«En otros países del mundo valoran nuestra lengua»

Teresa Roldán
-

El doctor en Letras, que ha dirigido el Instituto Cervantes en varios países, participó en una de las conferencias del ciclo 'Hacemos Barrio'

Antonio Gil de Carrasco, en el Pasaje Lodares de Albacete. - Foto: Arturo Pérez

Antonio Gil de Carrasco es doctor en Letras, máster en Lingüística Aplicada y licenciado en Filosofía y Letras. Su trayectoria profesional ha estado siempre vinculada al Instituto Cervantes, organismo que ha dirigido en lugares tan emblemáticos como Tokio, El Cairo, Tel Aviv, Damasco, Beirut, Estambul, Seúl, Argel y Manchester, hasta su jubilación. Gil de Carrasco fue hace unos días uno de los ponentes del IV ciclo de conferencias Hacemos Barrio, donde, de la mano de varios profesionales, mantuvo un entretenido debate sobre su vida laboral durante más de tres décadas al frente del Instituto Cervantes, que le llevaron a protagonizar un sinfín de experiencias y anécdotas excepcionales y a relacionarse con altas personalidades, desde los Reyes de España, pasando por Yasser Arafat y varios expresidentes del Gobierno como Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, entre otros.

¿Conocía Albacete o es su primera visita a esta ciudad?

Claro que conozco la ciudad, soy de Granada y, de hecho, una de las veces que vine con mi habitual gracejo me metí cerca de la Catedral con el coche y no me estrellé de milagro.

He venido siempre en verano, la Feria no la conozco, ya que he estado fuera 39 años al frente del Instituto Cervantes de nueve países distintos: primero como agregado de Educación y luego como director del Instituto Cervantes. 

¿A qué obedece el título de su charla en el IV ciclo Hacemos Barrio en el que ha participado, del Palmar de Troya al Instituto Cervantes? 

Yo soy hijo de un militar de muy alto rango, un general, en aquel entonces vivíamos en la España de los enchufes. Yo me hice maestro porque quería casarme y la manera más rápida era hacer las oposiciones, las hice, me casé, pero mi padre murió. Yo era un maestro que, de pronto, se presenta a un concurso que sale para cubrir la plaza de director del Instituto Cervantes en el norte de Inglaterra, pero no tenía ninguna esperanza de salir elegido, y la realidad fue que no sólo salí, sino que a partir de ese momento llegué a dirigir las sedes más emblemáticas de la institución, como Tokio, El Cairo, Estambul, Damasco, etc. Y eso yo lo relaciono de  una manera satírica con mi paso de joven por el Palmar de Troya y otros lugares de apariciones marianas. 

Dije que el milagro había sido que al pasar yo por allí se hizo el milagro y llegué a dirigir varias sedes del Instituto Cervantes, es decir, un juego de palabras que dan como resultado que un maestro, sin ningún tipo de enchufe ni ayuda, simplemente por el valor de su trabajo, llegue a ser reconocido, algo que no es demasiado habitual en España, y dirigir hasta nueve sedes del Instituto Cervantes.

¿Su paso por la enseñanza fue más corto de lo que inicialmente usted pensaba que iba a ser su trayectoria?

Concretamente nueve años. Empecé con 23 y terminé esa etapa con 32. Mi primer destino fue como profesor de francés en inglés en el colegio español de Portobello, pero al año de estar en ese destino se abrió una oficina de educación, el embrión de lo que iban a ser los institutos Cervantes, yo me presento, saqué la plaza y aunque durante seis años que duró mi comisión de servicios seguía perteneciendo al Ministerio de Educación, en realidad yo era el director de dicha oficina, donde me dieron estatus semidiplomático y de ahí dí el salto al Instituto Cervantes cuándo éste se crea. Estoy en el momento adecuado en el lugar preciso.

¿Cómo es dirigir la organización más representativa de nuestra lengua?

En mi caso yo soy doctor, tengo dos diplomaturas y hablo 10 idiomas, pero yo siempre he dicho, y a mucha honra, que yo me considero sobre todo maestro.

He tenido que demostrar siempre que yo no estaba en este organismo por casualidad. En el Cervantes ha habido escritores, catedráticos famosísimos y, de hecho, una catedrática de Murcia nunca aceptó que un maestro fuera su jefe.

Lo más importante de un director del Instituto Cervantes es que a cada lugar que iba tenía que adaptarme, y yo lo hacía aprendiendo la lengua de ese país . Cada vez que yo sabía que iba destinado a un país me ponía yo sólo con profesores particulares en un curso intensivo y por eso he logrado aprender hasta 10 idiomas distintos. Yo no soy muy inteligente, pero sí gozo de una gran memoria, hasta hace poco no usaba agenda, la llevaba en la cabeza, y también tengo mucha fuerza de voluntad. Pero sobre todo lo que quería era ser digno del puesto que estaba ocupando. 

¿Qué visión tienen en otros lugares del mundo por donde ha estado de nuestra lengua y nuestra cultura?

El español es la segunda lengua por número de hablantes nativos del mundo, después del chino, la diferencia es que el español se habla como lengua oficial en 21 países y el chino sólo se habla en China. El inglés es el idioma más hablado a nivel internacional, pero no como lengua materna. Yo siempre digo lo que decía Carlos V, y a los árabes les gustaba mucho, que Dios eligió el árabe para escribir el Corán porque es la lengua de la belleza, sin embargo, nuestro emperador Carlos V eligió el español para  hablar con Dios. Yesa fusión a los árabes les gustaba mucho; los japoneses lo ven como un país lejano del que les encanta el flamenco, nuestra lengua la ven interesante pero no la aprenden porque no les interesa, a diferencia de los árabes que la necesitan para buscar trabajo.

En definitiva, nos ven como un país pujante que ha sido un gran imperio, fuerte y poderoso, al tiempo que un país que tiene una cultura espectacular.

(Más información en edición impresa y en la APP de La Tribuna de Albacete (https://latribunadealbacete.promecal.es))