El diestro madrileño Víctor Hernández, que cortó dos orejas y tuvo una actuación maciza, fue designado por el jurado como triunfador absoluto de la cuarta edición de la Copa Chenel, cuya final, en mano a mano con el albaceteño Molina, se celebró hoy en la plaza de toros de la localidad madrileña de Móstoles.
A pesar de tener que torear con un dedo del pie izquierdo fracturado, tras la voltereta sufrida en la "final a tres" que tuvo lugar el día antes en este mismo ruedo, Hernández mostró hoy, en el festejo decisivo, todas las bazas que le definen como un torero muy esperanzador sin haber llegado a cumplir siquiera un año de alternativa.
Y esas bazas, básicas en su holgada victoria, no son otras que un valor sereno y un precioso temple, que le sirven tanto para asentarse con firmeza ante los toros como para llevarlos con un trazo largo en los muletazos, tal y como sucedió hoy con los tres ejemplares de muy distinta condición a los que se enfrentó.
El primero de su lote, de Pedraza de Yeltes, fue un toro muy hondo y de casta medida, al que Hernández llevó muy largo con la mano izquierda tras abrirle la faena con varios pases cambiados sin mover un pie de la arena, para cortarle así la primera de las dos orejas que paseó.
Porque, extrañamente, la petición de trofeo por parte del público fue muy tímida una vez que estoqueó al cuarto, un exigente y muy armado astado de Baltasar Ibán, cuya aspereza atemperó para ligarle dos soberbias series de hasta siete y ocho naturales cada una, muy en la línea del toreo de José Tomás, en el que claramente se inspira. Pero, tras necesitar de dos descabellos para rematarlo, el premio quedó en una vuelta al ruedo.
La otra oreja la obtuvo el madrileño del sexto, de Victoriano del Río, al que hizo un apretado quite por saltilleras y le abrió el trasteo de muleta con las dos rodillas en tierra, para después muletearlo con ciertos altibajos motivados por la actitud del animal, que no rompió con verdadera entrega por sus apuntadas ganas de rajarse.
De una u otra forma, fue así como Víctor Hernández acabó haciéndose con el trofeo en disputa tras varias fases eliminatorias, y también con el derecho a torear en Las Ventas en la corrida del próximo 12 de octubre.
Su rival en este mano a mano final también "tocó pelo", en su caso del tercer toro de la tarde, que llevaba el hierro de Victoriano del Río y fue el que le ofreció mayores opciones, en tanto que, aunque flojeó en exceso en la primera parte del trasteo, acabó tomando la muleta con mucha nobleza gracias a la paciencia y a los aciertos técnicos con que Molina logró sacar su buen fondo.
Más complejo fue el primero de la tarde, otro "ibán" de encastada aspereza con el que el torero de Albacete no acabó de concretar por falta de un mayor mando en los muletazos, mientras que al quinto, de Pedraza, con tan medidas fuerzas como raza, le sacó algunos pases estimables antes de meterse en la distancia corta y fallar con la espada.