La manchega miró hacia lo alto, desde lo alto del escenario con el micro en la mano, y no se pudo contener. «Pero mirarla bien -dijo a los presentes- ¡si pa' 50 años que tiene, mirad lo bien que está la moza!».
Nadie le discutió la sentencia, por cierto, pues bien que asintieron todos los presentes, a la sombra de la 'moza', que no era otra que la Puerta de Hierros, imagen y acceso principal al Recinto Ferial.
Serían las seis de la tarde y una 'miaja' cuando, a su vera y protegidos del resol de la tarde por su sombra, se dieron cita así como un millar de vecinos de Albacete, de los que la mitad iban de 'civil' y el resto ataviados con el traje tradicional.
Los primeros estaban sentados, de público. Los segundos, esperaban pacientes a que les llegase el turno para subir al escenario, para cantar y bailar en honor a la puerta monumental, obra de Carrilero hijo, que este año cumple su primer medio siglo de existencia.
Allí estaban nueve grupos de lo mejorcito de la escena del folclore y la tradición de Albacete: los del Pilar, los Cañicas y los de las Raíces del Llano; los Coros y Danzas de San Pablo; El Trillo, Espigas de La Mancha, los del barrio Centro y el Grupo de Danzas de Magisterio.
No había 'backstage' ni tampoco hacía falta. Casi mezclados con el público, unos afinan y otros dan los últimos toques al maquillaje o los atuendos, o repasan el repertorio.
Suenan los primeros compases de una jota de quintos de Casasimarro: «ya se van los quintos, madre/ y yo no me quiero ir...» porque la moza se queda en el pueblo.
De ahí, el viaje sonoro por la provincia y la 'alredorá' salta a Villalgordo del Júcar con su Danza del Paloteo; luego, Casas Ibáñez, y de allí a Hellín, todos llevados en volandas por jotas y seguidillas.
Y así se pasó la tarde, entre cantes y bailes a la mayor gloria de la Puerta. Tanto fue así que, al bajar, una manchega estaba tan acalorada por el esfuerzo que le preguntó a otra: «¿Y si nos vamos a echar un helado a Los Valencianos?» como si todavía estuviésemos en Feria.