Acaim avisa: los asentamientos de Albacete se promocionan

Emma Real
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A través del proyecto 'Inclúyete', con apoyo de la Junta y la Diputación, la asociación trabaja con inmigrantes alojados en naves abandonadas o chabolas «que se alquilan»

Acaim avisa: los asentamientos de Albacete se promocionan - Foto: Rubén Serrallé

Desde hace décadas, la capital ve cómo, en la época de campañas agrícolas, ejerce de polo de atracción de temporeros que, ante la falta de oferta de alojamiento, se instalan en los numerosos asentamientos que la rodean. Acaim es una de las organizaciones que más directamente trabaja con estas personas. De hecho, su proyecto Inclúyete es específico para la atención a los inmigrantes en asentamientos, está subvencionado por la Junta de Comunidades y por la Diputación Provincial, -aunque este año están aún a la espera de que se resuelva esa ayuda por la institución provincial-, y cuenta con el «respaldo impagable» del voluntariado de la organización.

Eva Sánchez, técnico de Acaim y miembro de la Junta Directiva, explica que el proyecto funciona todo el año, pero «se intensifica» entre primavera y final de la vendimia, coincidiendo con la campaña agrícola. Ese contacto directo les permite conocer bien cómo son los asentamientos, que, en el caso de la capital, se reparten en dos modelos concretos: los asentamientos de personas rumanas, «donde hay familias, mujeres y menores», y que varían mucho los alojados que hay en invierno y los que se contabilizan en verano, «que duplican, e incluso pueden triplicar su capacidad» ahora; y los de «personas africanas, sobre todo subsaharianas o magrebíes» y que suelen estar en el entorno de la Carretera de las Peñas, aunque por primera vez «hemos encontrado latinoamericanos, hay tres familias colombianas viviendo ahí ya».

Desde Acaim valoran las iniciativas que el Ayuntamiento mantiene, tanto el albergue, que «es para las personas que no tienen documentación», como el Seminario, que «es para las personas que sí que pueden ser contratadas», que tienen su documentación reglada y que «vienen a este país para recoger los productos que luego nos comemos». Vienen «a lo mismo» quienes no tienen sus papeles 'en regla' porque «trabajan igualmente, hay que recoger el ajo, la cebolla, la patata o la uva».

Trabajo, en asentamientos. Pese al agradecimiento por estos recursos municipales, y del Obispado, y que «son dignísimos», Sánchez advierte de que «no son la solución al problema».

Y no lo son por una circunstancia muy concreta también: «El trabajo está en los asentamientos», afirma. Acaim ha constatado que «en Albacete funciona mucho la figura del intermediario» y éste, a donde acude a buscar mano de obra es a los asentamientos, «no va a la puerta del Seminario». Tanto es así, que a menudo, en las visitas realizadas por la asociación a estas zonas, «nos hemos encontrado con personas nuevas -las tienen localizadas porque, para facilitarles los recursos que llevan, la condición es que les recojan la documentación y datos- y, al preguntarles cómo han llegado a Albacete, nos han dicho que estaban en Almería, o en la campaña de la fresa, y les indicaron que vinieran a Albacete porque tenían sitio donde dormir», y resulta que «ese sitio donde dormir era un asentamiento». 

La cuestión, insiste la técnica de Acaim, es que «los asentamientos de Albacete ya se venden en toda la península como un sitio para dormir, como si fuera un albergue o un recurso con todas las comodidades, y no es así».

En ellos es donde va el intermediario a buscar el trabajo. Se les ve llegar fácilmente por la tarde, al finalizar la jornada, «con furgonetas o coches, con los temporeros, porque allí se les busca y allí se les paga». Los parques a la salida de la ciudad, por la Carretera de Las Peñas, son uno de los puntos habituales. «A menudo se ven colas y grupos de inmigrantes esperando» que solo buscan un trabajo y un sueldo, pero «no es el sitio».

Con una alta ocupación, «a mitad de junio estaban ya al 50% y suponemos que se llenarán», el Seminario y el albergue son una buena solución de alojamiento, pero muchos de los inmigrantes se muestran reticentes. Además de la cuestión laboral, estas instalaciones se rigen por una serie de necesarias normas, pero frenan el interés. «Es un dispositivo dignísimo, se les proporciona el desayuno, la comida y la cena, pero muchos  quieren cocinarse sus propias comidas; quieren tener libertad para entrar y salir, pero hay horarios que  cumplir, y tienen que dejar libres las habitaciones a ciertas horas para la limpieza», relata.

Por tres o cuatro. Acaim ha notado el pico de llegada de temporeros, «ha acabado la campaña del ajo y ahora empiezan la cebolla o la patata, esos campos se tienen que recoger» y la gente, «como cada año, viene, y los asentamientos se duplican o triplican». Por las mañanas están en el tajo, por las tardes se les ven en las naves, las chabolas o comprando lo que necesitan en los supermercados, «porque hacen gasto, consumen aquí».

El último cómputo hecho por la asociación en sus visitas «es que los asentamientos de rumanos ya estaban prácticamente duplicados y el de Carretera de Peñas, de africanos, sí que triplica o cuadruplica la población del invierno, cuando suele haber 40 ó 50 personas», por lo que, según  los datos de Acaim, entre todos tenemos «en nuestro último censo, 264 personas» de las que tienen su documentación -no todos quieren-, pero «puede ser que fácilmente estemos sobre los 350 inmigrantes en los distintos asentamientos en la capital».

Hace unos años, los subsaharianos se alojaban todos «en lo que era Casa Grande», también en la zona de la Carretera de las Peñas, que se hundió después del COVID, y allí  «podía haber fácilmente entre 300-350 personas entre varias naves» en época de campañas, pero, al derruirlo, «se han ido algo más atrás,  están más diseminados, en casetas y tiendas de campaña».  En este lugar, además, hay dos divisiones: unas naves abandonadas, en las que los asentados están en condiciones poco adecuadas e higiénicas, y luego hay casetas. 

Alquiler de casetas. «Hay gente -asegura la técnico de Acaim- que se dedica a hacer casetas aceptables y que las alquila», que en invierno están cerradas con cadena y candado, y que ahora los temporeros pagan una renta por ellas. «Donde hay oferta, hay demanda».

Algo, para la asociación, que «no es la solución» pero «a cambio de 50 euros al mes, es preferible a que  tengan que dormir en la calle». 

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