Las pedanías son más que simples núcleos rurales; son comunidades vibrantes que, a pesar de su tamaño, albergan un sinfín de necesidades y aspiraciones. Con cerca de 3.000 habitantes censados, esta población puede multiplicarse en los meses de verano y durante los fines de semana, lo que refleja la vitalidad de estos lugares y su importancia en el tejido social de la zona.
Los alcaldes pedáneos, elegidos por sus vecinos, desempeñan un papel crucial como intermediarios entre la comunidad y el Ayuntamiento. Su labor no sólo consiste en recoger las inquietudes de los ciudadanos, sino también en abogar por mejoras que impacten directamente en la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, las demandas son muchas y las respuestas, a menudo, insuficientes.
La necesidad de mejorar las calles y caminos es una constante en todas las pedanías. Desde Santa Ana hasta Los Anguijes, los alcaldes expresan su frustración por la falta de atención a estas infraestructuras esenciales. La historia reciente nos muestra que, aunque se han implementado planes específicos en el pasado, estos no han sido suficientes para abordar las carencias que persisten. La situación se agrava cuando las inclemencias del tiempo, como las lluvias, dejan a los caminos en un estado deplorable, obligando a los vecinos a realizar reparaciones por su cuenta puesto que la mayoría se dedican a la agricultura y necesitan que estén en condiciones y eso, en muchos casos, no es así.
Otras de las reivindicaciones comunes es el transporte público que las conecte con la capital. Si los vecinos no pueden desplazarse a Albacete con cierta frecuencia, las pedanías se irán quedando poco a poco sin población, lo que sería una injusticia para los hombres y mujeres que tienen allí sus hogares.
El compromiso del Ayuntamiento de la capital de destinar un porcentaje de las inversiones municipales a las pedanías es un paso en la dirección correcta, pero es fundamental que este compromiso se traduzca en acciones concretas y efectivas. Las pedanías no sólo contribuyen al desarrollo económico de la capital a través de la agricultura y otras actividades, sino que también son parte integral de la identidad albacetense. Sus habitantes, al igual que los de la capital, cumplen con sus obligaciones fiscales y merecen recibir a cambio un nivel de atención y servicios que refleje su compromiso.
Además de las mejoras en infraestructuras, las pedanías también anhelan espacios de recreo y actividades culturales que fomenten la cohesión social. La ilusión por proyectos como la nave multiusos en Los Anguijes o el centro sociocultural en El Salobral son ejemplos de cómo estas comunidades luchan por desarrollarse en todos los sentidos y para ello necesitan la ayuda del Consistorio de la capital.