El Teatro Circo acogerá el viernes, a las 20 horas, el preestreno absoluto de Ulises, en versión de Antonio Campos, con dirección de Ángel Calvente y producción ejecutiva de Carlos G. Navarro. El propio Antonio Campos, autor e intérprete de esta obra, comentó a La Tribuna de Albacete cómo se siente ante este viaje a Ítaca que emprende ahora.
¿Un preestreno en su casa?
Cierto, hacemos el preestreno el día 4, porque el estreno será en Valdepeñas, el 5 de diciembre. Salió la fecha del Teatro Circo y el preestreno está bien como está. Es la primera vez que se va a representar con público. Nace la obra, con el teatro lleno y en este preestreno es donde se ajusta. La obra, en el estreno, puede ser más peligrosa incluso, puedes ir más confiado o más nervioso. Los preestrenos son siempre necesarios, con público de verdad.
¿Por qué Ulises?
Estrenamos Cid en el Teatro Circo, y fue de esos estrenos preciosos, que no suelen salir, maravilloso y cuando fuimos a cenar, con toda la cabeza llena de endorfinas, con el ego muy subido, me pregunté qué era lo más difícil que se podía hacer. Pensé en Ben-Hur, la leí, pero no le saqué lo que pensaba, entonces, en esa cena, se dijo o Ben-Hur o La Odisea, porque pensé que era lo más difícil que se podía hacer en ese momento. Leí La Odisea, como siempre hago, varias versiones, entre ellas siempre, una juvenil, y vi que se podía hacer. Como venía infectado del Cid, de esa parte cómica, que al final es épica, nos lo llevamos a la leyenda. Con La Odisea me lo quería llevar aún más llevar más a lo épico, a lo contenido a lo shakespeariano y, sin embargo, no ha sido así, ha ido cambiando. Una cosa es la idea que tienes para hacer una obra de teatro, pero luego, esa obra te va llevando a otros derroteros.
¿Dónde lo han llevado?
Pues lo hemos llevado a un sitio muy canalla y para esta función, Lluís Elias, mi anterior director, no podía estar y ya lo sabía con antelación, así que escogí a un director del que vi una obra de teatro, muy contenida y poética, que es donde creía que teníamos que ir con Ulises, estuvimos hablando y antes de empezar a ensayar nos dimos cuenta que esa relación no llevaba a ningún lado. Me fui al otro extremo, Ángel Calvente, que no tiene nada que ver con la contención, al contrario, me deja rienda suelta, tanto que incluso me asusta. Tenemos un sentido del humor muy parecido y durante el montaje nos hemos reído mucho. He tenido mis miedos, pero me ha dado la confianza suficiente como para lanzarnos a ese sitio donde yo nunca he estado, pero sí deseaba estar y no me atrevía, por pudor, por pensar en el público.
¿Qué sitio es ése?
El sitio donde hemos ido con Ulises es el del atrevimiento, el de la libertad absoluta, para reírse aún más de uno mismo y de la propia historia. Es atreverte, tirarte al abismo y confiar en ti mismo. Ya veremos qué opina el público.
¿Ha reescrito, digamos, La Odisea?
Sí, La Odisea es muy densa, muy complicada, con muchas historias paralelas y después de hacer la segunda adaptación de la dramaturgia, porque la primera Ángel Calvente no la entendía y así me lo dijo, me dio unas nociones hacia dónde quería ir. Esta obra tenía que terminar con una pelota de sado-maso en la boca y con un arnés. Por supuesto, no termina así. Llevé la dramaturgia a una Odisea muy fresca, sin temor a Homero. Utilizo la última parte de La Iliada para situarnos y hacia Ítaca y se cuenta todo, lo que pasa es que con los dioses hay que marcar bién me enseñó él. Me enseño todo lo que sé, la poética, el ritmo, la medida… Esta vez no ha podido estar. Los cambios siempre son duros, porque me gusta llevar las cosas al extremo y enfrentarme con la tensión que se genera con un director y la verdad es que me considero más un intérprete que un actor y eso es puñetero para la mayoría de los directores. Y trabajo siempre a favor de la obra.
¿Qué proyectos tiene, cine, series?
Siempre he sido demasiado familiar, con los pies en el suelo y me he considerado iempre persona de costumbres. Me gusta el terruño y esto me ha llevado a tener que elegir hacia dónde quería dirigir mi vida. Sí que es verdad que después de hacer Ulises, me pica el gusanillo, por qué no cine y televisión, donde empecé. cierta distancia para no emborronar la historia. Los dejamos un poquito, durmiendo.
¿Cómo puede hacer La Odisea sólo con un actor, usted?
Pues se puede hacer con muchísima imaginación y jugando, como un niño. Interpretar a Zeus es una maravilla y lo hemos llevado a uno de los personajes de La Zaranda. Ahí están Nausícaa, Antínoo, Penélope, Telémaco, los pretendientes, el cíclope, las sirenas, Circe, las vacas sagradas, todo lo que sucede y es que es divertidísimo. Se puede hacer con muchísima diversión y sin barco, pero tenemos una puerta muy versátil. Aquí, Ángel Calvente ha sabido adaptarse muy bien a lo que es un estilo propio. Es muy técnico y aquí ha tenido que ir a lo mínimo.
¿Espera otros 10 años de representaciones, al menos?
Bueno, sería fantástico, como ocurre con El Buscón, y llevar Ulises a todos sitios. El Buscón, Lazarillo, Las Ejemplares, son muy versátiles y se pueden hacer en un metro cuadrado, casi sin escenario. Pero sí que es verdad que, igual que El Cid necesita escenario, con una técnica e iluminación muy precisa, que va con la historia, con Ulises queríamos dar un salto, no es tan versátil, necesitamos un teatro, porque ya tenemos obras montadas que pueden ir casi a cualquier sitio. Ulises no tiene esa naturaleza líquida que se adapta a cualquier envase. Ese es un factor que le resta años al espectáculo o no. Cuenta La Odisea, a su manera. A mi manera, muy canalla. Nos hemos ido a un Ulises cierra bares, astuto, sagaz, escurridizo, vamos que como político no tiene precio. De alguna manera, contamos lo escurridizo que era y lo bien que lo pasaba. Al viaje de vuelta y lo que va contando, le damos la credibilidad justa. Es muy gracioso y tengo muchas ganas de mostrarlo al público y ver cómo lo recibe, porque nos lo hemos llevado todo a la exageración, al extremo y tiene sus momentos poéticos, con paralelismo total con la actualidad y un toque, como no puede ser de otra manera, erótico y sexual, como los griegos mandan.
¿Por qué le gusta construir historias a partir de los clásicos?
Me gustaría hacer otro tipo de espectáculos y me ronda la cabeza. He hecho seis espectáculos donde actúo sólo, los seis clásicos. El año que viene no voy a producir nada, voy a coger distancia a ver hacia dónde podemos seguir. Siempre he tirado de los títulos por una cuestión de venta y de marketing. Te das cuenta que para atraer público, Antonio Campos, en toda España no vende. Hay sitios donde han apostado por mí año tras año y haces un público. Luego, es verdad que cuando te metes en esos grandes títulos te das cuenta que es muy difícil superarlos, la imaginación que tenían, los personajes y por qué contaban ese tipo de historias. Sacas enseñanzas que luego te sirven para la vida, para saber dónde estás en cada momento, para reflexionar hacia dónde va la sociedad, que no va a ningún sitio, siempre está en bucle. Todo eso te da cierta libertad de pensamiento, pero eso lo he descubierto después de saber que, con los títulos, era más fácil que te contrataran. Sí que es verdad que quiero hacer otro tipo de espectáculo, también yendo solo.
¿Trabajar solo obedece a razones económicas?
En un principio, sí. Subir solo al escenario era horroroso, pero era la única manera de sacar algo adelante. Me he ido curtiendo y la verdad es que me siento muy cómodo. Creo que es mi hábitat natural, donde más feliz soy antes de empezar el espectáculo. En esa soledad me siento muy bien y al terminar también, la satisfacción es plena. Es cuestión de humildad y ego, conjugando esas dos cosas, lo llevo muy bien y me he enamorado de esta manera de hacer. En el teatro, como en cualquier otro oficio, cualquier otra artesanía, tienes que encontrar tu propio nicho y explotarlo.
Ha trabajado con varios directores. ¿En función de la obra piensa en uno u otro?
Principalmente he trabajado con Lluís Elias, mi padre teatral. Me enseñó a andar en escena, a proyectar la voz, a tratar bien a los objetos y su importancia, porque te lleva a respirar, a los impulsos, a sustituir la palabra por la onomatopeya y esta por el gesto y, cuando no te queda otra, acudir a la palabra como último recurso. Me enseñó a no tener miedo, suceda lo que suceda en el patio de butacas, a interactuar con el público y tener mis propias lagunas y recurrir a la isla fija de la propia historia. A tener esas fugas que tengo, tam-bién me enseñó él. Me enseño todo lo que sé, la poética, el ritmo, la medida…
Esta vez no ha podido estar.
Los cambios siempre son duros, porque me gusta llevar las cosas al extremo y enfrentarme con la tensión que se genera con un director y la verdad es que me considero más un intérprete que un actor y eso es puñetero para la mayoría de los directores. Y trabajo siempre a favor de la obra.
¿Qué proyectos tiene, cine, series?
Siempre he sido demasiado familiar, con los pies en el suelo y me he considerado siempre persona de costumbres. Me gusta el terruño y esto me ha llevado a tener que elegir hacia dónde quería dirigir mi vida. Sí que es verdad que después de hacer Ulises, me pica el gusanillo, por qué no cine y televisión, donde empecé.