«El uso masivo de datos abre nuevas vías»

Emilio Fernández
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Esther Peña Molina, cuando los efectivos del Infocam se retiran, comienza su trabajo

Esther Peña Molina. - Foto: José Miguel Esparcia

Cuando se produce un gran incendio en el monte, los medios de comunicación damos mucha importancia a las labores de extinción. Pero la historia no se acaba una vez que se apaga el fuego. De hecho, para Esther Peña Molina, una joven investigadora formada en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes (Etsiam) de Albacete, cuando los efectivos del Infocam se retiran, comienza su trabajo porque su especialidad es estudiar cómo se recuperan los montes del fuego. De  hecho, su Trabajo de Fin de Máster se centra en dos de los incendios más conocidos de las últimas décadas en la provincia, los dos en el mismo lugar, el Yeste, el primero en 1994 y el segundo en 2017. Este trabajo, además, acaba de entrar en la ronda final del Premio Nacional Cátedra Agrobank al mejor TFM, creado para apoyar a las mejores investigadoras en el sector agroalimentario de nuestro país.

¿Cómo llega a esta ronda final del Premio de la Cátedra Agrobank?

La idea inicial no fue mía, partió de la propia Universidad. Supieron de la convocatoria, pensaron que podía optar al premio, vieron que cumplía todos los requisitos y fueron ellos los que me animaron a presentarme, es como si todo me llevase a ello y al final me dije que por qué no, me convencieron de que podía quedar en un puesto digno. 

¿Sólo digno? Está en la ronda final, ¿no se ve capaz de ganarlo?

Quiero ser prudente. Optar a un  premio de este nivel y estar entre las seis mejores investigadoras de todo el país que se presentan este año ya es por sí mismo un gran reconocimiento. ¿Qué al final gano? Bueno, no puedo negar que tengo algunos nervios ante la posibilidad, pero ya me siento reconocida por el papel que he hecho en una convocatoria de este nivel. En todo caso, dentro de no mucho tiempo ya se despejará esta incógnita por sí sola.

¿Nervios? Pero si usted ya ganó un premio nacional.

Cierto, fue en 2018. Recibí el Premio Nacional de Final de Grado de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, por un trabajo sobre la respuesta vegetal en la zona afectada por el incendio de la Sierra de los Donceles, en Hellín, que tuvo lugar en el año 2012.

¿Por qué eligió Yeste para el Trabajo de Final de Master?

Yeste es una zona muy interesante para estudiar el comportamiento de los bosques y del monte en general tras un incendio porque este municipio de la Sierra del Segura sufrió no uno, sino dos grandes incendios. El primero, el de 1994, fue uno de los mayores en su género de toda España, pues ardieron nada menos que 14.000 hectáreas; el segundo fue más pequeño, ya que el fuego afectó a unas 3.000 hectáreas. Pero hay algo más que hace que esta zona sea muy interesante y es que hay áreas de solapamiento, es decir, zonas que se quemaron dos veces y con un período de retorno inferior a los 25 años.   

¿Qué busca en el estudio de estas zonas de solapamiento?

Primero, identifico las zonas que se han recuperado y las que no. Después intento determinar cómo se recuperan esas zonas que parecen ser más resistentes. Después intento averiguar por qué unas zonas parecen tener más resiliencia que otras, para así crear poco a poco índice de zonas que sean potencialmente más vulnerables a los incendios forestales. Finalmente, intento ver qué factores pueden influir más o menos en esa vulnerabilidad, como la pendiente, el tipo de vegetación o la escorrentía, por citar algunos.

¿También algún patrón común para identificar que una zona sea más resistente?

Lo que hemos visto es que las formas en que se recuperan las zonas afectadas por el fuego siguen un patrón de recuperación similar. La diferencia está en la velocidad, en el ritmo de recuperación. 

¿Cómo lo consigue?

Se utilizan herramientas de teledetección para analizar la respuesta fotosintética de la vegetación en zonas  que han pasado por los dos incendios. Integramos todas las variables en un índice, y eso nos permite ver cómo se recuperan una vez que pasan por el incendio. Ves por ejemplo zonas que tienen un índice del 0.7, pongamos por ejemplo, y cuando llega al fuego baja a valores negativos, de -0,1 ó de -0,2. Una vez que el fuego ha pasado, ves cómo la evolución de este índice te permite ver cómo la zona se va recuperando a medida que pasan los años.

¿Qué diferencia hay entre este estudio en Yeste y el que hizo en la Sierra de los Donceles?

Ambos trabajos tenían un objetivo  común, que es estudiar la respuesta de la vegetación después de un evento extremo como es un gran incendio. La diferencia más importante tiene que ver con la tecnología, y es que las herramientas de análisis y tratamiento masivo de datos han evolucionado mucho. De hecho, el uso masivo de datos abre nuevas vías para estudiar la recuperación de los montes después de un gran incendio. Hay herramientas que ya existían, como la teledetección o los Sistemas de Información Geográfica, los SIG, en aquel trabajo usé el Lidar, que es un láser de muy alta precisión, pero ahora hay plataformas para el tratamiento de datos en masa que antes no existían.

¿Y en qué se nota la diferencia?

Pues por ejemplo en que te permiten manejar y analizar volúmenes enormes de imágenes de una misma zona durante un período de tiempo muy prolongado, como 20 ó 25 años de información. Antes eso no se podía manejar, ahora sí que se puede, lo que te permite identificar patrones y, al final, hacer recomendaciones sobre la adecuada gestión de los montes, para evitar que una zona sea demasiado vulnerable a un incendio y a las consecuencias que llegan después.

¿Dónde hay que prestar más atención, en qué zonas?

Las zonas más vulnerables se caracterizan porque hay que vigilar una serie de parámetros, como la pendiente, especialmente cuando es alta; estar en una zona de solana o vigilar la continuidad horizontal o vertical de la vegetación son parámetros que también debes tener en cuenta. También tiene especial importancia  la composición del suelo; por ejemplo, los suelos pobres, calcáreos, son  los que corren más riesgo de no poder recuperar la cubierta cuando se produce una lluvia torrencial, que es bastante común en esta parte del país.

Veo que me habla en general, pero   en el título de su Trabajo Final de Máster habla usted de los pinos, de una sola especie.

Si, es cierto, el título completo del TFM es Vulnerabilidad y resiliencia de pinares mediterráneos de pinos mesogeanos endémicos: efectos de la severidad y recurrencia en la regeneración natural tras los incendios forestales de 1994 (14.000 ha) y 2017 (3.200 ha) en Yeste (Albacete). Pero en realidad el pino lo tomo como punto de partida del trabajo, porque es una especie endémica de la zona, también estudio otras especies, como el romero, que forma parte del sotobosque de las áreas que forman parte del estudio.

Al margen de lo que pase con el premio de la Cátedra Agrobank, ¿en qué trabaja ahora?.

Desde que hice el Trabajo Final de Máster, me enfoco mucho en todo lo que tenga que ver con los incendios a gran escala. Ahora mismo, preparo el doctorado sobre la vulnerabilidad y la resiliencia de los montes a los incendios forestales y en el desarrollo de herramientas y modelos de gestión a gran escala. Evidentemente, hay un continuidad, desde el primer trabajo que hice en Hellín, pasando por Yeste y hasta llegar ahora al doctorado.

Ya para terminar, el Premio Cátedra Agrobank reconoce a las mejores investigadoras y yo querría preguntarle por la situación de la mujer en las ingenierías.  Desde su perspectiva, ¿se estanca, retrocede o hay avances?.

Diría que hay avances, pero lentos, al menos desde mi perspectiva. Cuando comencé la carrera, éramos muy pocas en clase, tenía muchos más compañeros de estudios que compañeras. Pero lo que veo es que, poco a poco, la cifra de mujeres que estudian en mi facultad crece en comparación a lo que viví al empezar. Eso no quiere decir que haya mucho por recorrer, porque aunque somos cada vez más, aún seguimos siendo minoría. Pero sí, se ve una evolución constante, aunque lenta. Lo que ya no sabría decir es a qué obedece, pero si que somos más.