Con 97 años y tejiendo pequeñas obras de arte

Manu Reina
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La horcajeña Elisa Arquero teje historias con sus manos, gracias a una habilidad divina para hacer ganchillo a su antojo y confeccionar estandartes, figuras religiosas o escenas de la vida cotidiana. Lo único que se le resiste es hacer un coche

Con 97 años y tejiendo pequeñas obras de arte - Foto: Reyes Martinez

Manos de santa. Qué habilidad y qué talento atesora para armar piezas de un valor incalculable. Cada detalle está medido y conseguido. Uno pierde la noción del tiempo al admirar tal tesoro, que bien podría dar vida a una exposición, como mínimo. Elisa Arquero, con 97 años, nacida de forma prematura a los siete meses y envuelta en algodones para sobrevivir, es una mujer de resistencia y determinación. Hoy, casi un siglo después, sus manos siguen en movimiento, creando con el ganchillo piezas que desafían el tiempo y la lógica. «Estaré haciéndolo hasta que me muera», sentencia con firmeza.

Desde su infancia, el tejido y la costura fueron parte de su vida. Su hermana mayor se formó como modista en Valencia, y juntas aprendieron a coser. Pero Elisa llevó su habilidad un paso más allá. En su juventud, tras abrir una zapatería en Horcajo de Santiago (Cuenca), su pueblo natal, comenzó haciendo botines de lana para niños. No tardó en darse cuenta de que sus manos tenían un don especial y, en lugar de limitarse a la venta, comenzó a crear piezas únicas por placer. Entre ellas, unos pequeños zapatos de ganchillo que donó a la Virgen de la Luz. 

Elisa no se detuvo en los zapatos. Con el tiempo, su imaginación la llevó a realizar estandartes, figuras religiosas, escenas enteras de la vida cotidiana y hasta elementos decorativos tan detallados como un comedor completo en miniatura, con su florero y su mantel tejido a mano. «Todo sale de mi cabeza», dice con humildad. No necesita patrones ni modelos. Piensa en la pieza y, con una habilidad asombrosa, la materializa con hilo y aguja en pocas horas.

Con 97 años y tejiendo pequeñas obras de arteCon 97 años y tejiendo pequeñas obras de arte - Foto: Reyes MartinezLa pandemia fue un punto de inflexión para ella. «Lo primero que hice fue un Niño Jesús con su coche», recuerda. Desde entonces, su colección no ha dejado de crecer, sumando más de 300 piezas. Entre ellas, destaca el estandarte de la Virgen Inmaculada de Horcajo de Santiago, en honor a la imagen que su marido sacó en procesión. Para Elisa, cada creación es un tributo a sus raíces, a su fe y a su pasión por el arte textil. Ella ha perdido la cuenta de cuántas creaciones tiene pero su familia se encarga de mantenerlas a buen reguardo.

No obstante, su obra no se limita a lo religioso. Ha confeccionado desde carretas hasta chimeneas en miniatura, pasando por gorros, jerséis y puntillas. Sin embargo, hay algo que se le resiste: un coche. «No me sale», confiesa entre risas, aunque sabe que tarde o temprano dará con la clave para lograrlo. Esta tejedora no vende sus creaciones; las guarda como parte de su historia personal. Para ella, cada puntada es un recuerdo, un testimonio de una vida de trabajo y creatividad inagotable. «Algunos lo aprecian, otros no», dice sin resentimiento, aunque eso no le frena a hacer lo que más le gusta. Lo importante, para ella, es seguir tejiendo, seguir creando, seguir imaginando. Cuando se le pregunta por el secreto de su destreza, la respuesta es tan sencilla como reveladora: «cerebro». No se trata solo de habilidad manual, trabajada de forma innata durante su vida, sino de una mente despierta, inquieta, que no deja de idear nuevas formas y desafiar los límites del ganchillo.

A punto de cumplir 98 años, el próximo 18 de julio, Elisa Arquero sigue con las manos en la masa, o mejor dicho, en el hilo. Sus dedos, que han dado forma a cientos de obras, con hilos de oro o plata, entre otros colores, no piensan detenerse. Porque mientras haya una idea rondando su mente, mientras quede un ovillo de hilo por desenredar, esta horcajeña, afincada en Cuenca desde hace tres décadas, seguirá tejiendo su historia, una puntada a la vez, siempre con una sonrisa de oreja a oreja y la inseparable mirada de su Paco, su marido, a pocos metros, con quien comparte vida desde los 15 años de edad.