Calificándose a sí mismo como el «rey de la selva» y sacando a relucir una motosierra. Así se presentó hace un año el presidente de Argentina, Javier Milei, a las elecciones que lo terminaron aupando al poder en el país sudamericano. 365 días después, esos dientes de sierra que empleó como metáfora para poner en marcha su plan de recortes sobre el gasto público han devuelto el equilibrio a las Cuentas de la nación, pero a costa la destrucción de empleo y una mayor pobreza e inflación.
El economista ultraderechista llegó a la Presidencia el 10 de diciembre de 2023 y, sin anestesia, se volcó a recobrar el superávit fiscal, objetivo logrado en pocas semanas gracias a un ajuste «sin precedentes», como se jacta el propio Milei.
Desde un déficit primario del 2,9 por ciento del PIB y un resultado financiero negativo del 6,1 del PIB en 2023, el nuevo Gobierno logró a través de varios recortes acumular en los primeros 10 meses de 2024 un superávit primario del 1,8 por ciento del PIB y uno financiero del 0,5.
Esta medida afectó particularmente a la inversión en obra pública, los subsidios a la energía y el transporte, los programas sociales, las pensiones y los salarios de los funcionarios.
Por otro lado, la dura política fiscal y monetaria tuvo efecto en el comportamiento de los precios. La inflación pasó de una tasa mensual del 25,5 por ciento en diciembre de 2023 al 2,7 el octubre pasado, una desaceleración que el Gobierno celebró como un éxito. Pero no es oro todo lo que reluce. Y es que la subida de precios se situó en octubre en el 193 por ciento interanual y acumula en lo que va del año un alza del 107. Más allá de la «estabilidad» que pregona Milei, en Argentina resulta más caro comprar el diario, un litro de leche o ir al cine que en países como España.
El 'lado b'
Pero el plan estrella de Milei ha tenido su lado B en la economía real: la actividad ha acumulado una caída del 3,1 por ciento en los primeros nueve meses del año.
El Ejecutivo asegura que ya hay reactivación, pero los datos oficiales muestran que los sectores clave no han logrado aún levantar cabeza: la construcción, golpeada por la paralización de la obra pública, acumula un desplome del 29,5 por ciento, y la industria, afectada por el hundimiento de la demanda, un derrumbe del 12,7.
Esta situación ha repercutido en el empleo, donde desde el inicio de la era Milei hasta el agosto pasado se perdieron 242.000 trabajos asalariados formales.
Con mayor precariedad laboral y pérdida del poder adquisitivo de los hogares ante la elevada inflación, el resultado ha sido dramático en términos sociales. De acuerdo a los últimos datos oficiales, la pobreza se ubicó en el primer semestre en el 52,9 por ciento, la tasa más alta desde 2003. En solo medio año, la población con falta de recursos se incrementó en 5,4 millones de personas.
Esta es la nueva reconfiguración del ingreso en Argentina, que no ha sido ocasionada por Milei, pero que sí se ha acelerado en un año del excéntrico dirigente en el poder.