de poeta. Sencillo y grande, bueno y fecundo, este rodense que es historia de Albacete, que fue en su vida y es en el recuerdo una persona admirada y admirable. Justicia se hizo cuando el Ayuntamiento decidió que una calle llevara su nombre. Se notó, se nota su hueco.
Fue una institución cultural en Albacete, formó parte de lo que Francisco Fuster denomina como «fecunda generación intelectual, uno de esos personajes entrañables sin los cuales la historia de Albacete de su tiempo no tendrían sentido». Considerado el último patriarca intelectual de Albacete, la definición del doctor García Berrio es perfecta: «Variedad de facetas: hondura de la poesía trascendental, meditativamente metafísica y conmovedora en la veracidad sagrada de la entrega; el contagio entrañable, próximo a lo religioso, con el calor humano de su medio manchego en lugares -La Roda, Letur, Barrax, Munera fiestas con amigos y costumbres populares-, la Semana Santa tobarreña, la Feria de los Jardinillos de Albacete, las elegantes veladas literarias agosteñas del Parque de La Roda, el popular Jueves Lardero; los paisajes de alcores, ventas y molinos visitados, ma non troppo , de Quijanos y Aldonzas, Sanchos y Dulcineas. Y las intimidades sorprendidas de su riquísima vida familiar apasionada, su cercado jardín de amores frente al fárrago de ecos de una vida profesional, pulcra pero esforzada: la abogacía, la política...»
Nacido en La Roda, en 1923, hijo de carpintero, vivió en Albacete, donde se desplazó a estudiar desde los 10 años. «Albacete es mi nido. Mi punto de partida es La Roda», y como expresó Antonio Morales, «fue el primer estudiante pobre que salió de La Roda con una beca y el primero que conseguiría graduarse, estudió Magisterio, consiguió su escuela. Con ese punto de apoyo decidió hacer Derecho por libre, sacando la carrera con notas brillantísimas. Decidió interrumpir su profesión de maestro para ejercer la abogacía, debutando como pasante en el despacho de Matías Gotor en los años 40».
García Carbonell fue un excelente orador, con unas dotes oratorias espléndidas que centraba sobre todo en un verbo popular de intrínseca profundidad, como se pudo saborear especialmente en una de sus grandes intervenciones como fue el pregón de la Feria de 1992, aunque también importante fue su primera conferencia en el Círculo Taurino de la que salió con la petición de que fuera en lo sucesivo su presidente. Magnífico abogado, fue vicepresidente de la Diputación, procurador en Cortes por elección popular, presidente del Tribunal Tutelar de Menores, magistrado de Trabajo, secretario y más tarde delegado provincial del Ministerio de Información y Turismo y posteriormente Cultura, lo que supone la consideración de ser hombre clave en la transición.
Fue colaborador en diferentes revistas y periódicos utilizando el pseudónimo de Juan Alandar sobresaliendo sus artículos en La Voz de Albacete, La Verdad en sus Crónicas del sentimiento. «Escribo porque es una manera de sentirme yo y vivo. Escribir es como destaparte el alma para mí. Por usar una metáfora ingenua, escribir es como hacer sonar el cascabel del alma y sentirme menos solo», afirmó en uno de sus artículos en Crónica de Albacete.
Brillante en la poesía, su poema más conocido y popular fue Aquella navaja de mi padre, orientándose a veces también por la poesía social de tinte testimonial. Colaboró en cuantas iniciativas surgieron en beneficio de Albacete, entre los que destaca la creación del Instituto de Estudios Albacetenses. Hombre bueno, muy querido, perfectamente definido en el momento de su adiós por otro insigne, Ramón Bello Bañón: «Algo importante, muy importante, de la cultura de Albacete se va con Juan José García Carbonell. El amigo de siempre, siempre ha estado en todas las iniciativas culturales, siempre abierto a todos los proyectos, siempre participativo en las nobles tareas del pensamiento. Sereno, elegante, con el ánimo firme y la fe indesmayable, nada de lo cotidiano, ningún valor de la amistad y el respeto le ha sido ajeno». Juan José García Carbonell, un hombre irrepetible y una calle en Albacete, «su nido» también lo recordará siempre.