Más difícil todavía. Como en el circo. Sin duda. Pero trasladado a ese trabajo, por cierto sin red, que es el teatro. Si salir al escenario en cualquier buen espectáculo profesional del llamado arte de Talía ya es complicado en sicología del personaje que se interpreta, gesticulación, movimientos, texto y otros detalles del conjunto de la actuación, más lo es si se lleva a cabo con doblete a la vez. Que es el caso de uno de los más consagrados actores cómicos españoles. Pongamos que se escribe de Javier Losán. Porque este albacetense de El Bonillo cuelga su nombre en la cartelera del Teatro Muñoz Seca desde hace varias semanas, y las muchas que le quedan. Y está llenando a diario en todas las funciones de las obras La cena de los idiotas y Que Dios nos pille confesados.
Un asunto con el que pocos o ninguno se atreve y que no sólo no le cansa, sino del que se siente orgulloso, porque, como declara a La Tribuna, «cuando uno hace lo que le gusta, es un placer a la vez que un privilegio», para añadir de inmediato que si pudiera ser «haría hasta triplete». De modo que frente a lo que pudiera pensarse no se trata de algo agotador para él. Pues argumenta que está mentalizado: «El cuerpo recibe órdenes del cerebro de que eso es lo que yo quiero y es bueno, y el cuerpo está encantado. O sea que es solo cuestión de mente fuerte, cuerpo fuerte».
Incluso en dos personajes más o menos disparejos como los de estas dos obras, Floren, de Que Dios… y Francisco Piñón, de La cena… Y al preguntarle sobre lo que se parecen y se diferencian, echa mano del humor: «Sí se parecen en algunas cosas: la voz y el físico, ya que soy yo quien les da vida a ambos, ja ja». Son distintos desde el vestuario de cada uno, enfocarlos desde la verdad interpretativa que tienen y creerse lo que pasa en cada momento en escena para darle las intenciones precisas a cada palabra. «Si el texto es bueno, como el de estas dos obras, ya ayuda mucho».
A lo que agrega un asunto en parte sorprendente, pues además de que la percha, o sea, el intérprete, y las características físicas de cada personaje también tienen algo que ver, hay otra clave más o menos secreta. «Sobre todo, para hacer comedia, tienes que ser buen actor, disponer de vis cómica… y ser buena persona. Esos son los ingredientes». Claro que admite que luego está en que a ese gran jurado independiente y libre que es el público le guste, cual acontece en grado máximo con La cena de los idiotas y Que Dios nos pille confesados. Hasta el punto de que recomienda a los paisanos que viven en Madrid y a los que se desplacen desde Albacete que se apresuren en comprar las entradas por internet. «Porque vuelan, y el que avisa no es traidor, no será que no lo he dicho, ja ja».
(Más información en edición impresa y en la APP de La Tribuna de Albacete (https://latribunadealbacete.promecal.es))