Ha dirigido orquestas como la Bard University Orchestra, Filarmónica de San Petersburgo, Orquesta del Festival de Bulgaria, Orquesta 430 de Vigo, Orquesta del Royal Northern College of Music, Orquesta de la Comunidad de Madrid. Francisco Antonio Moya, nacido en Villahermosa (Ciudad Real) y afincado en la capital, charla con La Tribuna de Albacete sobre el futuro de su música y de sus sueños y anhelos.
¿Qué es la música en su vida?
Es el elemento que ha vertebrado mi existencia desde la infancia, cuando yo descubrí esta que considero mi vocación puedo indicar que no busco una correspondencia económica de acuerdo al tiempo que invierto. Es decir tú inviertes muchísimo tiempo, pero como lo disfrutas, lo gozas, te diviertes y te hace crecer, no estás pensando que una hora de eso vale 50 euros. Estás lleno de proyectos y la música como tantas cosas es inabarcable, porque sólo estudiar todo el repertorio que tienes, escuchar música, leer sobre música, tener partituras nuevas, te lleva a una vida si te quieres dedicar verdaderamente a eso, con entrega, pasión y con lo que merece. En este caso, el campo nuestro, la música clásica es inabarcable por donde lo cojas. Ahora mismo que he salido de los conciertos de Navidad, El Mesías de Haëndel, luego me marcho a Andorra a dirigir La Misa de la Coronación, entre medias hago un concierto de zarzuela que también me lo tengo que estudiar, porque es difícil y largo, y te das cuenta de que son cosas que no puedes abarcar.
¿Cuáles son sus mayores referencias en la música?
Hay varios. Si te digo desde el punto de vista de la dirección de orquesta hay una grandísimo referencia llamada Carlos Kleiber, porque me gustaba muchísimo cómo dirigía, su elegancia, su forma de dibujar la música y de transmitir. Pero por afilar el tiro hay un maestro llamado Leonard Berstein que componía muy bien, que tocaba el piano muy bien, que dirigía bastante bien y que tenía una cosa que me gusta mucho en las personas y en los músicos que es su capacidad de comunicación. Compuso Los conciertos para jóvenes en la Universidad de Nueva York, me parecía un comunicador increíble y él me parecía excepcional, porque creo que a la música clásica le faltaba comunicación y esa es una de las cosas que me gusta mucho. Yo de hecho en mis conciertos me encanta comunicar, suelo explicar el 99% de los directos, muy poquito, sin ser pesado, pero acostumbro a dar tres pinceladas. La gente agradece que esa persona que está ahí arriba no sea distante, porque no estamos en el siglo XIX, sino en el XXI. La materia prima es la misma, el contenido es el mismo, pero el continente es distinto. En ese sentido no sé de quién tenemos que aprender, de las estrellas de rock, de los grandes comunicadores, pero hay que llevar esa música de otra manera a la gente.
¿Quién ha sido su maestro?
Diría uno local, uno nacional y uno extranjero y de diversas facetas. El primero fue en el pueblo en el que yo era monaguillo y con el sacristán Juan Andrés Gallego empecé a tocar música, porque me llamaba la atención y me preparó los primeros cursos de solfeo para ir al conservatorio y presentarme por libre. A nivel nacional estudié muchos años en el Conservatorio Superior de Música de Madrid y allí, dentro de mis diferentes vertientes como músico, me marcó bastante la figura de Antón García Abril, compositor de Teruel, recientemente fallecido, con música de Félix Rodríguez de la Fuente El hombre y la Tierra y cantidad de películas que hizo. Otro internacional, que murió hace poco, y que estuvo cuando yo estudié en Nueva York fue Harold Farberman, un hombre que me supuso una visión muy diferente de lo que era la dirección y aprendí a tener mi personalidad propia.
¿Dirigir es tan difícil como parece?
Es más difícil de lo que parece, porque a veces parece fácil para la gente porque ve al director moviendo el palito y piensa: «Eso lo hace cualquiera». Si te pones delante de la Orquesta Filarmónica de Viena y tocas una cosa que ya han interpretado 1.000 veces, da igual que se ponga allí un pato. Cuando tú ves y percibes que estás incidiendo en el sonido de la orquesta, te das cuenta de la importancia que tiene dirigir. Si tú no llegas a tener esa conciencia, entonces no diriges, porque da lo mismo que sea un director, que un mono, pero claro, cuando te das cuenta de que incides en el sonido a través de un gesto, de que haces un comentario y oyes que el sonido está moldeándose y está cambiando, entonces ya eres director.
¿Como director tiene que estar en contacto con todos los instrumentos de la orquesta?
Eso es. Tú debes tener siempre la partitura en la cabeza con una imagen mental y si hay algo que te chirría, nunca mejor dicho, dices: «Esto no». Siempre te tienes que esculpir, porque cuando recibes la cuestión sonora de lo que los músicos te dan, tú tienes que ver si eso coincide con tu imagen ideal y espiritual de la partitura. Si es que sí es perfecto, si no, empieza a pulir y a esculpir. Por eso se estudia tanto y de ahí la importancia que te sepas muy bien la partitura, porque entonces piensas quiero escuchar más a los violines segundos, el ritmo ese no es exacto, ése está tocando una nota que no está bien, quiero escuchar más a los violines segundos.