Javier del Castillo

Javier del Castillo


Como si no pasara nada

12/11/2024

Dos semanas después de la Dana, que se llevó por delante edificios, carreteras y más de doscientas vidas humana en la Comunidad Valencia, parece que aquí no ha pasado nada. Nadie asume sus responsabilidades. Nadie dimite después de la tragedia. Todos se ponen de perfil y culpan de los errores al de al lado. A ser posible, al adversario. Ningún dirigente político, ningún alto cargo de la Administración, ha tenido la valentía de decir: no he estado a la altura de las circunstancias y me voy a mi casa. 
Prefieren aguantar, esperar a que escampe y se recupere la normalidad – cosa harto difícil – en las ciudades y barrios más afectados. Nunca les viene bien abandonar la poltrona. A pesar de su incapacidad manifiesta, insisten en que es ahora cuando más se necesita de su 'inestimable' colaboración. Parece una broma, en medio del desastre.
Ayer, sin ir más lejos, escuchaba en la radio la prueba más evidente de que estamos en manos de auténticos incompetentes; de políticos que ni siquiera son capaces de coordinarse en estos momentos tan dramáticos y delicados. Mientras el ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Democrático, cuya titular sigue siendo Teresa Ribera, aconsejaba a los afectados consumir agua hervida, el gobierno valenciano se decantaba por el agua embotellada.
Puede parecer un tema menor, una anécdota, una broma de mal gusto en medio del fango, pero demuestra – desgraciadamente - la incapacidad de los poderes públicos para ponerse de acuerdo entre ellos. Ni en esto, ni en prácticamente nada. 
Carlos Mazón es un cadáver político, pero no dimite ni contempla la posibilidad de convocar nuevas elecciones. Aguanta porque, si las convocara, el PP se daría un gran batacazo. Está claro que el día de la riada, con las alarmas ya activadas, no era el mejor momento para comer con una amiga periodista y alargar incluso la sobremesa con la intención de convencerla para que aceptara la dirección de la televisión autonómica valenciana. 
Sin embargo, los graves errores cometidos por las autoridades valencianas no justifican la inacción y la desidia del Gobierno central, desde el mismo momento en que se conoció la magnitud de la catástrofe, escudándose en discusiones absurdas sobre si las competencias le corresponden al gobierno valenciano o si para movilizar los recursos del Estado es necesario solicitarlo con antelación y por escrito.
La frase de Pedro Sánchez en una de sus primeras comparecencias públicas – cuando los muertos ya se contaban por decenas – pone de relieve la falta de empatía que tanto reclama, y reclamaba durante la pandemia. «Si no tienen recursos suficientes, que los pidan», dijo textualmente. Y se quedó tan ancho.
En medio de tanta incompetencia y despropósito, una vez más, vuelve a aparecer la solidaridad y la generosidad de la gente. De esos miles de voluntarios que, sin necesidad de que nadie se lo pidiera, hicieron acto de presencia en las calles de los pueblos y barrios más afectados dispuestos a achicar agua y retirar enseres y escombros embarrados. 
Ellos son una lección, la gran lección, que debería hacer reflexionar a unos supuestos servidores públicos que sólo pretenden ganar tiempo. En definitiva, esperar a que las aguas que se llevaron vidas y haciendas vuelvan a su cauce para salvar su pellejo.