«La Capilla Sixtina es la academia del mundo»

Antonio Díaz
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El salón de actos de la Diputación Provincial acogió una nueva conferencia, con María Ángeles Vitoria Segura, profesora de Filosofía de la Ciencia, invitada por la Asociación Cultural y Social Alborea

María Ángeles Vitoria Segura. - Foto: José Miguel Esparcia

El salón de actos de la Diputación Provincial acogió una nueva conferencia. María Ángeles Vitoria Segura, profesora de Filosofía de la Ciencia de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, de Roma, invitada por la Asociación Cultural y Social Alborea, habló sobre Miguel Ángel, el hombre y artista fuera de clichés. 

¿Por qué eligió para esta charla un artista como Miguel Ángel, sobre el que ha escrito varias obras?

Hay muchas razones, una porque es un artista, un personaje de una gran riqueza; uno de los grandes personajes de la historia y siempre hablar de la vida y obra, de lo que nos han dejado estos personajes, que tienen esta estatura, es muy enriquecedor. Yo seguí la pista de Miguel Ángel porque llegó un momento en que me di cuenta que estaba delante de alguien con el que podía aprender mucho y transmitir lo que aprendía. 

¿Cómo era Miguel Ángel, el hombre?

Vivió casi 90 años y fue una persona de mucho peso, con mucha actividad, con una interioridad muy fuerte y 90 años, tratando con 13 papas que conoció, habiendo vivido eventos muy importantes de la historia universal y de la Iglesia, hay mucho que contar de él. Lo me que decidió a hablar y escribir sobre Miguel Ángel fue que encontré muchas publicaciones sobre él y, en contraste de lo que veía contemplando sus obras, en contraste con el Miguel Ángel que conocía leyendo sus cartas, más de 1.000, donde aparece su retrato, porque era sobrio al manifestar su interioridad, pero en sus rimas se alcanza a tocar lo que era su corazón.  Todo eso contrastaba con lo que leía en muchas obras que se fijaban en detalles periféricos y daban mucho relieve a cosas que decían poco. Lo que hay que hacer es escuchar al artista y mirar la obra que habla por sí misma.   

Siempre nos fijamos en la Capilla Sixtina. 

La Capilla Sixtina es dos veces maestra. A partir de la limpieza de los frescos de la Sixtina, que terminó en 1994, cuando ahora una la mira, realmente   está delante de una obra doblemente maestra. Ese trabajo nos devolvió los frescos de Miguel Ángel con el colorido     con el que los dejó, porque los veíamos a través de un cristal ahumado y tras la limpieza, se hicieron muchísimos descubrimientos, lo que obligó a rectificar juicios de bastantes críticos de arte. La Capilla Sixtina es la academia del mundo, donde han ido pintores  y artistas para aprender. Velázquez mismo tenía las llaves de la Capilla Sixtina.  

¿Una obra que pone en contacto a quien la contempla con la fe?

En Miguel Ángel esto es vital. Juan Pablo II decía que en la Capilla Sixtina, sobre todo por los frescos de Miguel Ángel, nos hablaba desde todos los ángulos. Miguel Ángel tenía una visión del arte y la belleza, quien era bello, era Dios y todas las demás cosas y realidades, tienen una  participación de esa belleza de Dios y el trabajo del artista es justamente mostrar esa belleza. Esa belleza te remite a quien es la belleza total, que es Dios y es lo que quería Miguel Ángel, hacer visible esa belleza y en la Capilla Sixtina, en la medida en que se puede hacer, hizo visible, la paternidad y misericordia de Dios y, en general, la belleza de la vida y la doctrina cristiana. 

También suele ponerse el ejemplo de su David. 

Su David tiene un mérito muy grande, pero yo conozco más lo que está en Roma, el Moisés, la Piedad Vaticana  y he  ido muchas veces a ver la Piedad florentina, la Bandini. Miguel Ángel esculpió varias piedades, porque tenía una devoción muy grande a la Virgen y a Cristo. Notaba el peso de sus pecados y quería confiarse a la misericordia de Dios y lo que más devoción le daba era la Piedad, que representa ese momento en el que Cristo ya ha muerto y ha derramado toda su sangre por salvarnos y Miguel Ángel eso le llevaba a pensar que si había desmesurado así su dolor, mucho más desmesurará su gracia para salvarme. Hizo muchas piedades, incluso la florentina es la que quiso esculpir para su tumba y murió esculpiendo una Piedad, con casi 90 años, la Piedad Rondanini. 

ARCHIVADO EN: Roma, Juan Pablo II