La crónica histórica de un mandato debería ser extensa, aludir a episodios muy concretos y a contextos amplios, a situaciones previstas o sobrevenidas, pero lo cierto es que el mandato actual puede escribirse en apenas unos días tomando la parte por el todo. En apenas cien horas, las costuras del Ejecutivo central han vuelto a mostrar sus puntos mal dados con la pugna por la cotización de los salarios sujetos al mínimo profesional. Ha habido más ejemplos de cómo hace aguas una coalición de contrarios, porque englobar en una suerte de epígrafe ómnibus -la izquierda- a fuerzas naturalmente tan dispares como el PSOE o Sumar es un riesgo evidente, aunque la desnaturalización del socialismo español aplicada por el presidente Pedro Sánchez no ha sido ni ligera ni casual. Buscaba, en resumen, la convergencia ideológica con sus socios.
No es ni mucho menos el único frente caliente. Hace apenas unos días, la causa de la Audiencia de Sevilla defendiéndose de Conde Pumpido (Tribunal Constitucional) llevando a la justicia europea el caso de los ERE, que ha quedado reducido a una suerte de conspiración judicial para eximir a los barones socialistas del mayor fondo de reptiles de la historia de la comunidad andaluza, regresaba a la actualidad. También la petición de indulto de Junts para Laura Borrás, condenada por delitos de corrupción. Pero claro, los corruptos lo son si están en la oposición al PSOE, no si lo determinan así los jueces. Son botones, muestras de cómo ha avanzado la legislatura, que Sánchez pretende llevar a término a cambio de concesiones inimaginables. Incluso por él, que lo negó todo cuando pidió el voto. Eso en casa, porque fuera de nuestras fronteras tiene el frente del aumento del gasto en Defensa que pide la Unión Europea y ver de dónde saldrá el dinero, por mucho empeño que ponga Sánchez en afirmar que no será a costa del gasto social.
En el otro lado de la calle política están PP y Vox, que siguen a lo suyo. En Génova no terminan de asumir que los pactos territoriales con Abascal, esos que Vox dinamitó cuando le vino en gana demostrando que la acción de gobierno está sometida a su dogma y no a los intereses de los ciudadanos, impidieron a Feijóo ser presidente y perpetuaron a Sánchez. El caso del presidente valenciano Carlos Mazón, que debería haber dimitido hace meses por su inaceptable gestión de la dana, ha reabierto las puertas al entendimiento con Abascal. Mientras tanto, este fin de semana, Feijóo se dio un baño de masas entre los suyos en Sevilla, donde unos 750 parlamentarios del PP se dieron cita para trazar la hoja de ruta del partido. A ver si, al final, son capaces de descubrir el camino a la Moncloa.