Tantos secretos se esconden entre las perneras de los pantalones o debajo de las faldas de muchos hombres y mujeres, que más vale no airearlos. El culebrón de la 'Barbara Rey' con el Rey Juan Carlos, que se ha publicado solo lo que dice ella, es uno de los claros ejemplos. Que el sexto mandamiento no lo cumple ni Blas es porque está mal enunciado. El antiguo testamento, lo digo para los que son creyentes, nunca criticó la brújula de la bragueta. Muchos de los próceres y profetas tenían no solo una mujer sino en su propia casa criadas y concubinas con las que tuvieron hijos, pero nadie les dijo nada ni aireó la cuestión para sacarle pasta. Ahora está la moda de escribir libros de una especie de 'memorias', contando historias que nadie querría saber ni a nadie le importan, si no fuera porque el escritor o el narrador o el guionista lo hace para poner verde al otro u otra con la que ha tenido una relación sentimental.
Después del culebrón de la Corina, el de Bárbara, y después del de Bárbara el de la Reina Letizia.
No sabemos si es verdad o es mentira lo que dicen las memorias que plasma Jaime Peñafiel en su libro Letizia y yo, sobre posibles o probables amoríos entre la Reina y un tal Burgos, que al parecer le ha ido contando pasito a pasito una serie de confidencias que solo pertenecen, caso de ser ciertas repito, a sus autores.
Sería una vergüenza, y lo es, ir presumiendo por ahí de a quién te has tirado o que has hecho cuando lo hacías, pero hacerlo de forma unilateral sin dejar la respuesta del otro en el silencio obligado es una cobardía, mucho más cuando lo que quieres es venganza o hacer daño o ganar dinero.
Reyes y Reinas españolas y extranjeras han tenido amantes, han puesto cuernos, o los han llevado puestos. No podemos olvidar al célebre Godoy, que además de tener amoríos con la Reina se decía que también los tenía con el Rey, y que liado con la protagonista del cuadro de Goya de la Maja desnuda, el Rey le hizo casarse con su prima, la Duquesa de Sueca, a la que hacía sentar al lado de su novia y enfrente de los monarcas. De ahí viene hacerse la sueca.
Tampoco hace falta recordar las ganas de carne de la Reina Isabel II de España, en cuya corte, a codazo limpio y de oreja a oreja, se iban conociendo sus aventuras amorosas.
En definitiva, si la Reina Letizia ha tenido una vida disipada, también lo han hecho otras y otros reyes españoles y extranjeros, y no es nada de particular que cuando las ganas de xxx aprietan, ni a los vivos ni a los muertos se respetan, según el dicho popular.
Ahora bien, airear los secretos de alcoba de otras personas sin su permiso y para ganar dinero no lo hizo ni el famoso Casanova. Usar la bragueta de unos o las faldas de otras para trepar está a la orden del día, y que no pretenda escandalizarse nadie a estas alturas del partido, sobre todo cuando lo que está moda es el poliamor, que eso si que es un tema curioso, cachondo y morboso, y que nos haría pasar un buen rato, si uno de sus protagonistas contase sus experiencias. ¡Organización coño!
Querido Burgo, repasa tu vida y a ver si te queda tiempo para hacer algo interesante que contar, y no miserias.