Durante el acto que ayer tuvo lugar en Barcelona para anunciar su retirada definitiva del fútbol profesional, Andrés Iniesta apenas tardó unos instantes en tener un recuerdo emocionado de su lugar de procedencia y de cuantos, allá por el final del siglo pasado, le ayudaron en la primera piedra de ese edificio extraordinario de una de las carreras más brillantes en la historia del fútbol.
Iniesta evocó sus primeros toques «en la pista del cole» antes de coleccionar viajes a Albacete, «mi tierra», en lo que calificó como «una etapa muy feliz en aquellos campos de tierra cuando el Albacete estaba en Primera División y hacía disfrutar muchísimo». «Mi tierra siempre estará en el corazón», se sinceró, y su gratitud se manifestó en un vídeo con sus primeros técnicos, Víctor Hernández y Balo, los primeros en detectar aquel talento desbordante.
Andrés Iniesta, recién ingresado en los 40, es mucho más que un futbolista para su gente. La magia que desprende en el terreno de juego, su inserción perfecta en la sociedad catalana y el carácter universal de su juego guarda una compatibilidad perfecta con la reivindicación de sus raíces de las que siempre ha presumido.
Más fotos:
Futbolísticamente hablando, el centrocampista no ha tenido muchas oportunidades de pisar el Carlos Belmonte como jugador profesional, pero las que lo hizo resultaron sonadas. Quizá la de más grato recuerdo se remonta a su estreno con la selección española precisamente en el coliseo manchego, en un amistoso previo al Mundial de 2006, cuando Luis Aragonés le hizo debutar en la segunda mitad.(Más información en la edición impresa y en la APP de La Tribuna de Albacete (htpps://latribunadealbacete.promecal.es)