«Por lo que transmitía, Michael Jordan es para mí el mejor»

Javier del Castillo
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Lleva en sus apellidos las raíces manchegas. A sus 54 años, Antoni Daimiel, el periodista de Movistar + que mejor conoce la NBA retorna a sus orígenes, a la Ciudad Real de los años 70

Antoni Daimiel dejó Ciudad Real a los cuatro años cuando su familia tuvo que trasladarse a Valladolid - Foto: Juan Lázaro

Dejó Ciudad Real a los cuatro años cuando, por razones de trabajo, su familia tuvo que trasladarse a Valladolid. En la capital manchega quedaron sus primeros recuerdos, los tíos y algunos primos, pero permanece grabado en su memoria el monumento de la Plaza de la Provincia, con el que se topaba cada mañana yendo al colegio. En las Navidades de 2023 recorrió, junto a su madre María José, sus dos hermanos –Óscar y Rubén– y su hijo Darel, estos escenarios de la infancia.

Nos vemos en Tres Cantos (Madrid), muy cerca del edificio que alberga Movistar + y otras dependencias de Telefónica. Es su territorio profesional y el territorio NBA, en el que se mueve desde hace casi tres décadas. El periodista Antoni Daimiel Bolaños –al nombre de pila le quitaron la «o», porque ya había varios Antonios en la familia– ha recorrido buena parte de Estados Unidos retransmitiendo partidos de la NBA, pero esa distancia física no ha conseguido borrar sus raíces manchegas. 

La mejor prueba de ello es el entusiasmo con que cuenta su experiencia más reciente, en busca de un tiempo ya lejano. «El último viaje con la familia a Ciudad Real, Puertollano y las Tablas de Daimiel –afirma– fue una especie de reconciliación con mis orígenes, un reencuentro con las huellas del pasado. Me quedé impresionado al contemplar la escultura de la Plaza de la Provincia, que veía cada mañana yendo al colegio. Sentía que pertenecía a mi vida, como la casa donde nací, en la Avenida La Mancha 8, o la Calle del Progreso, 12, donde vivían mis abuelos».

«Me hacía mucha ilusión volver a Ciudad Real para recorrer los rincones de mi infancia»

Antoni Daimiel, junto a su madre María José, y sus hermanos, Óscar (a la izquierda) y Rubén (a la derecha) en el Paseo San Gregorio de Puertollano. Antoni Daimiel, junto a su madre María José, y sus hermanos, Óscar (a la izquierda) y Rubén (a la derecha) en el Paseo San Gregorio de Puertollano. Mientras ellos vivieron, las visitas eran casi obligadas. Sin ellos, a partir de los años 80, ganó la partida el olvido y la distancia. «Me hacía mucha ilusión volver a Ciudad Real en familia y recorrer los rincones de mi infancia», confiesa Antoni. «Nos alojamos en un hotel y celebramos allí el Fin de Año, con cotillón incluido, como se hacía antes. Me quedan algunos primos en Puertollano y otra prima que vive muy cerca de Ciudad Real capital porque su marido trabaja en la Renfe».

Durante su etapa de estudiante, en Valladolid, soñaba con ser periodista y uno de sus ídolos era Javier Ares, con el que muchos años después trabajó como colaborador en sus programas de Onda Cero. Pronto abandonó la carrera de Derecho para estudiar Periodismo en Madrid. «Un día me enteré que estaban haciendo pruebas para becarios en Canal +, que acababa de nacer, y me presenté. Trabajé en el programa 'El día después', viajando los sábados y domingos con una cámara Betacam por los campos de fútbol de Primera División y por algunos de Segunda. El programa lo dirigía Ignacio Lewin y por él pasaron también Jorge Valdano, Michael Robinson, Lobo Carrasco y Josep Pedrerol».

Desde entonces, la información deportiva –especialmente el baloncesto– se convierte en protagonista fundamental de su vida. «En aquellos años existía el tópico de que, si te gustaba mucho el deporte, es porque no sabías de otras cosas. La gente de Informativos de Canal + nos miraba a los de Deportes por encima del hombro, porque éramos más primarios en los comportamientos y dábamos voces. Desde hace quince o veinte años, la praxis del periodismo deportivo no ha sido la más acertada y nos hemos ganado esa mala fama».

Daimiel cree que «Andrés Montes fue el primer 'youtuber' y tenía ya el perfil de los 'streamer' de ahora»Daimiel cree que «Andrés Montes fue el primer 'youtuber' y tenía ya el perfil de los 'streamer' de ahora» - Foto: Juan Lázaro«No me gusta que se alimente la pasión, aunque pueda resultar atrayente»

 Aunque fue 'consumidor' habitual de José María García y de Javier Ares, el periodista ciudadrealeño, jamás intentó imitarlos. Ni a ellos ni a otros reconocidos periodistas con los que ha trabajado. «Nunca dije: quiero ser como éste. Es muy importante que la gente te note verdadero, natural y transparente. La naturalidad puede estar infravalorada, pero la gente reconoce que quieras ser tú y que hagas las cosas a tu manera. Que la veracidad se transmita por tu manera de comportarte y por la naturalidad a la hora de hablar». 

Prefiere no dar nombres, pero confiesa que tuvo muy claro desde sus comienzos a quién no quería parecerse. «Estoy muy en contra del exceso de apasionamiento en el deporte. Es algo que ha ido a más, por desgracia. El fanatismo ha creado muchos conflictos. No me gusta nada que se alimente la pasión –barra, vísceras–, aunque pueda resultar atrayente. Cuando hay una discusión en la calle la gente sale a verla desde la ventana, pero el periodismo es otra cosa».

Daimiel menciona Las Tablas, Ruidera o el castillo de Calatrava entre sus lugares favoritos de Ciudad RealDaimiel menciona Las Tablas, Ruidera o el castillo de Calatrava entre sus lugares favoritos de Ciudad Real - Foto: Juan LázaroFrente a ese modelo de periodismo deportivo, Antoni Daimiel coloca el siguiente mensaje: «Tenemos que mejorar la experiencia del aficionado al deporte, con respeto a esa actividad deportiva y a quienes la practican. Hay que ayudar a que el lector, el oyente y el telespectador lo entiendan mejor. Explicarlo de tal manera que se interese y quiera saber más. De esta forma, allanas el camino entre el deporte y el aficionado». En su opinión, la discusión y el fanatismo es un camino más corto, también más fácil, pero no tiene el mismo valor. «Es un reto difícil hacer un buen periodismo, que además resulte atractivo para la gente. Lo más fácil es hacer un periodismo malo, pero atractivo».

Considera que algunos compañeros están dejándose llevar por la pasión y olvidan el análisis sosegado y aséptico de lo que ocurre en el terreno de juego. Después de casi tres décadas informando sobre el deporte de la canasta y, de manera especial, de la NBA, es inevitable encontrar algún punto de inflexión. «En 2008, cuando ya llevaba doce años haciendo la NBA en las madrugadas de Canal +, tuve una crisis y me puse a hacer reportajes para el programa 'Informe Robinson'. Trabajaba mucho, pero no dejaba de ser un 'offsider'. Venía a la tele por la noche y no veía a nadie, ni participaba en las reuniones… Tenía éxito de puertas a fuera, pero mi progresión dentro se detuvo. Viajar todos los años, por las mismas fechas, veinte días a Estados Unidos para retransmitir los 'play off' de la Liga Americana empezó a cansarme. Me daba pereza, después de 15 o 20 años, los aeropuertos, la seguridad, los hoteles y los viajes a las mismas ciudades de EEUU».

Tras aquel paréntesis de año y medio en 'Informe Robinson', le pidieron volver, aunque en otras circunstancias, a su otra casa, la NBA. «Siempre me ha gustado más trasnochar que madrugar. En la Universidad me apuntaba al turno de tarde para no tener que levantarme temprano. Cuando empecé con la NBA, decidí mantener el mismo horario toda la semana. Aunque no trabajara, seguía acostándome a las cinco o las seis de la mañana. Los médicos me han dicho que hice lo correcto, porque se alivian los problemas de salud que generan los turnos de noche. Andrés Montes también lo hacía así».

«Andrés Montes fue el primer 'youtuber' y tenía ya el perfil de los 'streamer' de ahora»

Por primera vez, sale en la conversación el nombre de Andrés Montes, su compañero y amigo, al que quiere rendir homenaje en el décimo quinto aniversario de su fallecimiento, «y parece que fue ayer». Unos días antes de la entrevista, Antoni Daimiel había grabado una entrevista con Nelson, el hijo del inolvidable periodista deportivo que hizo famoso el término 'tiki taka' y la máxima de «la vida puede ser maravillosa, Salinas». 

«Hay gente que en el trabajo es de una manera y casa de otra –afirma Daimiel–, y eso le pasaba al inolvidable Andrés Montes. Su vida fue una especie de culebrón de sobremesa. Hijo de una reconocida pianista cubana, cuando la madre tuvo que volver a Cuba, puso un anuncio en ABC para buscar una señora que se hiciera cargo del pequeño Andrés durante una temporada. Entonces, una señora soltera de Segovia, pero residente en Madrid, vio el anuncio, llamó y se lo entregaron. Andrés me contó en una ocasión, aunque no le gustaba hablar de eso, que su madre le escribía cartas a la señora desde Cuba, pero esta le ocultaba algunas cosas que decía en ellas. Después de unos años, debió de pensar: a ver si ahora vuelve y se lo lleva». 

El recuerdo emocionado de su admirado Andrés Montes es inevitable. Fueron muchos años compartiendo viajes, retransmisiones y hoteles. «Fue un adelantado a su tiempo. Después de haber formado parte del engranaje de José María García en Antena 3 Radio, se quedó sin trabajo y con problemas de salud. Lo pasó muy mal porque las únicas ofertas que le salieron no eran las que esperaba. Entonces, cuando le llega la oportunidad de hacer televisión, debió de pensar: 'tengo que dar el pelotazo; esto no se me escapa'. Tenía que hacer algo diferente, llamar la atención. Se afeitó la cabeza, popularizó sus pajaritas y se vestía de forma llamativa. De alguna manera, se convirtió en un personaje. Andrés fue el primer 'youtuber', quince años antes de que apareciera YouTube y tenía ya el perfil de los 'streamer' de ahora».

¿Cómo se consigue mantener despierta a la audiencia hasta altas horas de la madrugada?  Antoni vuelve a citar a su excompañero y amigo. «Para eso, Andrés era un maestro. Primero susurraba, como si hubiéramos bajado el volumen de voz del televisor, y, de pronto, pegaba un grito que debía despertar a toda la familia.  La audiencia, en su mayoría, suele ser gente joven y estudiantes. Aunque me encuentro a personas que me dicen que empezaron a verme de niños, luego de jóvenes y más tarde de adultos, mientras le daban el biberón a su hijo recién nacido. La NBA ha formado parte de sus vidas». 

«Por todo lo que transmitía, Michael Jordan es para mí el mejor jugador de la historia»

Autor del libro 'El sueño de mi desvelo', publicado en 2013, donde cuenta sus experiencias con la NBA y las historias más increíbles de las que ha sido testigo en sus frecuentes escapadas a los EEUU, Antoni Daimiel duda, a la hora de elegir al mejor, entre Michael Jordan y LeBron James. «Son diferentes. Como jugador de baloncesto, por todo lo que transmitía –por su relación con el balón y la canasta–, Jordan es para mí el mejor de la historia. Pero LeBron ha sido más constante y con mayor capacidad de resistencia para aguantar en la élite tantos años. Jordan se retiró dos veces y después volvió, como los toreros. En cambio, LeBron siempre ha estado ahí, entrenando para ser el mejor».

Afirma que la NBA era otro mundo en los años 80, como 'La Guerra de las Galaxias'. «Veíamos las primeras imágenes que nos llegaban de EEUU –recuerda– y nos parecía que corrían más rápido y que saltaban mucho más que nosotros. La NBA era como otro deporte, algo distinto al baloncesto europeo. Ramón Trecet fue el pionero, con un programa en la noche de los viernes que se llamaba 'La noche de las estrellas'. En 1995 a la NBA dejó de gustarle cómo la trataba TVE y vendió los derechos a Canal +, que incorporó de narrador a Andrés Montes». 

El baloncesto forma parte de su vida. Han caminado juntos, de la mano. Han transitado a la par, de manera acompasada y adaptándose ambos a los nuevos tiempos. «El baloncesto español ha contado con hasta diez jugadores de gran nivel en la NBA y ahora sólo tenemos uno, Santi Aldama. La gente dice: ¿qué pasa, ya no salen jugadores buenos? No es así. Hay buenos jugadores de 16, 17 y 18 años, pero no tienen minutos ni en la ACB ni en la Euroliga. Por otra parte, el baloncesto en EEUU cada vez está más arriba, financieramente hablando, y aquí cada vez hay más crisis. En la Universidad de California (UCLA, Los Ángeles) tenemos a un jugador maño, Aday Mara, que dicen que cobra quinientos o seiscientos mil euros al año a través de un espónsor. Aquí, desgraciadamente, no tenemos una estructura deportiva que pueda competir con eso».

Casado con una cubana, el periodista manchego conoce bien el país caribeño y los problemas a los que tienen que hacer frente cada día sus ciudadanos. Su primer viaje a la isla tuvo lugar hace 22 años. «Con mi compañero Julio Maldonado ('Maldini' para los amigos), fuimos un día a una agencia de viajes, con la idea de irnos una semana lejos de Madrid. Nos propusieron República Dominicana, Brasil o Cuba y dijimos: pues, vámonos a Cuba. Queríamos conocer un país con una dinámica y un formato diferente al que tenemos aquí. El cubano es muy explosivo; tiene parte de español y de africano. Ahora lo están pasando muy mal. El Estado se ha quedado sin dinero y tampoco recibe ya la ayuda que antes recibía de otros países comunistas».

«Iba con mi padre a buscar espárragos por la zona de Hinojosas de Calatrava»

El padre de Antoni Daimiel nació en Hinojosas de Calatrava, jugó en su equipo de fútbol, y conoció a la que años después sería su esposa, María José, en las fiestas de Puertollano. Estuvo empleado en los laboratorios farmacéuticos Roussel, de Ciudad Real, hasta que un día esa misma empresa le ofreció –con alguna mejora salarial de por medio– irse a trabajar a Valladolid o Córdoba. Optó por Valladolid porque en la capital castellana ya residía una hermana de María José, y allí nacerían poco después los dos hermanos pequeños del periodista. El abuelo paterno era contable en las minas de carbón de Puertollano.

Aunque el paso de los años ha borrado algunos perfiles de sus primeras andanzas por tierras manchegas, recuerda los fines de semana en el campo. «A mi padre le gustaba jugar al fútbol conmigo y nos llevaba cerca de un río –entre Ciudad Real y Puertollano–, donde de paso aprovechaba para lavar el coche. También íbamos a buscar espárragos por la zona de Hinojosas de Calatrava y al pantano de Montoro. La capital, donde se concentraba la administración de la provincia, era pequeña y la gente afable, muy llana, muy sana. Todo el mundo se conocía».

El color sepia de esas imágenes difuminadas por el tiempo contrasta con los sabores imborrables de los platos típicos de la cocina manchega que todavía sigue preparando su madre. «Hace gachas, tiznao manchego y pisto. Mi padre también nos hacía migas un domingo al mes. Era una tradición de la gente del campo y las migas que sobraban se las tomaban al día siguiente con leche. Le llamaban migas canas. Cuando viajaba a Andalucía en coche, paraba siempre en Puerto Lápice para tomar duelos y quebrantos». 

Entre los olores y los sabores de la infancia no podían faltar tampoco las tortas de Alcázar de San Juan, con su azúcar y un poco de anís. «En Ciudad Real hay una gastronomía muy típica y muy calórica. Porque la gente trabajaba en el campo todo el día y necesitaba platos contundentes, cosa que ya no es recomendable por la vida tan sedentaria que llevamos».

La madre de Antoni sigue utilizando palabras y expresiones que son marca de la casa. Términos con patente manchega. «Utiliza mucho el término '¡arrea!', cuando alguien comenta algo sorprendente –explica el hijo–, lo que podría equivaler a '¡qué me dices!'. El programa de José Mota me ha recordado muchas veces expresiones y gestos de reuniones familiares, con mis abuelos y mis tíos. También lo he experimentado en la película 'Volver' de Pedro Almodóvar, cuando las vecinas se dan unos besos muy sonoros al saludarse. Recuerdo de niño que eso era así».

Entre los lugares que más le han cautivado siempre de Ciudad Real, destaca las Tablas de Daimiel, las Lagunas de Ruidera y el castillo de Calatrava. Y, si tuviera que elegir una ciudad de Castilla-La Mancha, se quedaría con Toledo, aunque también le encanta Cuenca, así como la belleza natural del Alto Tajo, en Guadalajara.