De los negativos en blanco y negro, a las fotografías en color de la era digital. Los albaceteños han sido testigos de la toma de posesión de siete alcaldes desde que arrancó la transición democrática. Repasamos cómo fueron las tomas de posesión de los nueve regidores que precedieron a Javier Cuenca, tres mujeres y cuatro hombres; dos elegidos bajo las siglas del Partido Popular y los demás todos ellos socialistas.
19 de abril de 1979
Salvador Jiménez
El día que Salvador Jiménez cogió el bastón de mando de la ciudad pesaba 60 kilos. Hasta ese grado de detalle ofreció la prensa local ese 19 de abril de 1979, un jueves para más señas, en el que el flaco del Altozano, como se le apodó, estaba llamado a hacer historia: presidir la primera corporación democrática de la ciudad.
Los socialistas necesitaron del voto de los cinco concejales comunistas para que su candidato fuera alcalde. La cita con las urnas había sido un martes, 3 de abril. La lista de UCD que encabezaba Pedro Romero García fue la más votada, sacó unos 700 votos más que el PSOE, diferencia que no fue suficiente para romper el empate a 11 concejales de los dos partidos mayoritarios. La misma noche de las elecciones se anunció el pacto entre el PSOE y el Partido Comunista de España (PCE): «Ganaron las izquierdas», tituló La Voz de Albacete. El futuro alcalde pronunciaba sus primeras palabras, una mezcla de tranquilidad y esperanza: «No habrá traumas, pero venimos a cambiar las cosas», dijo.
Quince días después, el ayuntamiento viejo, el del Altozano, se llenaba de público para acoger al nuevo alcalde. La afluencia fue tal que se instaló un circuito cerrado de televisión para los que se quedaron fuera del salón de plenos. El rito de la toma de posesión se cumplió por primera vez aludiendo a la Constitución, en lugar de a los Principios del Movimiento. Los concejales de izquierdas prometieron el cargo, con alguna excepción; los de derechas juraron sobre la Biblia. Entre los 27 concejales, solo dos mujeres: Concha Barceló (UCD) y María Ángeles López Fuster (PSOE). La mesa de edad estuvo presidida por Tomás Gómez, un representante de comercio que había estado 21 años en las cárceles franquistas que pidió en su discurso diálogo y paz.
Salvador Jiménez, abogado y funcionario del MOPU, de 35 años, se convertía en alcalde en un acto en el que no hubo representación ni de la judicatura, ni de la iglesia. Pero sí mucha gente. En su discurso habló, por supuesto, de democracia y advirtió: «o el pueblo palpa y siente con nosotros las ventajas de la democracia, o tendremos durante muchos años democracia, pero ésta será lánguida y enferma, de voto cada cuatro año, en la que el pueblo y su ayuntamiento serán unos perfectos desconocidos, como unos parientes que se soportan pero nada más». Sabias palabras.
Sus prioridades, proclamadas recién nombrado alcalde, permiten adivinar cómo era el Albacete de hace casi cuatro décadas. Su preocupación más inmediata era el «acuciante problema» de abastecimiento de agua y la eliminación de las «abundantes colonias de ratas que han adquirido vecindad en nuestra ciudad». También habló de mejorar la periferia, de «paralizar el deterioro urbanístico» y de mejorar los equipamientos colectivos (colegios, guarderías, clubes de ancianos y transporte colectivo), amén de «popularizar» la cultura y prometió «cuentas muy claras y administración austera».
Aquel 1979 se acumularon otros instantes quizás anclados en nuestra memoria. Adolfo Suárez accedía a la presidencia del Gobierno y en Gran Bretaña resultaba elegida primera ministra Thatcher, convirtiéndose en la primera mujer en Europa en ocupar esta responsabilidad. Albacete clamaba por tener Universidad y por inversiones que sacaran a sus gentes del paro y permitiesen el regreso de los emigrantes. Un litro de gasolina costaba 40 pesetas y un paquete de cigarrillos rubios 45.
23 de mayo de 1983
José Jerez Colino
Cuatro años después, y ya en domingo, se repitió la cita con la urnas y el PSOE arrasó. José Jerez se llevaba 16 de los 27 concejales en juego. Los comunistas se desplomaban y el PCE quedaba reducido a un solo edil. Los centristas desaparecían del mapa, el CDS no sacó ni un solo concejal; mientras que la derecha, que se presentó en una triple coalición popular (Alianza Popular, Partido Demócrata Popular y Unión Liberal) liderada por Lucrecio Serrano se quedó con 10 concejales.
La novedad ese año es que también se votaron las primeras Cortes de Castilla-La Mancha, José Bono se sentaba en el sillón de la presidencia del Gobierno autonómico, por primera vez. No lo abandonaría hasta pasados 20 años. El tsunami socialista había aupado a Felipe González al poder el año de antes.
En este contexto no es de extrañar que José Jerez confesase el día de las elecciones que esperaba el triunfo, «incluso pensábamos en sacar 18 concejales». El 23 de mayo se repetía el ritual de la toma de posesión y José Jerez fue elegido alcalde con los votos de los suyos y el del médico Pedro Bolívar, el único concejal comunista que quedó en esta segunda corporación democrática. El acta municipal recoge de forma escueta el discurso del alcalde, de quien la prensa valoró al día siguiente el «aplomo» con el que improvisó algunas ideas: habló de recuperar la «memoria histórica» de la ciudad, prometió todo tipo de facilidades para la ubicación de la «Universidad de la Mancha», anunció un plan de urbanismo antes de fin de año y habló atender a las «grandes bolsas de marginación social, agravadas por el desempleo».
Esto último le valió los aplausos de un grupo de parados que con una pancarta pedían «Trabajo o subsidio indefinido». La anécdota la puso Lucrecio Serrano, jefe de la oposición, que no aplaudió el discurso del alcalde «por principios», dijo.
La democracia aún era joven. Aquel año el gobierno nacionalizó Rumasa y la Liga la ganó el Athletic de Bilbao de Clemente.
30 de junio de 1987
José Jerez Colino
La victoria no fue tan dulce en el segundo mandato de José Jerez. Las urnas le arrebataron en 1987 tres concejales, por lo que el PSOE se quedó con 13 ediles. Alianza Popular, esta vez con el arquitecto Gregorio Parreño como cabeza de cartel, bajó un puesto y se quedó con nueve concejales; mientras que el CDS, con Carmen Panadero a la cabeza, cosechaba el mejor resultado de su historia: tres concejales. La izquierda trataba de resucitar con las siglas de la recién creada Izquierda Unida logró dos concejales.
El 30 de junio los 27 concejales, entre ellos sólo cinco mujeres, se dieron cita para elegir al alcalde. Cada partido se votó a sí mismo y puesto que ninguno tenía mayoría absoluta, se permitió a José Jerez seguir con el bastón de mando al ser la del PSOE la lista más votada. Su discurso, pronunciado ya en la nueva casa consistorial, aludía a la necesidad de pactar para sacar adelante los asuntos: «este juego de dialéctica política que aparentemente es complejo, considero que es posible y que permitirá una buena gobernabilidad en el Ayuntamiento, creo que la gestión municipal se va a enriquecer», declaró Jerez. ¿Les suena?
Cuatro años después se despedía de la alcaldía para irse de diputado, sin llegar a tiempo de cortar la cinta inaugural de uno de sus proyectos más ambiciosos: convertir en museo el viejo ayuntamiento. La depuradora, que ahora se ha quedado pequeña, se estaba construyendo entonces; igual que el matadero, cerrado este tiempo atrás.
Para encuadrar todo esto en su memoria, aquel año triunfaba Sabrina en televisión, Mayra y su Un, dos, tres arrasaban y la liga la ganaba la Quinta del Buitre.
5 de junio de 1991
Carmina Belmonte
El PSOE buscó a una mujer y consiguió que Albacete fuese la primera capital de provincia gobernada por una fémina elegida sin necesidad de pactos: sus 14 concejales dieron mayoría suficiente para ello a Carmina Belmonte.
En esas elecciones, el pleno se redujo a tres grupos políticos: PSOE, PP e IU, una configuración que se ha mantenido durante cinco mandatos y que sólo han conseguido fracturar este año los llamados partidos emergentes. Fue la última vez en la que el CDS concurrió a las urnas, consiguió menos de 2.000 votos e inició el camino a la extinción. Los populares tenían por cabeza visible a José Ramón Remiro Brotons (10 concejales) y José María López Ariza era el adalid de la izquierda.
Carmina Belmonte tomaba el bastón de mando de la alcaldía un 15 de junio ante un salón de plenos abarrotado por el público. Esta catedrática de francés metida a alcaldesa inició su discurso con una reseña de la historia de la ciudad y a continuación apostó por su progreso pero «equilibrado y armónico, para que permita el desarrollo económico y de las personas».
Albacete acababa de inaugurar la ‘era del queso mecánico’ con el Alba en primera división, Benito Floro pedía césped nuevo en el estadio. Cuatro años después, Carmina se despidió contenta de saber que la rehabilitación del Teatro Circo estaba encarrilada, pero con una relación con su partido bastante fría.
7 de junio de 1995
Juan Garrido Herráez
Con el PSOE herido casi de muerte por el desgaste de Felipe González, acorralado por los casos de corrupción, el 95 fue el año del triunfo del PP. Por primera vez desde la transición democrática, los conservadores sentaban a su alcalde en el sillón municipal: Juan Garrido Herráez, portavoz de la oposición casi por accidente, se convertía en regidor de la ciudad un 15 de junio.
El PP obtuvo una cómoda mayoría, 15 concejales. Los socialistas se veían en la oposición con el peor resultado de su historia: ocho concejales, que son los que obtuvieron con Matilde Valentín a la cabeza. Parte del voto del castigo al PSOE lo rentabilizó IU que subió a cuatro ediles, entre ellos estaban José Eduardo Martínez Valero o Ramón Sotos, un histórico de la política local que se despidió antes de ayer de la casa consistorial. La primera decisión del nuevo regidor, tomada incluso antes de tomar el bastón de mando, fue cambiar de ubicación a los ediles de IU, a quienes ordenó sentar junto a los socialistas, en la bancada de la oposición. Un gesto. Quizás premonitorio. Tiempo después, la operación de Nueva Izquierda culminaría con su integración en el PSOE.
Tras ser elegido alcalde, el primer abrazo lo recibió de su compañero de filas Emigdio de Moya, quien después resultaría ser su mayor ‘enemigo’ político. Juan Garrido fue breve en su discurso, leyó un escueto texto en el que se comprometió a ser el «alcalde de todos», ¿les suena?; invitó a mirar hacia el futuro, y no al pasado, y prometió «austeridad y transparencia» en su gestión. Habló de medidas de creación de empleo y de desarrollo de la universidad, y terminó diciendo que Albacete «es y será la mayor ciudad de Castilla-La Mancha y debe seguir siendo una encrucijada de caminos». El debate del AVE estaba a la vuelta de al esquina.
Para situarnos, por aquel entonces Galerías Preciados se liquidaba antes de abrir como El Corte Inglés y se anunciaba la apertura de un segundo hipermercado en una ciudad de 140.000 vecinos. España lloraba la muerte de Lola Flores y el Alba se descalabraba en Salamanca bajando a segunda. Un histórico socialista, Jesús Alemán, moría en accidente de tráfico.
3 de julio de 1999
Manuel Pérez Castell
Poco duró la alegría a la derecha. Sus propias guerras internas les llevaron a ser derrotados en las urnas en 1999. Aún sin mayoría absoluta, el socialista Manuel Pérez Castell se convirtió en alcalde gracias a los votos de los 13 concejales que cosechó el PSOE y la abstención de los dos ediles de IU, Elías Rovira y José Benito, con quienes llegaron a ciertos acuerdos, como la recuperación de la Fábrica de Harinas.
El PP se fue a la oposición con 12 concejales, su derrota se tradujo en dimisiones en cascada antes incluso de la toma de posesión. Ni Juan Garrido, ni Emigdio de Moya cogieron el acta de concejal y, casi por accidente, Carmen Bayod se veía haciendo el discurso del PP. Su petición «solemne» de que el AVE Madrid-Valencia tuviese parada en Albacete fue abucheada por algunos de los presentes.
Y es que Castell juró el cargo de alcalde con el volcán del AVE ya en plena erupción. José Bono, que asistió al acto, le robó el protagonismo informativo al prometer un tren de alta velocidad con parada en Guadalajara, Cuenca y Albacete. En su discurso, Castell dijo al respecto que la ciudad «no debía perder las oportunidades que la alta velocidad y la velocidad alta le ofrecen»; prometió ser un «alcalde de todos y para todos», transparencia y participación. La anécdota de aquella sesión, que se celebró por la tarde para que Bono pudiera asistir, fue el calor. El aire acondicionado no funcionó y solo los abanicos aliviaron algo el cálido ambiente.
4 de junio de 2003
manuel pérez castell
El profesor de filosofía convertido en alcalde repitió el ritual de toma de posesión del bastón de mando de la ciudad cuatro años después, esta vez con la mayoría absoluta que le dieron las urnas: el PSOE logró 14 concejales, al arrebatarle uno a Izquierda Unida. Rosario Gualda, única edil de la coalición izquierdista, se quedó sola. El PP, que para esta ocasión eligió a la farmacéutica Rosario Casado como cabeza de cartel, mantuvo sus 12 concejales.
Esta segunda toma de posesión de Castell, tildada de «guante blanco» por la prensa, no fue portada al día siguiente. El Albacete Balompié que había regresado a la Primera División, se la arrebató. El recién reelegido alcalde dijo que haría valer que Albacete «es hoy, más que nunca, la capital económica y social de Castilla-La Mancha» y también prometió. Habló de construir 20.000 nuevas casas, 2.250 de ellas de protección oficial y de destinar el 10% del presupuesto municipal a reinserción laboral y protección social. La burbuja inmobiliaria andaba por aquel entonces en plena ebullición.
16 de julio de 2007
Manuel Pérez Castell
Castell consiguió hacer historia. Ha sido el único alcalde elegido en tres ocasiones, aunque su partido no le dejó terminar su tercer mandato. En la octava cita con las urnas desde que se iniciara la transición, PSOE y PP empataron a 13 concejales. Castell, que sólo sacó 2.000 votos más que su oponente Carmen Bayod, necesitó del voto de la única concejal de IU, Rosario Gualda, para gobernar. Le entregó, a cambio de su apoyo, las concejalías de Educación y Cultura.
«Más que concejales somos ciudadanos y vecinos», proclamó Castell al iniciar su tercer discurso como alcalde. Habló de una ciudad que ya tenía aeropuerto, AVE, tren convencional, «no hemos dejado pasar ningún tren, solamente el de la discordia» y a continuación lanzó el que pretendía fuese su gran proyecto para el mandato: la conmemoración del III centenario de la Feria en el año 2010.
31 de marzo de 2008
Carmen Oliver
No podría Castell celebrar este III Centenario a su modo. El PSOE pensó que su alcalde estaba ya desgastado y al año siguiente forzó su dimisión, enviándolo al Congreso de diputado. Antes de irse a Madrid, le entregó el bastón de mando a Carmen Oliver que se convirtió en alcaldesa casi de la noche a la mañana, sin tener que pasar antes por las urnas. IU reeditó su apoyo a la nueva alcaldesa, no sin antes criticar el proceder del PSOE de cambiar el alcalde a su antojo.
Oliver tomó posesión un lunes, día desacostumbrado para este ritual. Sentada por primera vez en el sillón como alcaldesa, la segunda de la historia democrática de Albacete, se mostró «aparentemente tranquila», pero estaba «inevitablemente nerviosa», contó la prensa. Carmen Oliver dijo ante los presentes que quería hacer una revolución «de lo pequeño a lo grande», avanzar sin olvidarse de la historia, cubrir las carencias de los desfavorecidos y buscar «siempre» el consenso. La primera felicitación la recibió de sus padres, allí presentes.
1 de junio de 2011
Carmen Bayod
El PSOE no se pudo escapar ni de la crisis, ni del castigo en las urnas. Llegó el día de votar y la ciudad andaba patas arriba, entre el llamado Plan de Barrios y los fondos del plan E de Zapatero, no había calle donde no hubiera zanja abierta. Pero ni aún así. El PP arrasó y Carmen Bayod logró para su partido 16 concejales, una victoria aplastante, con la que se equiparó el mejor registro histórico que el PSOE obtuvo con José Jerez. Los socialistas se tuvieron que conformar con diez ediles e Izquierda Unida conservó su única acta, ocupada en esta ocasión por Victoria Delicado.
Por segunda vez en la historia democrática, el Partido Popular se aupaba a la alcaldía. Con emoción contenida, Bayod prometió «trabajo, rigor, seriedad y responsabilidad» y, por supuesto, mucha «austeridad». Era lo que tocaba, la crisis económica y la destrucción de empleo, eran el pan de cada día y la recién alcaldesa anunciaba un plan de saneamiento para «pagar las deudas pendientes, asegurar la prestación de los servicios públicos y las políticas sociales». Dijo, eso sí, que no renunciaría a acometer proyectos para la ciudad y terminó prometiendo que «dejaremos la ciudad mayor, mejor y más hermosa de como la heredamos». Juzguen ustedes mismos, su mandato acaba de terminar.
Mientras Bayod tomaba posesión, una veintena de miembros del recién nacido movimiento 15-M, los conocidos como indignados, se concentraron en la plaza de la Catedral.
¿Alguien se atrevía a imaginar que sólo cuatro años después el panorama político estaría protagonizado por los llamados partidos emergentes?.