La cultura del té reverdece en China

Jesús centeno (EFE)
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La bebida por excelencia del país asiático sigue siendo muy apreciada por su sabor y múltiples propiedades para la salud

La cultura del té reverdece en China

Es la bebida de China por excelencia y uno de sus productos bandera desde que comenzó a exportarse hace 1.000 años, pero el té sigue formando parte de la rutina diaria del país asiático gracias a su sabor, sus propiedades antiinflamatorias y su efecto refrescante en verano.

Desde el majestuoso Centro Nacional de Exposiciones Agrícolas de Pekín, uno de los edificios más emblemáticos que se construyeron en los primeros años del maoísmo, cientos de comerciantes llegados de todos los rincones de la nación dieron la bienvenida esta pasada semana a expertos y curiosos en una feria sobre el té y su proceso para cultivarlo, recolectarlo, procesarlo, compartirlo y degustarlo.

Entre ellos, Zhong Shanmao, un mayorista que se esmera con celo para dar a probar el té Pu'er, de moda en los últimos años entre los urbanitas chinos por sus múltiples beneficios, entre ellos reducir la grasa corporal y el colesterol.

«Es nuestro producto estrella. Aunque no está siendo el mejor año, porque la economía no va muy bien, es el género que más vendemos», comenta Zhong en su expositor, saturado de todo tipo de artilugios, desde calentadores para teteras hasta coladores, filtros y tazas de diferentes tamaños que se utilizan para preparar una ceremonia del té «digna de los emperadores».

De hecho, fue el gobierno de la Dinastía Qing (1644-1911) el que estableció una zona administrativa llamada Pu'er en 1729 que se fue extendiendo gradualmente hasta formar una región. En 1980, el actual régimen comunista decidió bautizar a la ciudad como Simao, aunque en 2007 volvió a adoptar el nombre de su preciado producto con el objetivo de atraer más turismo a la subtropical y boscosa provincia sureña de Yunnan.

Desde Yunnan también vino una joven expositora, Lin Shihui, que asegura que al sur de ese territorio, en la subregión de Xishuangbanna, fronteriza con Laos y Camboya y donde ella reside, «está el mejor» Pu'er» que, como el vino, va incrementando su calidad y precio a medida que pasan los años. «Este té es de 2016, fermentado. Por eso tiene un sabor más exquisito», explica tras oler las hojas de la planta.

Orgullosa ante paquetes que pueden llegar a costar miles de dólares, Lin sirve el té en una ceremoniosa operación mientras relata cómo su jefe, que antes vivía en la capital, decidió viajar a Yunnan para «ver de primera mano» la fuente del Pu'er». Desde entonces, hace ya una década, «él vive allí, y el negocio creció, y al final se trajo a muchos de sus amigos y familiares».

Omnipresente

El té puede ser negro, blanco o incluso amarillo, aunque el más característico de China es el verde y en la costera provincia suroriental de Fujian «tienen el mejor del mundo», apunta la experta Hu Yitong. De visita en la feria, cuenta que un árbol de té debe crecer unos cinco años antes de que sus hojas se puedan recoger, y que a los 30 años se le considera «demasiado viejo» para resultar productivo, por lo que se corta su tronco para forzar el crecimiento de nuevos tallos a partir de la raíz en los siguientes 12 meses. «De este modo, la planta puede ser utilizada a lo largo de un siglo», relata.

«El té está omnipresente en nuestra vida diaria. En los hogares, las oficinas, los templos y restaurantes. Tampoco vas a encontrar una boda en la que no se sirva», describe, tras lo cual recuerda un proverbio popular que dice que «es mejor quedarse tres días sin sal que uno sin té».

Tal es el éxito de este brebaje en China que su volumen de ventas en el país asiático deja cifras mastodónticas: los últimos datos oficiales, de 2022, alcanzaron unos 339.500 millones de yuanes (alrededor de 46.846 millones de dólares, 43.290 millones de euros ), lo que supone un aumento interanual del 8,82 por ciento, según la Asociación de Comercialización del Té.