Ni un paso al lado, ni un paso atrás. Y un contundente "Estoy más fuerte que nunca". Ni siquiera en el congreso de su partido dice la verdad: su debilidad es manifiesta, no se encuentra en condiciones de gobernar si perdiera un solo escaño de sus socios. Eso no es fuerza, sino debilidad.
Promete una agencia pública de vivienda -ya se había anunciado- pero no hay recursos para ella. Como en La Palma o Valencia, promete lo que no puede cumplir ni siquiera si se aprueban los presupuestos. No hay dinero. Sánchez lo ha gastado en sus múltiples concesiones a sus socios ¿Está de verdad más fuerte que nunca?
El congreso ha transcurrido como se esperaba: apoteosis sanchista. No podía ser menos: los delegados habían sido elegidos para que no se "colase" nadie que pudiera considerarse mínimamente crítico, ya en el congreso anterior Sánchez se había ocupado de que no hubiera disidentes en el comité federal; las listas electorales se hicieron en Ferraz y Moncloa, y se ha decapitado a las escasas voces que se han atrevido a plantarle cara. El último ejemplo, Juan Lobato, al que tendieron una trampa que podría haberle convertido en un imputado más.
Este congreso pasará a la historia con escasa gloria. Ha calado el mensaje reiterativo de que los socialistas son víctimas de una persecución de jueces y de periodistas, una mentira más. Lo primero, no era el congreso de los socialistas, sino de los seguidores de Sánchez, que tienen poco que ver con la socialdemocracia y sus principios y mucho que ver con autocracias y regímenes que cercenan las libertades.
Es también un congreso que no ha resuelto los principales problemas internos, más allá de los judiciales, que pasan ya factura y seguirán pasando. Llegan ahora los congresos regionales y a ver qué pasa en Andalucía, Castilla y León, Cantabria y Aragón, con amplia contestación a los candidatos que pretende imponer Pedro Sánchez.
Su empeño, mantenerse hasta en final de la legislatura. Con dos bazas para lograrlo: la principal, que sus socios, tan faltos de moralidad como él mismo porque lo apoyan exclusivamente por lo que pueden sacar de él, no por defender a sus votantes; están encantados con un presidente dispuesto a ir mucho más allá de lo que marcan la Constitución y las leyes. Segundo, sabe Sánchez que el trabajo judicial es lento, y los imputados no conocerán sus sentencias hasta dentro de unos años.
No hace mucho un ministro alemán dimitió al saberse que había utilizado un trabajo ajeno para defender su tesis doctoral. Aquí, gobierna un hombre con una tesis doctoral que no era totalmente suya, su nueva ejecutiva mantiene a varios sospechosos de corrupción, tiene a su mujer y hermano imputados, a importantes ex colaboradores y al Fiscal General del Estado. Y las instituciones ocupadas por personas de su cuerda.
Presumir de fortaleza y de que cumplirá la legislatura en su caso no es una heroicidad, ni una defensa de su modelo de gobierno, sino algo muy parecido a aquello que le soltó a Rajoy: una indecencia.