Sinceramente reciclar es una palabra muy de moda en la actualidad. Llevamos años, casi un siglo, en la que los técnicos, filósofos, biólogos y personas dedicadas al medio ambiente, siguen insistiendo en adecuar los hábitos necesarios para que la sociedad, todos, seamos capaces de ahorrar materias primas, energía y agua, reduciendo a su vez las emisiones de gases efecto invernadero y de esa manera, mejorar la salud de ese medio ambiente en el que nuestra vida se desenvuelve.
Sin duda, los beneficios de reciclar nuestros residuos son enormes en comparación con la acción tan sencilla y cotidiana que supone llevarlo a cabo.
El ingente número de personas que puebla el mundo, el consumismo al que estamos acostumbrados, la mala utilización de los recursos naturales, el abuso en transformación de las materias primas en productos consumibles y la explotación sin medida de esos productos que la Madre Naturaleza nos ofrece, ha llevado a la sociedad a una urgente necesidad de reciclar productos como proceso de transformación de los residuos usados o desechados en nuevas materias primas listas para volver a ser usadas. Lo importante de ello, no es entender el proceso, sino acostumbrarse a llevarlo a cabo y en esa labor andan los buenos gobiernos, en establecer todas cuantas medidas sean necesarias para ejercitarlo en toda su extensión.
Pero, reciclar como término es una palabra que empieza a tener mucho más sentido de necesidad también en otros parámetros fundamentales de la vida en sociedad. Ahora, las exigencias de esta nueva sociedad digital, tecnológicamente cambiante, con nuevos valores económicos, necesidades y demandas, exige que los estudios y las profesiones –hasta ahora establecidas- tengan que adecuarse a otras expectativas en función de las nuevas necesidades (un trabajador de agencia de viajes, por ejemplo, tiene que reciclarse aprendiendo programación telemática y así encontrar un nuevo trabajo en función de la nueva era digital, ya que es lo que se demanda en puestos de trabajo). Y aquella formación universitaria tradicional está dando paso a una nueva formación universitaria adaptada a las nuevas competencias que exige el mundo digital, provocando con todo ello, la puesta en valor del término Reciclaje como palabra de moda en necesidad y uso. No es ni más ni menos, que responder a lo que la sociedad presente y de futuro demanda, condiciona y obliga.