Un superdotado, un monstruo, un gigante del arte. Pablo Picasso pulverizó todos los movimientos e ismos y se convirtió en el creador más importante del siglo XX. Un tótem que experimentó con prácticamente todas las disciplinas y dejó un legado casi insuperable para las generaciones futuras.
Fue un protagonista inimitable, inabarcable y una figura excepcional, no solo como pintor sino también como ser humano. Un hombre inagotable que revolucionó el panorama de las artes plásticas, desde el cubismo hasta la escultura, del grabado o el aguafuerte a la cerámica artesanal, e incluso a la escenografía, y se convirtió en uno de los autores más cotizados del planeta.
Hoy, medio siglo después de su muerte en Mougins, en el sur de Francia, el 8 de abril de 1973, el mundo entero recuerda a este genio que trabajó de forma incansable a lo largo de 75 años y legó al arte más de 13.000 pinturas, 100.000 impresiones y grabados, 34.000 ilustraciones y cerca de 300 esculturas y cerámicas.
Pero Picasso no solo es recordado por su producción creadora sino también por su personalidad, su ego y su capacidad por disfrutar de la vida y de la amistad en toda expresión. Poseía una especie de don exultante y contagioso que transmitía a los demás, en especial a sus amantes y musas.
Ya era famoso desde su juventud. Con tan solo 16 años, el pequeño Pablo ya pintaba como los grandes maestros del Museo del Prado, de una manera incansable, repetitiva y experimental. La Coruña, Barcelona y más tarde París y el sur de Francia se convierten en su casa para siempre, perseguido por una Guerra Civil que nunca llegará a cerrarse en su mente.
A pesar de ser un hombre admirado y solicitado por los poderosos, Picasso fue esencialmente un español sencillo, una persona enamorada de su trabajo, un amante de la amistad, de los barrios bohemios de la capital francesa y un apasionado del Mediterráneo, de los toros y de las mujeres.
El siglo XX supone una revolución para el arte, se traspasan los límites de la imitación de la naturaleza y del ideal clásico imperante para dar paso a las vanguardias, donde prevalecen la originalidad, el concepto y el lenguaje plástico. Esta innovación supone un cambio radical en la historia de la creación en todas sus facetas y Pablo Picasso estaba en el lugar y en el momento adecuado: fue fundador junto con Georges Braque de la corriente cubista, inventor de la escultura construida y coinventor del collage.
Fueron muchos los artistas que se disputaron la primicia artística, de Chagall a Braque y de Kandinsky a Dalí, pero ninguno de ellos le sostuvo el pulso al malagueño.
Las señoritas de Aviñón, Los tres músicos, El Guernica, Dora Maar con uñas verdes, Mujer ante el espejo, Gato devorando un pájaro, La vida o Jaqueline de manos cruzadas son algunos ejemplos de la magnitud de la pintura de Picasso, un arte que tiene el sello de la eternidad.
Un gran homenaje
El mundo entero se ha volcado este año con la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso a través de un gran homenaje que abarca 50 exposiciones y eventos a nivel internacional incluidos en el programa Celebración Picasso 1973-2023.
Se trata de una propuesta sin precedentes que ha sido posible gracias a la unión de los dos países en los que el andaluz pasó gran parte de su vida, España y Francia. Juntos han desarrollado una multitud de actividades que ya están teniendo lugar en las principales instituciones europeas y de América del norte y que culminará con un gran simposio sobre su figura en otoño, coincidiendo con la apertura del Centro de Estudios Picasso de París.
España contará con 17 grandes muestras en diferentes ciudades sobre el genio malagueño. Destacan la que tendrá lugar en el Museo del Prado a partir de junio en diálogo con El Greco y la investigación que llevará cabo el Reina Sofía en noviembre sobre el nacimiento del arte moderno.