El colectivo +Ciudadanía organizó ayer un acto con motivo del Día Internacional Contra la Violencia de Género, en el que se contó con la presencia de Cristina del Valle, que disertó sobre esta importante lacra social.
El título de su intervención era La Violencia de Género, un problema de estado. ¿Hasta qué punto considera realmente que eso se está produciendo?
Si una cuestión tan grave que cifra en decenas las mujeres asesinadas cada año en este país, además de las innumerables que sufren en silencio esta situación en sus casas día a día no es un problema de estado, que venga Dios y lo vea. La gravedad de esto es que realmente no sea un problema de estado. Años atrás se trabajó de manera importante es este asunto, pero actualmente hemos pasado, con la coartada de la crisis, a recortar en una cuestión donde tendría que ser unánime haberla convertido en algo intocable y asegurar el presupuesto para desarrollar aquella ley integral. Lejos de todo eso nos hemos encontrado con una situación gravísima, que se ha denunciado desde todas las instituciones aunque, a pesar de ello, parece haber salido de la agenda política.
¿Hasta dónde considera que llegan los recortes aludidos?
Van desde un 40% a un 30 o 20%, en diferentes aspectos, como es el caso de campañas de prevención, creación de casas de acogida, asistencia jurídica y psicológica, reducción de los juzgados de violencia, incremento de las tasas a la hora de iniciar procesos y otros apartados. Este 25 de noviembre es necesario poner el foco en una realidad que debe ser prioritaria para cualquier gobierno del mundo, si realmente queremos avanzar en políticas de igualdad, donde también han existido recortes que han afectado a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Es muy preocupante el aumento entre los jóvenes de la violencia y las relaciones de desigualdad. Por ello es necesario un modelo educativo para este sector social que sea igualitario. Los marcadores y las cifras nos hablan de un aumento del maltrato entre parejas con edades muy jóvenes. Los recortes son también ideológicos, afectan a los derechos de las mujeres y van en su contra.
¿Cuál es la implicación social en estas situaciones?
Desde que en 2004 sale la Ley Integral se crean mecanismos de control y esto hace que la implicación ciudadana aumente, con mayor número de denuncias y campañas contra la violencia de género, a nivel individual y de colectivos, para acabar con la impunidad, que es lo que da el poder a quien maltrata. Ahora todo eso se está invirtiendo con las restricciones y se ha reducido significativamente el número de las denuncias. Influye la crisis y también el poco acceso de la mujer al trabajo y políticas referentes a la antes dicha igualdad.
¿Es un contrasentido que en una sociedad como la actual estas problemáticas de maltratos aumenten entre las personas más jóvenes?
Eso es lo más tremendo. Es una situación de alarma importante que debe ponerse en las referidas agendas políticas y darle más prioridad. La ley demostró que podían tomarse medidas idóneas y actuar en todos los estamentos a los que acude una mujer como víctima de violencia para defender su caso. El maltratador convierte a su víctima en un objeto de su posesión, sin ningún tipo de derechos. En muchos casos los maltratos se producen porque se asimilan situaciones que se han producido antes en sus hogares familiares, esto suele ser causante del 80% de dichas situaciones entre el sector juvenil. La violencia no se hereda, pero se aprende, por ello es también un problema cultural, de ahí la necesidad de educar en igualdad. Hay que intervenir en los colegios, en la formación de los educadores y agentes sociales, Cuando los jóvenes están formando su personalidad es fundamental invertir para mejorar estas situaciones y saber diferenciar entre lo que es amor en una pareja y control hacia la mujer.
¿La mujer sigue teniendo miedo a la hora de denunciar?
Por supuesto, pero esto nos ocurriría a cualquiera de nosotros en su lugar. El problema es cuando la denuncia llega al maltratador, que continúa viviendo con su víctima. Resulta un claro contrasentido que sea la mujer, víctima, quien deba esconderse en una casa de acogida, cuando el maltratador continúa en la calle. Las mujeres son reticentes a poner denuncias porque en muchos casos saben que se juegan la vida, por ello necesitan un apoyo de la sociedad en general y lógicamente de las instituciones. Es muy difícil para una mujer sin recursos ni autonomía y con hijos pequeños decidirse a denunciar, o lo hace tras muchos años de sufrir lo que los expertos denominan como síndrome de indefensión aprendida. Existen datos de que solo estamos viendo la cara de esta realidad a menos de un 20% de los casos que se producen y estos llegan cuando la situación está al límite.
¿Qué sería necesario para cambiar esta situación?
La mujer tiene que percibir claramente, por el trabajo de toda la sociedad y sus instituciones que esto es una prioridad absoluta y existen instituciones y especialistas que van a estar ahí cuando las necesiten. Una mujer no sale de la violencia sin ayuda psicológica. Es importante detectar, antes de que aparezca la primera bofetada, lo que los expertos llaman microviolencias. Esto es fundamental, sobre todo en el caso de los jóvenes y debe enseñarse en los centros docentes. Los micromachismos son maniobras de control por parte de los varones. Para combatir estas situaciones vejatorias debe eliminarse la impunidad que hace al maltratador no tener consciencia de cometer un delito . Por eso el juicio social es prioritario