Extranjero, procedente del continente africano, sexo masculino, menor de edad, sin idea de castellano -o con cuatro palabras chapurreadas- y sin familia o amigos en los que apoyarse. Es, a muy grandes rasgos, la radiografía de los MENA (menores extranjeros no acompañados) que llegan a nuestro país. Algunos de ellos, acaban, por carambolas del viaje que arrancaron al otro lado del Mediterráneo, en Albacete, procedentes de Ceuta, o Canarias.
En Albacete quedan bajo la tutela de Protección de Menores, bien en centros -como el que hay en Caudete o el de la capital, Arco Iris- o en viviendas específicas que tiene la Junta de Comunidades.
Al llegar su mayoría de edad, su situación da un giro. «El regalo de cumpleaños que reciben estos chicos al cumplir los 18 es quedarse en la calle». Lo expone Daniel Molina, educador social de un proyecto casi pionero en esta ciudad -solo hay otra entidad privada que tiene algo similar- y que persigue ofrecer una atención integral para estos chavales, dotándoles de herramientas y habilidades que les permitan su emancipación y que, además, durante ese proceso, les garantiza una alternativa digna de habitabilidad.
Corazón de casa surgió de la inquietud de varios integrantes del equipo de Cáritas parroquial Nuestra Señora de la Paz y Santa Teresa. Y, de forma más específica, gracias al gesto de Ricardo Belmonte, que, en ese momento, era técnico de Bienestar Social en Infancia y Familia, y con el respaldo de Araceli Gómez.
Pusieron, en 2018, la semilla de un proyecto que asumió más tarde Cáritas Diocesana, y que logró el apoyo de Banco Santander -cuya contribución sirve para hacer frente a gastos de suministros, alimentación o la contratación del técnico-, porque hasta entonces se había financiado de forma particular por sus impulsores, incluso con el alquiler de la primera ubicación.
La casa -ahora una vivienda propiedad de Cáritas, gracias a la donación de un sacerdote- es el corazón que bombea todo un proceso integral que prepara a estos jóvenes a lo largo de un proceso de dos años, aunque, como apunta Daniel Molina, «somos flexibles, porque tienen que salir del piso en condiciones dignas, esto es un sustento laboral, ingresos, y un sitio donde vivir».
Durante ese tiempo, los participantes en el proyecto, que son tres en cada momento, porque son tres las plazas en la vivienda, trabajan los objetivos acordados, entre ellos y Cáritas, en un plan de intervención. «Son objetivos a nivel formativo, laboral, de convivencia y de adquisición de habilidades, orientados a esa emancipación», detalla Molina, y también se realiza, con ellos, trabajo de intermediación con los agentes educativos, apoyo en trámites administrativos, intermediación laboral y búsqueda activa de empleo, e incluso «ayuda para gestionar la compra de un coche de segunda mano», que es lo que está haciendo ahora con Ayoub Zaiema. Es uno de los jóvenes que participaron en el proyecto y que ya se ha independizado.
«Llegué con 16 años, estuve en un centro de menores en Canarias, ocho meses, y luego vine a Albacete, al centro Arco Iris, antes de entrar en Corazón de Casa, me han ayudado a conseguir los papeles», cuenta este joven marroquí.
Ahora tiene 20, regularizado y está trabajando. «Llevo un mes en El Sembrador, en el almacén, porque hice el año pasado el curso de Costura, y me han llamado este año. También hice un certificado de profesionalidad en auxiliar de almacén». Además de ello, acudió a la autoescuela, se preparó, y ya tiene el carné de conducir.
Al igual que Ayoub, ya han completado su proceso Achraf Oueld Aisa, de 22 años, y Mourad Khabaz, de 21. Ambos estuvieron en Caudete, en el centro de menores. Luego, desde el albergue de Albacete, a través del servicio de Menores, accedieron a este proyecto de Cáritas. Achraf terminó «el año pasado los dos años de grado medio de Carpintería y ahora estoy trabajando en una» y Mourad, que ahora está en paro, «hice un curso de costura en Cáritas, de Costura Creativa y Upcicling, he estado trabajando en los talleres de El Sembrador, en el almacén de Recuperaciones». Acaba de sacarse el carné de conducir y Achraf está 'a punto', «en ello estamos».
Cuentan que, al llegar, -dice Achraf- «nos costó acostumbrarnos, por la cultura, y por no poder comunicarnos bien, por el idioma», aunque Mourad señala que «si vienes a España mayor de edad, como le pasó a Rabbie, es más difícil. Nosotros llegamos menores, estuvimos en un centro de menores, estábamos tutelados. Si eres mayor de edad, más dificultades, incluso con la policía».
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