El nuevo primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, desveló este viernes un gabinete sin grandes sorpresas que lleva años engrasado por su trabajo conjunto en la oposición para permitirle gobernar desde el primer día.
Apenas unos minutos después de haber pronunciado su primer discurso a las puertas del número 10 de Downing Street, tras haber recibido el encargo del rey Carlos III de Inglaterra de formar gobierno, Starmer llamó uno por uno a los componentes de su Ejecutivo.
Se trata de un equipo sin excesivas discrepancias ideológicas ni perfiles de relumbrón, con la posible excepción de la 'número dos', la viceprimera ministra y titular de Cohesión Territorial, Angela Rayner, que llevará al Ejecutivo las esencias izquierdistas de las bases del partido.
En el Reino Unido los miembros del Gobierno salen siempre de los escaños del Parlamento, lo que hace que habitualmente sea fácil conocer de antemano quiénes serán los elegidos.
Más aún si, como es el caso, el llamado "gabinete en la sombra" lleva trabajando junto en la oposición desde hace años, lo que permite suponer que serán los portavoces del ramo quienes finalmente se llevarán cada cartera.
Entre los nombramientos más inesperados hoy está el del diputado a quien los medios británicos califican como "el hombre más influyente del que probablemente nunca haya oído hablar": se trata de Pat McFadden, coordinador de la campaña laborista y cerebro de la estrategia del partido para alcanzar el poder.
A priori, la posición que detentará en el gobierno le viene como anillo al dedo, pues ha sido designado canciller del ducado de Lancaster, pomposo título que recibe el responsable de la Oficina del Gabinete y que se encarga de coordinar las acciones del equipo, como si fuese un ministro de Presidencia.
Listos para trabajar
Starmer no tiene tiempo que perder, y quiso demostrarlo desde su llegada a Downing Street. Los laboristas llevan 14 años esperando este momento, y desde hace dos las encuestas les auguraban una victoria casi segura.
El Ejecutivo mantiene el perfil relativamente anodino y tecnocrático de su líder, especialmente en las carteras económicas, algo que el primer ministro reconoció sin rubor en su primera alocución.
"A partir de ahora, tenéis un gobierno libre de doctrina, guiado solo por la determinación de servir vuestro interés, para desafiar tranquilamente a quienes han descartado a nuestro país".
Y enfatizó especialmente que su labor para cambiar el país "empieza de inmediato": "No tengáis duda de que reconstruiremos el Reino Unido".
Un frente unido pero frágil
El laborismo tiene demasiado presentes las cicatrices provocadas por su travesía en el desierto como para presentar un frente desunido tras su victoria.
Pese a ello, la enorme mayoría absoluta que ha conseguido, con 412 diputados, casi garantiza la existencia de diferentes facciones en el Parlamento, que podrían complicar la vida a Starmer.
En un Ejecutivo con predominio de las voces moderadas, al centro y la derecha del partido, apenas figuras como la mencionada Rayner o la ministra de Transportes, Louise Haig, darán voz a la militancia escorada a la izquierda.
También podrán sufrir esporádicamente el embate de los independientes que se presentaron sin el aval del laborismo, especialmente de su exlíder Jeremy Corbyn, a quien Starmer despojó del apoyo de su partido y que venció en la batalla fratricida de Islington North.
Entre esos diputados sin adscripción se encuentran cuatro que se presentaron en circunscripciones mayoritariamente musulmanas para contrarrestar a los candidatos laboristas que defienden las posiciones proisraelíes del liderazgo de la formación.