La semana estuvo marcada por el adiós de dos figuras imprescindibles en la historia del deporte español y mundial de los últimos años. Se trata de Rafa Nadal y Andrés Iniesta, y es que la edad no perdona y los deportistas deben cerrar su etapa profesional al más alto nivel cuando todavía tienen otra vida por delante. Estos dos deportistas son claros exponentes de un tiempo en el que España podía presumir de su deporte y sus ciudadanos decir al resto del mundo: «Soy español, ¿a qué quieres que te gane?». Se podría decir que era la edad de oro del deporte español, que costará tiempo volver a vivir. Figuras como Miguel Indurain, Pau Gasol, Fernando Alonso, Carolina Marín, Xavi Hernández... y tantos otros tienen una difícil sucesión y las políticas deportivas naufragan cada cuatro años en los Juegos Olímpicos, donde el récord de medallas de Barcelona 92 es inalcanzable más de 30 años después.
Sin embargo, los dirigentes deportivos de las distintas federaciones deportivas, e incluso del Comité Olímpico Español, se perpetúan en el poder sin haber conseguido los objetivos esperados una y otra vez. Mientras tanto, países a los que mirábamos por encima del hombro hace unas décadas, nos sobrepasan en logros deportivos porque sus políticas son más acertadas y evolucionan rápidamente.
Pero volvamos a la edad del oro del deporte español, donde Albacete tiene a uno de sus máximos exponentes, que no es otro que Andrés Iniesta, ese chico introvertido de Fuentealbilla, que sumió en una catarsis colectiva a todo el país con su gol en la final del Mundial de fútbol de Sudáfrica. El final se veía venir, después de sus aventuras futbolísticas por Japón o Dubai. Todo se acaba y ahora por delante tiene una vida junto a su mujer y sus hijos. Los focos se alejarán de él, pero todos podremos decir que un día vimos cómo Iniesta doblegaba a Holanda para que España se proclamara campeona del mundo.