Después de la Constitución de 1978 no podíamos imaginar que el siglo XXI español pudiera ser una reproducción similar, salvando las distancias culturales, sociales y tecnológicas, de nuestros siglos XIX y XX, con ese ir y venir de sucesos trágicos más o menos provocados por la mano de seres perversos, dogmáticos, intransigentes, intolerantes y ambiciosos, que no dudaron en recurrir a las tretas más infames, conspiraciones, golpes militares, revoluciones políticas, asesinatos, barricadas y exilios forzados para conseguir sus propósitos políticos y personales. 'Duelo a garrotazos', obra perteneciente a las 'pinturas negras' de Goya, es una metáfora que representa a las dos Españas, siempre divididas y a la gresca.
Y resulta que en el primer cuarto del siglo XXI el método funciona todavía. A alguien le sigue interesando marcar las supuestas diferencias entre la derecha y la izquierda, los progresistas y los conservadores, los católicos y los anticlericales, los vencidos y los vencedores, los rojos y los azules, los fachas y los guais. A estas alturas todavía estamos con los versos machadianos de «españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón». Y no se entiende esto en una España, reconciliada por la Constitución, que ya no es un país agrario retrasado, donde la Iglesia y el Ejército son ahora estamentos que han asumido su función en una sociedad moderna y democrática insertada en la Unión Europea.
Bastaría con tener clara la identidad común que implica para todos el Estado de derecho, la democracia, la legalidad y las instituciones y no hacer revolución social de salón fuera de ese Estado de derecho. Es perverso pretender volver al conflicto, pretender ganar hoy la guerra civil que todos perdimos hace ya ochenta y cuatro años.
Durante la Guerra Civil muchos luchaban honestamente por defender la República, la democracia y la legalidad vigente. Otros, no; el Frente Popular, no. Hoy en día los enemigos de la Constitución ya no son los obispos o los militares, o los estamentos más ultraconservadores de la sociedad, sino los mismos del Frente Popular que se han limitado a cambiar la nomenclatura de su ideología de fondo, camuflándola detrás de algún nuevo producto comercial, como la colectivización de grupos bien definidos, cuya defensa se arrogan inmediatamente en el contexto absolutista de lo políticamente correcto y la moral superior.
De hecho, la composición ideológica del sanchismo, con ERC, Bildu, Izquierda Unida y Sumar, es la versión pija y aburguesada del marxismo pro soviético del infausto Frente Popular que en 1936 participó en coalición con el PSOE: Izquierda Republicana, Unión Republicana, Partido Comunista, Partido Sindicalista, Partido Obrero de Unificación Marxista y Esquerra Republicana de Catalunya.
Por cierto, el programa del Frente Popular incluía, como primer punto, la amnistía para los delitos políticos y sociales de todos los condenados por el golpe que ellos mismos habían dado contra la República en 1934.