Mientras escribo este artículo: estoy oyendo a todo cimbel el Respect de Aretha Franklin; me llegan cortes altisonantes de una conversación a cuatro, a propósito de una entrevista a Rubiales, trufada de comentarios irreproducibles y bizarros sobre Piqué, Hermoso, el concepto filosófico del oportunismo, el Valle de los Caídos, etc.; oigo de fondo el previo de la final de la Copa del Rey de fútbol, la final organizada por la, hasta hace nada, federación controlada por Luis Rubiales; y para coronar tengo al teléfono a un amigo que me dice que si he visto el video de los Smiths del grupo del guasap «Heaven knows I´m miserable now…»
Y claro uno que, como el marqués de Bradomín, cada vez se ve más feo, católico y sentimental, no puede ni quiere evitar que su cerebro mezcle los versos de Aretha: « Todo lo que pido para mí es un poco de respeto» y de los Smiths: «Yo era feliz en el sin dios de una hora feliz de borrachera, pero solo el Cielo sabe qué desdichado soy ahora».
Esta situación si me hubiera pillado hoy con unas cuantas décadas menos de edad hubiera acabado en un diagnóstico de TDA; si me hubiera pillado hace unas décadas hubiera acabado con un sonado tortazo para sacarme del paroxismo; pero hoy, entre dos aguas, ha acabado conmigo escupiendo palabras que indefectiblemente acaban con una delirante imagen y reflexión:
De pronto aparecen en el centro del campo los hermanos y las hermanas Williams. Todos en pie con pancartas reivindicativas: «No al racismo, sí a la paridad, sí a la igualdad». Sorpresivamente aparece Xavi Martínez a quien el Ministro de Trabajo le da un pin de oro y diamantes por su valentía en el trabajo, ya que no hay derecho a que a alguien le insulten solo porque es famoso y futbolista.
Nos congratulamos, nos abrazamos, nos respetamos sin reparar en si somos negros, rosados, lesbianas, parados, autónomos, rentistas o pensionistas, solo en lo maravillosa que puede ser la condición humana. Lloramos mientras asimilamos tal cúmulo de emociones que nos hacen ser mejores seres humanos y al fin, callamos porque se dispone a sonar el himno de España
¿Se imaginan que se escuchara respetuosamente, no se ahogara con otros gritos improcedentes y que una vez acabado se mezclara el aplauso de unos con el silencio respetuoso de otros?
¿Respetarían ustedes a un tipo que entrara a su casa y se pusiera a pitar a su hijo porque es muy feo, a usted porque es o le cae gordo, o vitorearan a su pareja porque les pone más que la ajena?
Algún campeón dirá que es libertad de expresión, para mi es otra cosa que excede el mal gusto y la mala educación. Si obviamente no hay que insultar a nadie por ser árbitro, negro, mujer, hombre o lo que uno sea o se sienta ¿por qué se blanquea insultar o despreciar un himno?
Lo siento, pero no comulgo con respetar a quien no respeta.