Hay debate estos días sobre si lo ocurrido en Ceuta es una crisis humanitaria, diplomática, migratoria o sencillamente una invasión. Historiadores con perfume y colonia, como Julián Casanova, sostienen que es inadmisible hablar de invasión porque la Historia sí que ofrece verdaderos ejemplos de esta práctica. Referencia Casanova esos antecedentes a las invasiones militares por tierra, mar o aire que se han dado a lo largo de los siglos. Sucede, sin embargo, que la guerra moderna va por otros caminos distintos y las nuevas técnicas de presión han evolucionado. La Marcha Verde del 75 no fue propiamente una invasión militar, pero de facto provocó que España perdiera el control, dominio y territorio del Sáhara Occidental. Algo parecido ha intentado Mohamed hacer con Ceuta. Y quien no quiera verlo es que le hacen falta gafas de culo de vaso.
Mohamed es uno de los tiranos más ricos del planeta, mientras tiene a su pueblo sometido en la miseria y la inmundicia. Por eso, sus reparos morales son nulos al utilizar su propia población como escudo en una invasión sin armas, porque no puede; pero con carne humana, mucho más letal e indecente. Las imágenes que hemos visto estos días de soldados con bebés entre los brazos darían hasta para denunciar por criminal y genocida a la monarquía aluí. Pero tampoco daremos tantos pasos. El Gobierno de España debe descubrir ya de una puñetera vez lo que es la realpolitik y olvidarse del buen samaritano.
Si Sánchez llegó a bordo de un barco de nombre extranjero como el Aquarius, ya puede olvidarse de semejantes exhibiciones. Ha sido torpe no yendo a ver a Mohamed en un primer momento, como sí hicieron el resto de presidentes españoles. Lo del Polisario en Logroño, otra metedura de pata por no haber informado a los servicios secretos marroquíes. Creo que ha pesado más el hecho de que el sultán lo entendiese como una falta de confianza que el propio hecho en sí. Porque el Polisario no era una hermanita de la caridad y su destino pasaría por ser carne de tribunal. La ministra Laya, lela donde las haya.
La oposición deberá apoyar al Gobierno de España y no sacar rédito alguno de una crisis de Estado. Ahora verá Sánchez si sus socios de la Esquerra y Bildu son de fiar para estos menesteres. Afortunadamente, la crisis del espigón de Ceuta nos ha pillado con Pablo Iglesias fuera del Gobierno. Si no, a saber lo que hubiera ocurrido. Lo que me suscita interés y curiosidad es que muy pocos medios se han acordado del Rey Emérito, allá en el Emirato. Si algo sabía Juan Carlos era la calaña de la que estaba hecho su primo el moro, Hassan II. De ahí que aprendiera de Franco e intentara llevarse bien con los árabes. Sus réditos le han dado al final de la vida, cuando su país le abrió la puerta, lo echó, no quiso saber nada de él ni de su obra, la Transición, y ahora pretende sentarlo en el banquillo. De verdad, párese y piense un momento. ¿Esto hubiera pasado con Juan Carlos de Rey?
Espero que la clase política y los propios medios de comunicación se den cuenta de la gravedad de lo ocurrido en Ceuta. Es una invasión como la copa de un pino contra la integridad territorial de España. Como el procés, por métodos distintos. Marruecos huele la debilidad. Y Sánchez, aunque no lo vea o se lo crea, es débil. Por eso, tan importante como lo que haga el Gobierno es lo que determine la oposición. Porque hablamos de España.