Es bueno entrar en nuestro diccionario para analizar palabras que se utilizan muy poco en el lenguaje habitual o en la jerga cotidiana y cuyo significado es muy común.
Antítesis es sinónimo de contradicción, de incoherencia, paradoja o discordancia, aunque en este caso que nos atañe o que yo traigo a colación, sería mejor adecuarle los sinónimos de absurdo o disparate. Y digo esto porque me parece una gran falta de respeto el que algunos medios, o tal vez, algún periodista «avezado» por eso de volar demasiado alto, diga o comente que la isla de La Palma va a ser, cuando todo esto pase, un importantísimo foco de turismo, de atracción mundial y de reconfortante lugar, incluso paradisiaco por su nueva imagen, sus geiseres, sus jameos, nueva vegetación, minerales desconocidos, paisajes fantásticos, etc., cuando tanta gente está perdiendo esa gran parte de su vida, en morada, en sentimientos, en recuerdos, en pasado, entrando en la desesperación, la ruina, la tristeza y casi la muerte en vida.
Tal vez, hemos convertido nuestra vida en un vaivén de materialismo egoísta donde la desesperación o la tragedia de otros nos afecta poco o apenas nos lleva a convertirnos en solidarios amigos cuando la necesidad y el imperioso sentido del amor fraternal sería lo más urgente y necesario de ofrecer.
Creo que el mundo ha cambiado demasiado para mal. Tal vez, es necesario volver a pasar miseria común, tragedia general, sentimientos rotos, para que todos y cada uno de nosotros, seamos capaces de advertir cuándo deberíamos dar la ayuda a los necesitados. Ni siquiera una pandemia mundial tan dura y tan dramática para muchos nos ha modificado el carácter egoísta de una vida llena de comodidades y de escasas virtudes sociales.
Yo ahora solo pienso en esas familias, en esos padres, en esos niños, angustiados por el drama, por la desesperación, por la pérdida de toda una vida, de todo un cúmulo de sentimientos rotos, porque ellos -tal como podríamos haber sido nosotros- se han quedado sin «nada» y cuando esa palabra llena el espíritu de un ser humano, la condición como tal no existe.
Por eso, ahora, la solidaridad debe ser el emblema; ayudar a todos los que necesitan un halo de esperanza y un sentimiento de vida es el primer valor a ejecutar, adecuar los mecanismos de ayuda económica, de esfuerzo por acogerlos y ponderarles la posibilidad de renacer, sin exponer qué será de esa isla en un futuro, porque lo que ahora es, tiene una palabra clave: tragedia.
Ahí está la Antítesis, es decir, la incoherencia a la que somos muy dados en esta vida de modernidad egoísta, la paradoja -porque toda nuestra vida en este siglo XXI es una paradoja constante-.