El 24 de septiembre se celebra la festividad de Nuestra Señora de la Merced, patrona de las instituciones penitenciarias. Al acercarse esta fiesta conversamos con el padre Mikel Sagastagoitia.
¿Cuáles son sus tareas como capellán penitenciario?
El capellán en nuestra Diócesis es, al mismo tiempo, el director de esta área de la Pastoral diocesana. Por lo tanto, además de lo propio celebrativo y sacramental, le corresponde coordinar las acciones que todo el equipo desarrolla tanto al interior de la prisión de Albacete, como hacia afuera; en especial junto a las familias del privado de libertad o, en su ausencia, junto a otras instituciones y proyectos que dirigen su acción hacia el mundo penitenciario.
¿Qué actividades impulsa el Secretariado de Pastoral Penitenciaria?
El objetivo fundamental de esta Pastoral siempre es acompañar al privado de libertad en sus procesos, a veces muy duros y prolongados, en la recuperación y sanación de sus heridas, y en la conquista de su libertad y dignidad. Para ello desarrollamos diversas actividades semanales: varios grupos desde el compartir la Palabra de Dios y la vida; un taller de lectura personalizado y en común; charlas sobre diversos temas junto a orientaciones legales y familiares; y el acercamiento y la escucha individualizada a todo el que lo desea. Y por supuesto, la actividad central que es la eucaristía de cada viernes, donde celebramos y nos encontramos en Aquel que nos hace verdaderamente libres.
También ayudan con el peculio. ¿En qué consiste?
Sí, el peculio es una tradición muy arraigada en la Pastoral Penitenciaria de todo el país. Se trata de una pequeña ayuda económica que, mensualmente se ingresa a aquellos que no reciben nada de sus familiares; porque no los tienen o porque les han abandonado. La administración del centro o las trabajadoras sociales, nos facilitan los nombres y nosotros efectuamos el ingreso para que puedan tomar unos cafés en los economatos de cada módulo, hacer llamadas telefónicas, o disponer de un mínimo recurso ante un posible permiso penitenciario. En definitiva, intentando que los que nada tienen, no se sientan marginados del resto.
¿Cuántos son los voluntarios que componen el equipo?
Actualmente participan 10 laicos provenientes de diversos grupos y parroquias, además de una mercedaria de la Caridad, una hija de la Caridad y dos misioneros Paúles.
Se acerca la fiesta de la Virgen de la Merced, ¿cómo se va a celebrar?
En la cárcel la jornada festiva la celebramos este año el viernes, 22 de septiembre, pues el 24 cae en domingo y es día de visitas en el centro penitenciario. Preparamos con antelación la Eucaristía en honor a la Patrona que presidirá nuestro obispo, Ángel Fernández. La dirección, funcionarios y personal de otras instituciones colaboradoras, también se unen. Los horarios, menús de las comidas y otras actividades especiales también marcan la diferencia este día. Por otro lado, en todas nuestras parroquias a nivel nacional, especialmente en las eucaristías del fin de semana, tenemos muy en cuenta la oración y la sensibilización dirigida a nuestros hermanos presos y sus familiares.
¿Qué es lo que más necesitan las personas privadas de libertad?
Sin duda lo que más agradecen y valoran es que les dediquemos tiempo, les escuchemos y les llamemos por su nombre. La sonrisa y la felicidad que les podamos transmitir en nombre de Cristo, es ya toda una buena noticia en la rutina y monotonía de sus días.
¿La cárcel es realmente un cauce de reinserción?
Es algo que siempre nos preguntamos y reflexionamos entre nuestros equipos de voluntarios y en diversos foros eclesiales. Sinceramente hay que reconocer que nuestras cárceles no están preparadas ni diseñadas para ser espacios de reinserción, sino más bien para el cumplimiento de la condena por el delito cometido.
¿Qué retos tiene la Iglesia en este ámbito?
En nuestra sociedad del bienestar con frecuencia pretendemos ocultar la realidad de tantos migrantes, refugiados, personas sin hogar, presos… Pero están en medio de nosotros, aunque queramos desentendernos de ellos. En nuestro caso, los privados de libertad, sus vidas y necesidades, nos están gritando e interpelando. Hemos de escuchar esos gritos, superando ataduras y prejuicios que anulan nuestra visión real de Cristo que sigue junto a ellos crucificado. Queremos brindar misericordia, acompañar el arrepentimiento del que ha equivocado sus caminos y, con paciencia, cariño y comprensión, ayudar a enderezar los procesos de recuperación. Porque para Dios nada hay imposible.