Cuando el poder se adueña del pasado la memoria se convierte en propaganda. Y no hablo de la manoseada "memoria histórica" que reescribe lo sucedido durante y después de la Guerra Civil. Me refiero a hechos tan cercanos como los ocurridos en ocasión de la riada que ha devastado las comarcas del sur de la ciudad de Valencia.
Ocurrió que mientras el presidente de la Generalitat, desbordado por su incompetencia, titubeaba en la gestión de las primeras medidas -aviso tardío del peligro que se cernía sobre la región, descoordinación en las alertas, etc.- el Gobierno de España se declaraba espectador y el presidente, Pedro Sánchez, en una primera comparecencia pronunciaba una frase que le acompañará mientras la propaganda oficial no consiga alterar el relato de los hechos. "El Gobierno central está listo para ayudar. Sí necesita (la Generalitat) más recursos, que los pida". Esto es lo que dijo Sánchez. Pudo haber declarado el estado de emergencia o de alarma en el que la gestión pasa a ser responsabilidad del ministro del Interior. Está previsto -según ley de 1981- para este tipo "calamidades, desgracias públicas, inundaciones, incendios, accidentes de gran magnitud, crisis sanitarias etc." cuando afectan a más de una comunidad, pero no lo hizo. ¿Lo habría hecho si Ximo Puig (Partido Socialista) hubiera seguido al frente de la Generalitat en lugar de Carlos Mazón? Nunca lo sabremos, pero cabe la duda.
El bizantinismo del debate abierto con posteridad a la catástrofe a la hora de analizar las competencias de la Generalitat proyecta más hipocresía que exquisitez en el respeto de las normas. Se lee en la Biblia que el Sábado está hecho para el hombre y no al revés. ¿A qué esperar a la sola llegada de la UME cuando podía y debía haber sido movilizado todo el Ejército como se hizo posteriormente? ¿Para que Mazón y algunas de sus negadas consejeras evidenciaran su supina incompetencia?
El presidente valenciano demostró estar incapacitado para encauzar la gestión de la catástrofe, pero el Gobierno de la Nación, como primer escalón del Estado, no se debía haber limitado a esperar a qué Mazón "pidiera ayuda" cuando era más que evidente que la necesitaba. Un cálculo avieso -si el rival político se estaba hundiendo, mejor dejar que siga- que procede de la misma concepción de la política que ahora está desarrollando un relato que carga toda la responsabilidad de la desastrosa gestión de la crisis sobre Mazón ocultando la de Sánchez como presidente del Gobierno. Mucha ruindad y demasiada incompetencia.