LA HERENCIA DE LA CONDESA

Luis J. Gómez / Toledo
-

La condesa de la Vega del Pozo murió el 8 de marzo de 1916 en Burdeos, pero no fue enterrada hasta el 19 en su panteón de Guadalajara. Acaudalada y sin hijos, legó a la ciudad una serie de edificios del 'arquitecto del Palacio de Cristal'.

Hace 100 años la ciudad de Guadalajara vivió un entierro digno de una Grande de España. El féretro llegó por tren, y luego lo depositaron en un coche tirado por ocho caballos y servido por cuatro palafreneros de pelucas blancas. Le seguían varias carrozas con coronas de flores, cien servidores de la casa con velas, niños de la Beneficiencia y las escuelas municipales, la banda provincial... e incluso llegó el expresidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura. El casino había suspendido el baile que tenía pensado celebrar y los comercios permanecieron cerrados durante el entierro.

De esta forma Guadalajara despidió a María Diega Desmaisiéres y Sevillano, la condesa de la Vega del Pozo (también era duquesa, marquesa y vizcondesa). Un siglo después, la herencia de esta mujer acaudalada y sin hijos se mantiene en la capital provincial en la forma de una serie de edificios que seguían la moda de la época: el eclecticismo. Uno de esos edificios, que se asemeja a un esbelto templo de estética neobizantina y que hoy en día sigue sorprendiendo a quienes pasan por Guadalajara... es en realidad el Panteón donde ella fue enterrada.

La condesa había fallecido en Burdeos el 8 de marzo (según cuenta la prensa de la época, después de estar varios días gravemente enferma), pero la noticia de su muerte no se conoció en Madrid hasta el 11. A Guadalajara llegó el 17 de marzo y un día después, el 18 fue el funeral. Terminado el sepelio, en el palacio que tenía la condesa en Guadalajara se dio un almuerzo de noventa cubiertos (en el casino hubo otro de 150).

La prensa de la época describía tanto la gran fortuna de la condesa como sus obras de caridad. En la parte de la fortuna, la cifraban en más de 120 millones de pesetas. Incluía acciones del Banco de España, 15 fincas urbanas en Madrid (uno de sus palacios fue expropiado para hacer la Gran Vía)y  tierras en Guadalajara, Toledo, Navarra, Extremadura o Sevilla.   En la parte 'piadosa', mandó construir un gran complejo -la Fundación- con un colegio y un asilo. El periódico Flores y Abejas destacaba en su obituario de 1916 «lo mucho que se preocupó para que las clases trabajadoras no les faltase nunca el trabajo. Merced a ella puede decirse que no existía crisis obrera en esta población, donde era conocida con el sobrenombre de madre de los pobres».

Rumores sobre el Panteón.  En torno a la prolongada construcción del Panteón familiar, que duró treinta años, hay varios rumores. Dicen que ella mandaba derribar lo construido para que nunca faltase trabajo para dar a los obreros de la ciudad. Otra leyenda apunta a la superstición que parecía tener de que, en cuanto se acabasen las obras de su Panteón, ella moriría. Otra vez en Flores y Abejas, contaban como anécdota la contestación que le dio al alcalde cuando planteó hacer una avenida desde el Palacio de la condesa al panteón. «Desistan ustedes de esa idea», les contestó, «cuanto más se tarde en llegar desde mi palacio al Panteón, muchísimo mejor».

El Panteón se concluyó finalmente el año de la muerte de la condesa, en 1916, así que ya tiene un siglo a sus espaldas. Su arquitecto , Ricardo Velázquez del Bosco, es el responsable, por ejemplo, de la restauración de la Mezquita de Córdoba o de la construcción del Ministerio de Agricultura y el Palacio de Cristal del Retiro. Para Guadalajara diseñó un panteón de estilo neobizantino, con mármoles, una cúpula cubierta de cerámica vidriada y rematada con una cruz. Para su interior trajeron mosaicos directamente desde Estambul. En la cripta el sepulcro de la condesa lo sostienen unos ángeles esculpidos en mármol por Ángel García Díaz.