Es uno de los grandes artistas plásticos de este país. Y es de Albacete, aunque residente en Zaragoza. El dominio que ha mostrado con multitud de técnicas, estilos y fórmulas pictóricas así lo demuestra. Pero ahora ha llegado a superarse a sí mismo con la exposición Self Portrait, un camino de emociones por las expresivas miradas de casi un centenar de sanitarios que han trabajado -y trabajan- contra el Covid. Contra la muerte. De forma incansable. Y José María Martínez Tendero así se lo ha querido reconocer.
Intuyendo lo que podía ocurrir en marzo de 2020 decidió dejar Zaragoza y venir a Albacete.
Fue una intuición. La situación no iba bien, se estaban contradiciendo mucho y pensé que esto iba a ser un hecho histórico. Enseguida me acordé de mi tierra y me vine a Albacete, donde he nacido, a mi casa de la que nunca he prescindido. En mi vida ha habido tres acontecimientos importantes siempre relacionados con la fatalidad: la guerra de Vietnam, que reflejé en una gran colección; la guerra de los seis días y esta pandemia. Lo primero que pensé a modo de cronista, como pintor de mi época, fue llamar a antiguos amigos que estaban trabajando en la sanidad, en los dos hospitales de Albacete. Quería saber qué estaba pasando. Quedamos en el parque, les dije que quería hacer algo sobre lo que estaba pasando, que para mí era histórico, y empezaron a llorar. Había una enfermera de más de 60 años que tuvo que ver cómo sedaban a su padre y ahora sueña con águilas como si su padre estuviera de vigilancia.
¿Conocía previamente el trabajo que realizan a diario los sanitarios?
Algo sabía, porque viví una experiencia con un amigo que tuvo un problema con la médula y entró en un ensayo clínico en el Hospital La Fe de Valencia. Yo viví ese proceso, que me causó mucho dolor, y en ese momento decidí que algún día tenía que hacer algo, tenía que colaborar cuando tuviese fuerza. Ahora que me he sentido muy acompañado es cuando lo he hecho.
¿A qué se refiere?
Todos los retratos que hay en la exposición se los voy a regalar a los sanitarios que aparecen en ellos, pero con una condición: que donen voluntariamente lo que quieran a la asociación Yo me pido vida, al igual que he hecho yo con el catálogo. Cualquier persona se lo puede llevar depositando una donación para esta entidad.
Quería aportar algo relacionado con el esfuerzo del personal sanitario en pandemia, desde su punto de vista como artista plástico, pero no sabía exactamente qué. ¿Cómo le vino la inspiración?
Hablando con ellos me di cuenta de que las mascarillas se movían de forma compulsiva, algo que me distorsionaba y no me dejaba oír bien. Empecé a observar que sus ojos me estaban mostrando aquello que yo necesitaba con mucha más viveza y naturalidad. Era increíble lo que salía por esos ojos, así de sencillo, la mirada compuesta por la infinidad de sensaciones que estaban y están pasando. Y, al mismo tiempo, mostraban los grandes profesionales que son y la fuerza que tienen.
¿Cómo lo organizó todo para superar el centenar de retratos?
Les pedí un selfie en el que se viera bien su rostro para hacer una interpretación de ellos, pero al final todo el mundo se reconoce, todos se han identificado. Para esta exposición he traído 90 obras, pero en Zaragoza se han quedado casi 70 más que no me dio tiempo a terminar, a pesar de que ni dormía. He vivido 17 meses encerrado en mi estudio sin ninguna relación con nadie, pero me han dado mucha fuerza, he tenido una gran ilusión por este proyecto.
De todos los retratos que ha reunido, ¿alguno que especialmente le haya tocado la fibra?
Todos, porque a medida que iba pintando me iba adentrando en el pensamiento del retratado. Esto que parecía ser un proyecto monótono en un principio, ha sido tremendamente diferente. Me he dado cuenta de lo expresivos que son los ojos por primera vez en mi vida. En ellos, en la mirada, estaban todos los datos que yo quería reflejar en las obras.
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