Recientemente hemos recibido en el Archivo Histórico una transferencia de documentación del centro penitenciario de Albacete, motivo por el que repasaremos brevemente la historia de los emplazamientos de la cárcel, establecimiento del que apenas se conoce su historia, pese a que es una muestra de la Justicia y el castigo, condicionado por legislación, mentalidad y épocas políticas.
La documentación de la prisión provincial de Albacete, de las prisiones de partido y de los destacamentos penales de Chinchilla de Montearagóny Hellín que ha sido transferida al Archivo Histórico Provincial de Albacete comienza en el año 1932 y termina en 1979. En total, el fondo asciende a 9.676 expedientes. De estos, 6.386 corresponden a los años comprendidos entre 1932 y 1940, por lo que podemos considerar que esta primera fase en la que incluimos la II República y la Guerra Civil fue muy activa en cuanto al clima de violencia y punición, tanto que se habilitó, al terminar la contienda, una segunda cárcel, la de San Vicente, en la carretera de Valencia. Los expedientes de las antiguas cárceles de partido anteriores al año 1932 no han sido transferidos al Archivo Histórico, por lo que suponemos que no se han conservado, al menos los de Albacete.
Emplazamientos. La primera cárcel de Albacete dependía del concejo porque la seguridad ciudadana, el abastecimiento, la organización política, las obras públicas, los caminos, las normas de convivencia (ordenanzas), la justicia en primera instancia, etc., todas estas competencias -mucho más amplias que las de hoy en día- eran asumidas por los concejos. Por tanto, era normal que la vida política y judicial, con su correspondiente castigo, compartieran edificio. Al fin y al cabo, los oficiales que desempeñaban uno y otro cargo, alcaldes ordinarios y alguaciles mayores en cuanto a la justicia, y regidores en cuanto al gobierno eran un reflejo del poder central en cuya cabeza, el rey, descansaban todos los poderes del Estado.
El dato más antiguo de una cárcel en Albacete nos lo proporciona un documento fechado el 20 de noviembre de 1436 cuando el concejo acordó habilitar la torre de la Villanueva, donde se solían reunir, para cárcel, aunque también se usaba la propia casa del alguacil o bien algún local alquilado. Esta situación fue especialmente dura para algún oficial que llegó a sufrir la inexistencia de cárcel, como le ocurrió a Martín de Cotillas en 1488 cuando siendo alguacil arrestó y llevó presa a su casa a Catalina de Ávila, una vez recluida y estando él ausente, su mujer la liberó para que le ayudase en las faenas del hogar, circunstancia que la presa aprovechó para darse a la fuga, comprometiendo seriamente al alguacil quien, por orden del gobernador del marquesado de Villena, fue apresado y torturado con una ballesta, en Chinchilla.
En el año 1480 los Reyes Católicos a través de las Cortes de Toledo promulgaron una instrucción para que en todas las villas y ciudades existiera una casa del concejo y cárcel pública, procurando que estuviera en la parte más visible de la plaza Mayor. De esta forma, a principios del siglo XVI ya estaba construido un edificio específico en la plaza Mayor, llamada la de abajo, por contraposición a la de arriba, la de Villacerrada. Se situó en la esquina entre la plaza y la calle que en pendiente subía a la Villacerrada. La fachada paralela a la plaza correspondía al ayuntamiento, mientras que la torre servía de acceso a la cárcel que se extendía a lo largo de la calle ascendente, y que se llamó de La Estrella porque así se llamaba la Virgen del concejo, que tenía su hornacina allí, y por extensión la misma torre. Existían unas gradas a lo largo de su fachada y una ventana con reja en la que se ataban los presos cuando un alcaide sustituía al otro, el saliente y el entrante, a modo de ceremonia de traspaso. Además de cepo, grillos y grillones, contaba con elementos de tortura como el potro para dar tormento realizado por uno de los carpinteros de la villa. Contó con un aposento para mujeres honestas. Las condiciones higiénicas y de salubridad eran pésimas debido a la humedad y a la falta de cloaca, problemas que se mejoraron con la construcción de una «necesaria», pues por causa del mal olor los presos enfermaban.
El 1 de mayo de 1566 se abrió un libro de visitas periódicas de las autoridades a la cárcel. Este documento nos permite conocer la historia personal de los presos, que aquel día eran seis hombres y una mujer, acusados de rufianería, deudas, juramento, asesinato, vagabundeo y estafa.
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