25 años del regreso más cruento de ETA

SPC-Agencias
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La banda terrorista rompió en el 2000 su tregua más larga y se lanzó a una encarnizada espiral de muerte: militares, policías y políticos, pero también empresarios y periodistas que se atrevieron a hacerle frente

25 años del regreso más cruento de ETA - Foto: Imagen de Theklan en Wikimedia Commons

En este recién estrenado 2025 se cumple el 25 aniversario de uno de los años más duros de la historia del terrorismo de ETA, tanto por el número de víctimas como por la enorme frustración generada tras la tregua más larga de la organización criminal y por la repercusión y simbolismo de muchos de los asesinatos que llevó a cabo hace un cuarto de siglo, como una bestia acorralada ante la acción policial y el rechazo social.

La banda permaneció un año y medio sin matar, desde el 25 de junio de 1998, cuando asesinó al edil del PP Manuel Zamarreño en Errenteria (Guipúzcoa), hasta el 21 de enero de 2000, día en el que rompió efectivamente el armisticio declarado en septiembre de 1998 y asesinó al teniente coronel Pedro Antonio Blanco en Madrid. La banda había anunciado el 16 de septiembre de 1998 un alto el fuego «total e indefinido», solo cuatro días después de la firma del Pacto de Lizarra, un acuerdo entre partidos nacionalistas y de izquierda vascos surgido tras los contactos mantenidos por el PNV y EA con ETA.

La organización terrorista comunicó el 28 de noviembre de 1999 la ruptura de esta tregua, al considerar que PNV y EA no estaban cumpliendo sus compromisos.

La tensa espera se prolongó durante 54 días, hasta que la cúpula de la organización decidió pasar de las palabras a los hechos y mató a Pedro Antonio Blanco en Madrid. Este asesinato fue el primero de los 23 que cometió ETA a lo largo del año 2000, cuando, tras el fracaso del proceso de Lizarra, decidió atacar y señalar a los principales colectivos enemigos: las fuerzas de seguridad, el PP -que gobernaba entonces en España-, el PSOE, los medios de comunicación, la judicatura, los empresarios y los funcionarios de prisiones.

La política ETA asesinó en 2000 a siete políticos, cuatro del PP y tres del PSOE, los dos partidos a los que pretendió excluir de la vida política con el PNV y EA antes de la tregua. Partidos cuyos concejales fueron hostigados constantemente a través de acciones de violencia callejera.

Continuó la campaña de ataques a ediles que había iniciado cinco años atrás al matar a Gregorio Ordóñez y en 2000 acabó con la vida de los cargos del PP Jesús María Pedrosa (4 de junio, Durango, Vizcaya); José María Martín Carpena (15 de julio, Málaga), Manuel Indiano (29 de agosto, Zumarraga, Guipúzcoa); y José Luis Ruiz Casado (21 de septiembre, Barcelona).

Los tres objetivos del PSOE fueron escogidos por su relevancia y simbolismo: el exvicelehendakari y portavoz del PSE-EE en el Parlamento Vasco, Fernando Buesa, fue asesinado el 22 de febrero en Vitoria, el exgobernador civil de Gipuzkoa Juan María Jauregui lo fue el 29 de julio en Tolosa (Gipuzkoa) y el 21 de noviembre ETA acabó con la vida del exministro de Sanidad Ernest Lluch en el garaje de su casa de Barcelona. También atentó e hirió de gravedad al exconsejero de Justicia del Gobierno Vasco, José Ramón Recalde.

Medios de comunicación

En la mañana del domingo 7 de mayo, José Luis López de Lacalle, fundador del Foro de Ermua y columnista de El Mundo, fue asesinado cuando se encaminaba a su casa de Andoain (Guipúzcoa), con un paraguas granate y ocho periódicos en dos bolsas de plástico.

Al día siguiente, el entonces portavoz de Euskal Herritarrok, Arnaldo Otegi, dijo que «se imaginaba» que con ese atentado ETA buscaba «poner sobre la mesa el papel de los medios de comunicación». Una de las vergonzosas declaraciones que aún persigue al líder de la izquierda abertzale, 25 años después.

Ese mismo año ETA intentó asesinar a los periodistas Pedro Briongos (El Correo), Carlos Herrera (RNE), Aurora Intxausti (El País) y Juan Palomo (Antena 3).

Los industriales

Joxe Mari Korta no era un empresario cualquiera. Presidente de Adegi, la organización patronal guipuzcoana, se había destacado por su firmeza contra ETA, al animar a los industriales de su provincia a no plegarse al chantaje y no pagar a la organización terrorista. ETA atajó su valentía con un coche bomba que explotó a su paso en el exterior de su empresa en Zumaia (Guipúzcoa), el 8 de agosto de 2000, un día después de que cuatro jóvenes miembros de ETA murieran al estallar el artefacto que portaban en un coche en el barrio bilbaíno de Bolueta.

Uno de los asesinos de Korta, Xabier Makazaga, dijo tres años después en el juicio que el empresario había sido «ejecutado» por negarse a pagar a ETA y animar a otros a no hacerlo, mientras sí abonaba sus impuestos al Estado español.

La judicatura

En el año 2000 ETA también atacó a otro de sus enemigos clásicos, el poder judicial, con el asesinato, el 9 de octubre, del fiscal jefe del Tribunal Superior de Andalucía, Luis Portero, a quien los etarras Hariet Iragi y Jon Igor Solana dispararon por la espalda en el exterior de su domicilio de Granada.

Ejército y policía

Además del asesinato de Blanco en Madrid, ese año la organización terrorista acabó con la vida de Jorge Díez, el ertzaina escolta de Buesa (22 de febrero, Vitoria); el subteniente del Ejército Francisco Casanova (9 de agosto, Berriozar, Navarra); los guardias civiles Irene Fernández Perera y José Ángel de Jesús Encinas (20 de agosto, Sallent del Gállego, Huesca); el coronel Antonio Emilio Muñoz Cariñanos (16 de octubre, Sevilla); el general José Francisco Querol, su conductor, Armando Medina y el policía nacional que le escoltaba, Jesús Escudero, muertos por un coche bomba en Madrid el 30 de octubre, un atentado que provocó el fallecimiento días después del conductor de autobús Jesús Sánchez Martínez.

La banda terrorista culminó su ataque a las fuerzas de seguridad con el crimen contra el policía local de Barcelona Juan Miguel Gervilla, en la capital catalana.

Funcionarios de prisiones

El 22 de octubre, una bomba colocada  por la organización terrorista en el coche de Máximo Casado acabó con su vida. Era jefe de servicio en la prisión de Nanclares y su asesinato fue un nuevo ataque a un colectivo contra el que ETA ya había golpeado anteriormente en varias ocasiones.

Aquel  cruento 2000 provocó nuevos pasos en la lucha contra el terrorismo, como la firma del llamado pacto antiterrorista, que derivó en la ilegalización de las organizaciones políticas que daban soporte a  la banda. El último año del siglo XX fue el brutal preámbulo de una década de declive que concluyó con el fin definitivo del terrorismo en octubre de 2011.