Aparicio abrirá el curso de la Casa manchega en Madrid

Emilio Martínez
-

Para el periodista y escritor de Alpera, el director José Luis Cuerda representa la historia regional

El escritor albacetense Enrique Aparicio. - Foto: Isabel Martínez

Está de moda. Y se lo ha ganado a pulso por su calidad humana y su larga lucha en contra la, «afortunadamente cada vez menor, pero todavía existente» homofobia y discriminación de género, cual comenta. A lo que Enrique Aparicio une su exitosa novela La mancha a su ya de por sí enorme proyección, desde hace un lustro largo, con su pódcast Puedo hablar, firmando como @esnorquel, junto a Beatriz Cepeda, @perradesatan, en el que ha entrevistado a multitud de diversos personajes. Este reciente libro tiene un título ambiguo, porque se refiere precisamente a su vida en parte, como a la región de la que se siente orgulloso este periodista cultural que va por libre -colaborador de multitud de medios y ganador de premios-, nacido en la localidad albacetense de Alpera hace 35 años. En una región como Castilla-La Mancha con una historia oficial no existente, lo que considera una ventaja como explica líneas adelante implicando a otros personajes, José Luis Cuerda entre ellos, que la representan mucho mejor. Aparicio será quien inaugure, en el mes de octubre, el curso 2024-2025 dentro de los actos de la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid con una charla seguida de un coloquio.

De momento este su debut en la novela está superando, por partida doble, en venta y sobre todo en repercusión mediática, las modestas perspectivas con que la escribió. Hasta el punto, cual admite, que le está haciendo muy feliz pero no por tan exitoso doblete apuntado, sino por «los múltiples mensajes de los lectores». Y, en definitiva, la manera en la que muchos han conectado con la historia y han disfrutado de la inmersión en ese pueblo ficticio de Baratrillo de la Mancha. 

A lo que agrega, con la humildad que caracteriza a este intelectual paisano, que además de sus valores literarios, «sean los que sean», la novela tiene una parte testimonial, documental, sobre crecer siendo distinto en un pueblo de La Mancha. Una cuestión importante que precisa: «En efecto, son muchos los lectores a los que esa parte les ha aportado algo, algunos hasta me han dicho que ha cambiado la relación que tienen son sus lugares de origen. Eso es lo que más me emociona».

Aunque no por ello desconoce que, desgraciadamente, la famosa frase de Mariano José de Larra, pese a sus dos siglos de antigüedad, de que «escribir en España es llorar», sigue cumpliéndose en cierta medida. Ya que argumenta que si nos pusiéramos a pensar en la inversión de tiempo, energía y desvelos que es sacar adelante un libro y se compara con la retribución económica, nadie se atrevería a lanzarse a escribir. «Pero quienes tenemos la literatura como nuestra forma de religión, debemos cumplir con sus votos», sentencia.

Una religión, seguro que compulsiva y laica, que en este libro le ha permitido en cierto modo reconciliarse con su dura infancia en Alpera, más o menos el Baratrillo -que deriva de báratro, o sea, infierno,  en su novela- donde en su condición de diferente por su sexualidad -«y maricón, que no me importa definirme así», presume- nunca le agredieron, lo que sí le ocurrió en su huida a Madrid. 

Y añade que ese contento por La mancha en cierto modo, a él mismo la novela le ha servido para reconciliarse con la región, para aceptar su identidad como manchego, y sentirse también alegre de ver cómo su gente, lejos de la imagen que por desgracia puede tenerse de ella, ha avanzado mucho en este y otros aspectos. 

Mas no olvida lo que sufrió en Alpera, donde le tocó nacer, por la homofobia, el rechazo y la violencia a la diversidad humana, «y eso no va inscrito en los lugares, está en el ambiente, en la atmósfera». Afortunadamente, el activismo Lgtbi y la terapia psicológica le han permitido pasar a otro lugar, desde el que valora lo bueno, lo malo y lo regular de la infancia, de su pueblo, y de su adolescencia. «Ahora veo la escala de mi sufrimiento y no lo inunda todo; tuve muchas cosas buenas y, como hacemos los humanos para seguir adelante, me quedo con esas».

Esa mentalidad también incluye que se ha sentido más politizado gracias sobre todo a la asociación de los conceptos valor y manchego, teniendo muy claro en definitiva que Castilla-La Mancha «es una creación artificial que convino a unos señores a los que importaba muy poco la realidad de nuestra tierra». A lo que agrega su esperanza e ilusión de que eso se tenga en cuenta en el futuro.

(Más información en edición impresa y en la APP de La Tribuna de Albacete)