Enrique Felipe García nació hace 40 años en Albacete, por lo que de pequeño no pensaba en convertirse en oficial de la Armada Española.
Sin embargo, en 2004 entró en la Escuela Naval. Tras cinco años de formación recibió el Real Despacho en 2009, desde donde pasó a estar destinado dos años en Rota (Cádiz) en el Portaaviones Príncipe de Asturias, como alférez de navío (el equivalente en Tierra a teniente), de ahí pasó al Cazaminas Segura en Cartagena, dos años más. Tras ascender a teniente de navío (capitán), cursó la especialidad de sistemas de combate, entre Ferrol y Rota, donde están las Escuelas de perfeccionamiento de la Armada para oficiales y al finalizar la especialidad pasó a la fragata Blas de Lezo en Ferrol, en 2014, donde estuvo tres años. Su nuevo destino también fue en Ferrol, en la Jefatura de Órdenes, en la 31 Escuadrilla, donde estuvo otros tres años. En 2020 pasó a la Escuela Antonio de Escaño (Ferrol), donde estuvo un año. Se trasladó a Cartagena el verano de 2021, para ser segundo comandante del Cazaminas Tambre. Al ascender a capitán de corbeta, en 2022 pasó a ser el comandante del Cazaminas Sella, lo que lo convirtió en el máximo responsable de dicho barco.
¿Por qué decidió entrar en las Fuerzas Armadas?, ¿tiene algún antecedente familiar?
No tengo a nadie en la familia que sea militar, pero si que había amigos de la familia que lo eran, como un capitán del Ejército de Tierra, que ya era coronel cuando yo accedí y desde los 11 ó 12 años le preguntaba. También había otro amigo de la familia en el Ejército del Aire y con 16 años conocí al hijo de unos amigos de la familia que había entrado de teniente en la Guardia Civil y siempre les preguntaba. También le pedía a mi padre que me llevara a las jornadas de puertas abiertas de la Base Aérea.
No tiene tradición militar, pero su pasión por las Fuerzas Armadas es vocacional.
Sí, ha sido algo vocacional y al vivir en Albacete había visitado la Base Aérea y visto volar los Mirage F1.
¿Fue muy difícil su ingreso en las Fuerzas Armadas?, ¿qué estudios y nota pedían en ese momento?
Yo hice el concurso-oposición durante tres años y a la tercera entré, como entré con 18 años, tenía hasta los 22 para ingresar. Muchos compañeros que no lo conseguían se metían a tropa, desde donde podían acceder, por vía interna, hasta los 26 años. El concurso-oposición eran diferentes exámenes, sobre todo centrado en asignaturas de ciencias, si pasabas los primeros cortes te hacían más psicotécnicos, exámenes de física, matemáticas, química, álgebra, geografía e historia, inglés...
En mi caso fueron tres años, fue una oposición dura porque lo das todo día a día y te lo juegas todo a la carta del día del examen, de hecho los primeros exámenes eran eliminatorios y viajábamos todos desde la Academia y nos reservaban sólo una noche, porque la mitad se volvían, después de todo un año preparándose. También había pruebas físicas.
¿Cómo fue su paso por la Academia y su adaptación a la vida castrense?
No recuerdo que mi paso por la Academia fuera mal, no me costó adaptarme a la vida castrense. Yo sabía que el paso por la Academia era duro y lo es, pero simplemente hay que saber acatar las órdenes. La Academia si que supone sacrificios, porque yo hablaba con los amigos que estudiaban en la universidad y me hablaban de las fiestas que se habían pegado y yo eso no lo he vivido, no viví la vida universitaria, pero yo estaba allí porque quería, porque es la vida que me gusta y porque tenía ese objetivo de, en cinco años, tener ese empleo y esa responsabilidad. También está el compañerismo, porque te apoyas en los compañeros. En cinco años en la Academia, todos hemos pasado momentos difíciles, a veces estás lesionado o has suspendido un examen y el compañero te ayuda o después le ayudas tú. En la Academia hay momentos difíciles, pero como en todo trabajo, en toda vida y en toda carrera, pero no me costó más allá de la dureza que te imprimen, pero todo ese sacrificio ves que ahora tiene su utilidad, para fomentar ese espíritu de que todo problema tiene una solución.
Imagino que uno de los pasos que más marcan a un oficial de la Armada Española es pasar por el buque escuela Juan Sebastián Elcano, ¿cómo fue la experiencia?
Es algo espectacular, es algo único, un privilegio que tienes si estás en la Escuela Naval y en la Armada. Cuando estás en la Academia lo esperas como agua de mayo, porque es algo que afrontas con muchísima ilusión. En mi caso lo hice en el cuarto año y con muchas ganas, luego la vida a bordo es dura, porque para nosotros es una escuela de formación, a lo que hay que sumar la dureza de la vida en la mar, que en esa época de tu carrera no conoces todavía. En la escuela estás en cuarto, yo me fui en enero de 2008 y volví en julio, estuve seis meses y el resumen es que el Juan Sebastián Elcano es un baño de realidad de lo que va a ser tu vida en la Armada. Vas a tener que continuar trabajando y formándote, que es lo que imprime el ritmo diario, que son las clases más las guardias correspondientes, ya empiezas a tener guardias, pasar sueño y tener pequeñas responsabilidades, que te obligan a tener tu mente concentrada y bicéfala, eres alumno pero con responsabilidades. Así es nuestra vida navegando.
Además está la dificultad añadida de viajar en un barco de vela.
Para nosotros no fue más dificultad, la dificultad es el ritmo que imprime ser alumno en un barco, porque tienes que ir a clase todos los días, tienes que hacer exámenes, trabajos, deporte a bordo, horarios muy ajustados y guardias y casi ningún ocio. La recompensa son las paradas en diferentes partes del mundo, para las cuales te tienes que esforzar, porque sigues siendo alumno. Cuando un marino llega a un puerto, hay que dejar que baje a conocerlo, pero si llevas mal una asignatura pues obviamente, no te puedes quedar el fin de semana completo en puerto, con lo que hay que trabajar duro en el barco para poder disfrutar de las paradas en Miami, Baltimore o Gran Canaria.
Entiendo que fue una experiencia muy enriquecedora.
El pasar por el buque escuela Juan Sebastián Elcano es una experiencia espectacular, quizá mientras estás allí no lo valoras tanto, porque tienes navegaciones de 27 días seguidos, 25 ó 21, como en el cruce de Canarias a Santo Domingo o ir de Baltimore a Bilbao y es duro, pero también es espectacular, pero sobre todo lo valoras cuando lo has terminado, porque en el día a día estas en los estudios y las guardias. Además en el Juan Sebastián Elcano eres embajador y navegante, porque eres representante de España allí a donde vas, en Panamá, Acapulco, Costa Rica... te sientes muy realizado de lo que conlleva el barco y la recepción que te hacen en los diferentes puertos y ves a españoles en diferentes países, que vienen con una ilusión tremenda a conocer el barco.
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