Alberto Núñez Feijóo volvió a salir a la calle, en su enésima concentración en contra de las decisiones del Gobierno presidido por Pedro Sánchez y lo hizo ante miles de personas (45.000 para la Policía y 70.000 para los organizadores), tratando de mostrar una fuerza y una apoyo que, a pesar de haber sido la fuerza más votada y por ende ganar las lecciones del pasado mes de julio, no le dio para formar gobierno.
Feijóo sabe que sólo desde una oposición sonora puede seguir en la brecha, sobre todo ante un Sánchez que controla los tiempos mejor que nadie en esto de la política y que, cual pintor de brocha gorda, sabe blanquear sus pactos con los independentistas con acuerdos que incluyen líneas rojas que hace solamente unos meses era impensable cruzar.
El líder del PP es consciente de que esta semana, con la más que segura aprobación de la Ley de Andinista del procés catalán, Sánchez se va a asegurar el apoyo independentista durante unos meses más y, seguramente también los Presupuestos Generales del Estado, lo que dotará al Gobierno de una estabilidad que no ha tenido desde que tomara posesión.
Se quejaba Sánchez estos último días de que la oposición del PP es «faltona», pero lo que está claro es que ante la forma de gobernar del líder socialista solamente vales sus mismas armas y ahí, seguramente Feijóo no tenga las de ganar porque no tiene la misma experiencia en la lucha en el barro.
En cualquier caso, el líder popular, a base de concentraciones, va ganando puntos y empieza a saber atacar. «España no se vende», proclamó ayer Feijóo, para quien la concentración de es «la prueba de la resistencia» frente a un Sánchez que es «la peor versión de la política y la peor perversión de la justicia», porque su ambición le impide tener límites políticos, éticos, legales y constitucionales. Todo ello ante miles de personas enfervorizadas.
Ante esto, en una entrevista en La Vanguardia, habla con calma de la amnistía y sus beneficios para la normalización de la situación catalana, reconoce sus cambios de opinión como si fuera lo más normal del mundo y, después desprender ese aroma zen, no desaprovecha la ocasión para disparar un cañonazo a la oposición y sus manifestaciones. Habla de una fachosfera que se dedica a «polarizar, insultar y generar una desconfianza con un fin claro», lo que ha atribuido según el presidente, a que «la derecha tiene un naufragio de ideas. Están parasitados por la ultraderecha».
Vamos, que la política española se va pareciendo cada vez más al fútbol, donde la Liga se la juegan dos equipos con estilos muy diferentes, pero que tienen el mismo objetivo, alcanzar el título, vamos gobernar.