"El gran valedor del Tribunal en España fue San Juan Pablo II"

Emma Real
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Desde 2010, el sacerdote Jesús Rodríguez Torrente es juez auditor del Tribunal de La Rota en España. Ayer contó su experiencia en el ciclo organizado por Aluex, en el salón de actos de la Diputación

Jesús Rodríguez, juez auditor del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España - Foto: Víctor Fernández

Desde 2010, el sacerdote Jesús Rodríguez Torrente es juez auditor del Tribunal de La Rota en España. Ayer contó su experiencia en el ciclo organizado por Aluex, en el salón de actos de la Diputación.

¿Qué destacó del Tribunal del que forma parte?

Principalmente, que el Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España es el único que existe, en todo el mundo, aparte del Tribunal de la Rota de Roma. Tiene 400 años, conseguido por Carlos I de España y V de Alemania.

¿Qué interés tenía ese mandatario en lograr un tribunal específico para España?

Desde Teodosio, en el año 370, la cuestión jurídica la tenían los obispos, que actuaban como  legisladores, pero para las causas de mayor importancia había que acudir a Roma. Así, en asuntos como la nulidad matrimonial, hacerlos llegar a Roma, que resolviera y llegara la resolución, podían pasar años y años.

Carlos I pidió al Papa que le diera al Nuncio la rogativa de que se pudieran resolver esos asuntos en la jurisdicción propia del país, y que los fieles de España no tuvieran que esperar tanto por acudir a Roma. Se aceptó, pero también derivó en otros conflictos.

¿Como cuáles?

Lo que pasó es que el Tribunal propio del Nuncio de pronto se vio juzgando causas como si fuera un tribunal internacional, porque era un Tribunal Pontificio. Entonces, muchos ciudadanos españoles acudían a esa jurisdicción, como internacional, y eso provocó conflictos con los reyes. De hecho, en alguna ocasión se suprimió este Tribunal por conflicto de intereses. 

Suprimido, y recuperado, porque se mantiene, ¿no?

El Tribunal tiene dos momentos. En sus 400 años, los 200 primeros actuó como Tribunal del Nuncio,  pero fue Carlos III quien, en 1771, consigue un acuerdo con el Papa para hacer el Tribunal de la Rota como Tribunal de Nulidades. Desde entonces, es un tribunal de tercera instancia, supremo, no hay más recurso  después. Ello no impidió que se haya suprimido varias veces más, seis en concreto, tantas como el Nuncio fue expulsado de España, la última, con la República. 

El gran valedor fue el Papa San Juan Pablo II, apostó por que España mantuviera su Tribunal. Algunos países han protestado, preguntándose por qué ellos deben seguir acudiendo a Roma, pero lo cierto es que seguimos siendo el único país con tribunal de tercera instancia, como Roma.

¿Qué vigencia, qué papel juega hoy este Tribunal?

Para el mundo católico español tiene una vigencia absoluta. En 2015 hubo una reforma del Papa Francisco que modificaba la forma de lograr  la nulidad del matrimonio. 

Hasta ese momento, se necesitaban dos sentencias que fueran conformes para que la causa quedara juzgada. Si no decían lo mismo, cabía la apelación hasta el tercer grado. Esta reforma hizo que la primera sentencia ya tuviera validez, excepto que se apelara, con lo que el Tribunal de la Rota pasó a ser tribunal de apelación para todos los tribunales, no sólo los metropolitanos. Ahora todas las causas que entran hay que juzgarlas, antes sólo había que juzgar unas y confirmar otras. 

Es cierto que no son cifras comparables a la jurisdicción civil en cuanto a divorcios, pero lo cierto es que todo católico tiene derecho a pedir la nulidad de su matrimonio. 

¿Cómo se llega a ser juez auditor y cómo es su día a día?

Para mí fue una sorpresa. Creo que he llegado a juez de La Rota por todo lo que he estudiado. Primero hice Filosofía y Teología, y también Ciencias de la Familia. Lo compaginaba con la Diócesis de Albacete, fui vicario de Fátima. Fue el obispo Francisco Cases quien me pidió que fuera a estudiar Derecho (lo cursó en Roma) y, al acabar, regresé a Albacete y me quedé en la Diócesis, renunciando a mi plaza en la Universidad. 

Estando de vicario judicial, llegó el Nuncio de su Santidad para decirme que me querían proponer para juez. Acepté, tuve que renunciar a la Diócesis, con gran dolor de mi corazón, porque el tiempo más feliz para mí fue como párroco en Albacete. Había una terna de candidatos, me escogieron a mí en votación, y tomé posesión el 7 de septiembre de 2010. Y con lástima, porque me perdía la Cabalgata.

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