Karmento ofreció un gran concierto en las fiestas de La Paloma

Emilio Martínez
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La artista de Bogarra sorprendió a los asistentes y bajó a cantar entre ellos dos canciones

Karmento, durante el concierto de Madrid. - Foto: Sol García

Nadie duda de que hace tiempo que la indudable, complicada y exigente capital cultural española está conquistada por Karmento. A sus éxitos en febrero en la presentación de su disco La Serrana, en el Joy Eslava, y en mayo, en la programación de San Isidro, unió ahora una actuación magistral en las fiestas de La Paloma, las más populares y castizas. En esta feria siempre se elige, precisamente para su cierre, el día grande, festividad de la Virgen que les da nombre, y en la plaza de La Paja, a una gran artista con fuerte tirón popular, siendo este año la de Bogarra la que acaparó todo el protagonismo. Fue merced a un conciertazo con lleno absoluto en el que también se centró con las canciones de este último álbum. «Si es que yo soy muy castiza, muy costumbrista y me encantan estos compromisos abiertos a la gente», como declaró a La Tribuna. 

Porque le encantan los espacios naturales para este tipo de celebraciones a alguien que basa su trayectoria en la música popular y de raíz, no sólo en la manchega -aunque sea mayoritaria-, como fiel representante de lo que se ha etiquetado como nuevo folk, una denominación que aunque se queda corta, no le disgusta. Que por fortuna ha pedido el ya desusado calificativo de antigua e incluso casposa. No en vano presumió de ella durante el recital: «Sí, soy una folklórica».

Aunque, cual comentó en voz alta uno de los afortunados presentes, quizás la mejor definición para ella sea la de «artista total»". Una ocurrencia y observación perfecta, secundada con un fuerte aplauso, porque realmente en este concierto como en todos los suyos, aquello fue más, mucho más que una actuación. Fue un completísimo espectáculo polivalente, como algunos de los responsables de la organización del mismo atestiguaban al felicitarla al término del mismo.

Ya que Karmento, siempre respaldada por su extraordinaria banda -con Emilio Abengózar a los teclados, Albany Guedes al violín, Maribel de Lamo a la guitarra (además de charango y guitalele) y Rosi Herreros a la percusión- no se limitó a ir desgranando sin solución de continuidad las canciones. Así fueron sonando El aguadero -de inicio y al final antes de los bises-, La loca del pueblo, Hay que soltar, Fuego encendido, La Serrana y otras de las que se integran en el álbum, absolutamente todas compuestas por ella en letra y música. 

Pero además de cantar muy bien esos temas, que con su extraordinario directo, todavía suenan mejor y estremecen más en las fibras sensibles del público, la de Bogarra los vive intensamente, como podría hacer Raphael -amén de la desaparecida Rocío Jurado-. Y con la ayuda de sus músicos los teatraliza, habiéndose ganado la catadura de ser mucho más que una cantante: de ser una intérprete. Así aconteció cuando cogió la garrota para aumentar el ritmo de la percusión -también con el pandero- o cuando manejó las postizas e igualmente al calzarse los pies para unos bailes tan perfectos que semejaban el más difícil ejercicio de ballet.

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