Primero, Riópar se propuso recuperar las Fábricas; después, le llegó al complejo y extenso sistema hidráulico que le proveía de energía, pero ahora llega un reto todavía mayor: las minas, la pieza que falta del primer gran complejo industrial que tuvo España.
El lunes que viene, el Museo de las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz acoge unas jornadas cuyo objeto no deja lugar a dudas, pues se titulan "¿Qué hacemos con las minas?", una pregunta que se intentará contestar con ponencias, una mesa redonda participativa y un taller .
El alcalde de Riópar, Federico Moreno, abrirá una mañana de trabajo y debate con expertos en patrimonio histórico y natural, en geología, en ingeniería de minas y en espeleología, una disciplina en la que Riópar ya es muy conocida gracias a la Cueva de los Chorros.
Una primera paradoja sobre las Minas de San Jorge es que son el origen mismo de las Fábricas, pero son la parte menos conocida de todas. Se encuentran en un lugar alejado, en una ladera escarpada por encima del cauce del río Mundo, a unos 150 metros.
En este lugar, a finales del siglo XVIII, el ingeniero austríaco Juan Jorge Graubner encontró un yacimiento de carbonato de cinc. Entonces se llamaba calamina y se consideraba un mineral estratégico, por tratarse de uno de los componentes del latón, muy escaso en aquella época.
La calamina riopense no sólo era abundante, sino que el yacimiento era de buena calidad. El mineral era casi puro, sin apenas mezclas o impurezas y su situación elevada evitaba la inundación de las galerías, un problema casi insoluble para las minas de la época.
Los hornos. El mineral se transportaba a los Hornos de San Jorge, que todavía existen, aunque en ruinas. El mineral se calcinaba y pasaba por un proceso de reducción. El producto final eran unos lingotes que se enviaban a las Fábricas, para elaborar el latón con cobre llegado de Andalucía.
En 1850, las minas de San Jorge producían unas 1.000 toneladas al año de calamina. En 1860, ya estaban prácticamente inactivas, pero Federico de Botella y Hornos las menciona poco después en su Descripción geológica y minera de las Provincias de Murcia y Albacete.
De hecho, da el período exacto en el que estuvieron activas. Fue desde 1773 hasta 1861, «y sólo se explotó la mina de San Jorge». Poco después, se intentó poner en marcha otra explotación, «la mina de San Agustín» pero con el tiempo la actividad minera declinó de forma definitiva.
Las Fábricas orientaron su actividad al bronce, y los hornos cayeron en el abandono y la ruina, aunque hubo un epílogo. En los año 80 del siglo XX, se hicieron catas en una de las galerías de San Jorge, pero los resultados no debieron ser prometedores, porque de su resultado jamás se supo.
Tras el cierre de las Fábricas, en los años 90 del pasado siglo, poco a poco nació un movimiento social para recuperarlas, como parte del patrimonio histórico de Riópar, y para conseguir que sean de nuevo el motor económico del pueblo, a través del turismo.
El geolodía. Pero al principio, el interés se centró en el complejo fabril. Los primeros intentos de recuperar las minas para el gran público son muy recientes, en comparación. Uno de los más cercanos fue la celebración del Geolodía de 2023 en las minas de San Jorge.
Gracias a la colaboración del Instituto de Estudios Albacetenses (IEA), la Asociación de Amigos de las Reales Fábricas de Riópar, la UCLM y la Universidad de Jaén, unas 150 personas pudieron visitar la zona de los hornos y las inmediaciones de las minas.
No obstante, una antigua mina es un lugar poco accesible, por definición. Su recuperación y explotación como recurso patrimonial requerirá una preparación, un esfuerzo previo intenso. Y el primer paso de ese esfuerzo se dará, precisamente, el lunes que viene.