Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Terrorífico

27/10/2023

No conviene dar por perdida ninguna batalla, menos aún las culturales. Una sociedad que olvida con inconsciencia o ignorancia de dónde viene está abocada a su destrucción tal y como está concebida. Es la gran aspiración del globalismo imperante, que aguarda junto a los buitres para arramplar con todo lo que huele a debilidad y a sangre. Por pasotismo o por un mal entendido modernismo, se está sucumbiendo a pasos agigantados ante una agresión total contra nuestra propia identidad. Vendrá el crujir y el rechinar de dientes. Para entonces, ya no habrá solución. 
En las vísperas del día de Todos los Santos nos vuelven a golpear con la misma matraca para tratar de justificar la invasión de Halloween. "El multiculturalismo ha llegado", nos dicen los vende peines para calvos. Esto es una sandez equiparable al "mineralismo va a llegar", que declamaba el escritor Fernando Arrabal en el programa El mundo por montera de La 2, en el que se había pasado con el pimple -o con lo que fuera- y a duras penas conseguía mantener la verticalidad. 
Aquí hay que reflexionar sobre lo que España ha sido, lo que es y lo que puede llegar a ser si seguimos anestesiados sin hacer frente a agresiones directas a la yugular. Lo de Halloween es la excusa a la que se han sumado, además del frente político y social, las cuestiones económicas. Es un negocio para los que viven de un aperturismo mal entendido; para los que la tradición es sinónimo de caspa; y también es una razón más con la que hacer caja apelando a la necesidad de abrirse a otras culturas, sin importar -o precisamente por eso- pisar la propia. 
Lo de menos son los disfraces de payasos asesinos, brujas por doquier o de monjas de la feria -caracterización del spin-off de la película 'El Conjuro'-. Es una vestimenta horrible que ha conseguido sobreponerse a nuestra memoria y a nuestra historia más reciente. No tiene gracia ni en la estética ni en el fondo. Que, si hay que ponérsela para echar unas risas, pues es lo mismo que si uno -con el corpacho que gasta- se viste de flamenca. Terrorífico. 
A lo que vamos. Lo de las calabazas y las niñas diabólicas; lo del Joker y la familia Addams. Como la cosa va de libertad, cada uno se disfraza de lo que le da la gana, sin necesidad de hacerlo el 1 de noviembre o en sus vísperas. No es lo relevante. La clave es lo que trata de enterrar, y no son precisamente a los muertos. "Qué bonito sería rescatar la historia de los santos, y no llenar las calles de sangre artificial, gusanos y disfraces tenebrosos. Ojalá la belleza de una vida ejemplar nos interpelara más que el horror y la fealdad". Esto es parte de la campaña que ha puesto en marcha la Asociación Católica de Propagandistas con mensajes que apelan no sólo a la tradición cristiana de España; reivindican también a los santos frente al terror y una forma más humana de vivir. 
Entiendo que celebrar la santidad y la muerte de Halloween son incompatibles. Aquellos que en su entorno puedan elegir las opciones autóctonas, no lo duden. En Guadalajara la ciudad espera la emoción del Tenorio Mendocino, en una representación que va más allá del rito-mito de don Juan y que se convierte en el recuerdo nuestros orígenes cristianos -así lo llevan íntresecos los versos zorrillescos- dentro de una manifestación que hace ciudad y que ensalza lo que fuimos sin olvidar lo que somos.