Desde la epopeya de Gilgamesh: «Aquel que vio todo hasta los confines de la tierra, que todas las cosas experimentó, consideró todo. [...] juntamente [...], [...] de sabiduría, que todas las cosas. [...]. Lo oculto vio, desveló lo velado». Hasta el soneto XVIII de William Shakespeare: «Jamás morirá tu verano eterno, ni tu belleza te ha de abandonar, ni Muerte gala hará de ti en su seno, pues en mis versos has de perdurar: Mientras haya un hombre u ojos que vean, vivirán mis versos que te recrean…».
Desde el Génesis: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Haya luz, y hubo luz». Hasta el Funeral blues de Auden: «Parad los relojes, cortad la comunicación; no dejad ladrar a los perros, por compasión. Silenciad los pianos; con el murmullo del tambor, sacad el féretro; canten las plañideras el dolor…».
Desde la Iliada: «Igual muere el holgazán que el autor de numerosas hazañas. Ninguna ventaja me reporta haber padecido dolores en el ánimo exponiendo día a día la vida en el combate (…) ¿Por qué, oh hijo de Peleo, persigues en veloz carrera, siendo tú mortal, a un dios inmortal? Aún no conociste que soy una deidad, y no cesa tu deseo de alcanzarme». Hasta el poema XX de Neruda: «Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo…».
Desde el Cantico de San Juan de la Cruz: «Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras». Hasta la Unidad en ella de Vicente Aleixandre: «Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo el mundo, donde graciosos pájaros se copian fugitivos, volando a la región donde nada se olvida…».
Desde el Amor constante, más allá de la muerte de Quevedo: «Alma a quien todo un dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado». Hasta las Tres palabras más extrañas de Wis?awa Szymborska: «Cuando pronuncio la palabra Futuro, la primera sílaba pertenece ya al pasado. Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo. Cuando pronuncio la palabra Nada, creo algo que no cabe en ninguna no-existencia…».
Desde donde quieran que estén y hasta donde quiera que lleguen: todos los poemas y los poetas del mundo nos desean, suplican, ignoran, exigen y recriminan un fieramente humano Día, Semana, Año, Vida de la Poesía… Y que así sea.