El follón que ha montado Pedro Sánchez con su afán de permanecer en La Moncloa a toda costa no tiene precedentes en la política de España, ni de ningún otro país civilizado que se sepa. Lo de los africanos que todavía hacen la guerra con lanzas es otra cosa. Don Pedro montó una marimorena de órdago a lo grande cuando el ínclito Puigdemont quiso independizar Cataluña, poniendo el país y parte de Europa patas arriba, y ahora, cuando las urnas le han sido esquivas, monta una intriga de lo más montaraz e incomprensible para intentar que el bueno del Puchi retorne al regazo materno-patriótico por la puerta grande, para situarse él en La Moncloa, a costa de la impunidad del menda y de hacer el ridículo más espantoso de norte a sur y de este a oeste de la pobre Europa, que se ha visto sumergida en el frangollo sin comerlo ni beberlo.
Ahora, el bueno de Sánchez pretende que el líder independentista catalán retorne a «su feudo» por la puerta grande porque necesita sus votos para permanecer sentado en La Moncloa, gracias a unas elecciones que ha perdido. Dejando a Núñez Feijóo, que ha ganado los últimos comicios, sentado y sin novia, porque entre Sánchez, Puigdemont y otras hierbas y matojos, le han dado la vuelta a la tortilla haciendo de la escena política española un avispero de difícil resolución. Pero en el panal de rica miel con que han confundido España sanchistas e independentistas, tal parece que haya defecado la moscarda y todo ha desembocado en un batiburrillo de padre y muy señor mío.
Estamos siendo la coña marinera de la política europea. Pero eso a los protagonistas del desaguisado se la trae al pairo. Deben pensar aquello de «ande yo caliente y ríase la gente».